Aventuras sin límite

La antigua ciudad nabatea de Petra, excavada en la piedra hace más de mil años, ha sido la imagen más famosa de Jordania durante mucho tiempo. Aunque Petra es una de las atracciones más impresionantes de Oriente Próximo, Jordania guarda muchos más atractivos para el turista de hoy en día.
Como un puente bien cimentado entre el mar y el desierto que une el este con el oeste, el reino hachemita de Jordania es una tierra de belleza cautivadora y contrastes: desde el fértil y siempre cambiante Valle del Jordán, hasta los cañones del remoto desierto, inmenso e intemporal. Los visitantes pueden explorar increíbles castillos en el desierto, observar la imponente belleza del desierto de Wadi Rum o bañarse en las relajantes aguas del Mar Rojo.
Los amantes de la aventura pueden optar por paseos a caballo, safaris en vehículos 4x4, escalada, descenso de cañones y senderismo. Si lo que busca es relajamiento, no hay nada comparable al Mar Rojo y a sus numerosos spas.
El rey Abdullah I fundó Jordania tal y como la conocemos hoy en día después de la Primera Guerra Mundial. Estuvo gobernada por su nieto el rey Hussein durante 46 años hasta su muerte en el año 1999, cuando su hijo, el rey Abdullah II asumió el trono.
Jordania se ha desarrollado hasta convertirse en una nación moderna que ha disfrutado de paz, estabilidad y un crecimiento económico en las últimas décadas.

 

Amán

Amán, la capital de Jordania, se encuentra a unos 40 kilómetros al norte del Mar Muerto y se asienta sobre varias colinas de escasa elevación. 

Los restos más antiguos que se han encontrado se remontan a unos 3000 años a. C., cuando era la capital de los amonitas a la que denominaban Rabbah. Tras su conquista por el rey Tolomeo II Philadelfus de Egipto, la ciudad pasó a denominarse en su honor ‘Philadelfia’. La ciudad desapareció prácticamente hacia el año 1300 por causas desconocidas y fue reconstruida por los otomanos en 1878.

Petra

Petra es, sin duda, la ciudad más extraordinaria que se puede visitar en Jordania y su sola visión ya justifica un viaje. Durante cientos de años, el lugar fue celosamente guardado y custodiado por tribus beduinas, ya que estaba considerado un lugar sagrado. Además, tenían el firme convencimiento de que el lugar escondía múltiples tesoros.
El único tesoro que hay en Petra es Petra en sí misma: los monumentos funerarios, los templos, el magnífico teatro construido por los nabateos para 3,000 espectadores y ampliado por los romanos hasta 7,000, la simbología del supremo dios Dusares, representado con las rocas sin tallar, porque la piedra era dios.

Jerash

Jerash está situada a 50 kilómetros al norte de Amán y su linaje se remonta a la Decápolis, liga de las diez ciudades, establecida por los romanos en el año 63 a. C. Es la ciudad romana mejor preservada y, tras Petra, la mayor atracción que ofrece Jordania al visitante. Sus ruinas se descubrieron en 1806 y, desde entonces, sucesivas excavaciones han dejado al descubierto muchos de sus tesoros arquitectónicos, aunque, se considera que más del 80 por ciento de esta ciudad permanece todavía por descubrir.

Wadi Rum
Este es un lugar estupendo, en el que parece que el tiempo se ha detenido, prácticamente inalterado por el hombre y sus fuerzas destructivas. Aquí, el agua y el viento han labrado los imponentes y elevados rascacielos, que con tanta elegancia describía T.E. Lawrence: “Inmenso, solitario... como tocado por la mano de Dios”.
Un laberinto de paisajes de rocas monolíticas se erige desde el suelo del desierto hasta los 1,750 metros de altura, creando un reto natural para los escaladores experimentados. Los excursionistas pueden disfrutar de la tranquilidad de los espacios vacíos y sin límites, explorar los cañones y los depósitos de agua y descubrir los dibujos de las piedras que datan de 4,000 años atrás, además de otros espectaculares tesoros que posee este impresionante desierto.

Aqaba

Aqaba, situada en el golfo del mismo nombre en el mar Rojo, es una pequeña ciudad de pescadores situada en la ribera del río Jordán. Su puerto de aguas profundas es anterior, incluso, al tiempo de los romanos y ya entonces, como ahora, era un centro de descanso debido a sus agradables temperaturas. El buceo en la zona y sus extraordinarias playas son otros de los atractivos que ofrece este punto geográfico.

Ajlun y Umm Qais

Ajlun, situado a una veintena de kilómetros de Jerash, merece también ser destacado. Su castillo de Qalaat ar-Rabad, construido por los árabes para protegerse de los cruzados, es un fino ejemplo de la arquitectura militar islámica. Umm Qais posee unas interesantes panorámicas sobre los Altos del Golan y el Mar de Galilea. A 10 kilómetros se encuentra Al-Hemma, que posee unos reputados baños romanos.

Mar Muerto

Sin lugar a dudas, el lugar más impresionante del mundo, el Valle de Rift de Jordania, es un paisaje precioso y dramático, que, en el Mar Muerto, se encuentra a más de 400 metros por debajo del nivel del mar. Siendo el punto más bajo sobre la faz de la tierra, esta amplia extensión de agua es el destino final de innumerables ríos, entre los que se encuentra el río Jordán. Cuando las aguas alcanzan el Mar Muerto están rodeadas por tierra y no tienen escapatoria, por lo que se evaporan dejando una densa y rica mezcla de sales y minerales que proporcionan a la industria, agricultura y medicina algunos de sus productos más exquisitos.
El mar Muerto está flanqueado al este por montañas y al oeste por las colinas de Jerusalén que le otorgan una belleza casi de otro mundo. Aunque la zona no está muy poblada y se mantiene en relativa calma, se cree que fue cuna de cinco ciudades bíblicas: Sodoma, Gomorra, Adama, Seboim y Segor.

Karak

Tanto si se aproxima a Karak desde la pintoresca carretera conocida como el Camino de los Reyes hacia el este o desde el Mar Muerto hacia el oeste, la silueta imponente de esta ciudad fortificada y su castillo le harán comprender enseguida el motivo por el que los destinos de reyes y naciones se decidieron por este lugar. Como antigua fortaleza de las Cruzadas, Karak se sitúa a 900 metros sobre el nivel del mar y se asienta dentro de los muros de la antigua ciudad. 

Betania

La zona de Betania, junto al río Jordán, está siendo en la actualidad objeto de diversos trabajos arqueológicos para localizar restos y construcciones relacionados con Juan el Bautista. Una visita a la zona permite conocer el lugar aproximado en que fue bautizado Jesús y el estado de las excavaciones que se están llevando a cabo. Además se puede contemplar el río que durante siglos ha marcado el pulso económico de la región y el cauce que marca la actual frontera con la vecina Israel.

Madaba

A sólo 30 kilómetros de Amán, por una carretera de 5,000 años de antigüedad conocida como el Camino de los Reyes, encontramos uno de los lugares más memorables de la Tierra Santa. Después de atravesar una serie de lugares históricos, la primera ciudad a la que llegará será Mádaba, conocida como la “ciudad de los mosaicos”.
Más conocida por sus espectaculares mosaicos bizantinos y omeyas, en Mádaba se encuentra el famoso mapa de mosaico de Jerusalén y Tierra Santa del siglo VI. Formado por dos millones de piezas hechas con piedra local de vivos colores, muestra colinas y valles y pueblos y ciudades hasta el delta del Nilo.
El mapa de mosaico de Mádaba cubre todo el suelo de la iglesia ortodoxa griega de San Jorge, situada al noroeste del centro de la ciudad. La iglesia se erigió en 1896, sobre los restos de una iglesia bizantina anterior del siglo VI d.C. El panel de mosaico que enmarca el mapa medía originalmente 15,6 x 6 m, unos 94 m2 aunque hoy día sólo se conserva una cuarta parte del mosaico original.

Clima

A pesar de que el clima desértico domina en Jordania (temperaturas extremas en verano y escasas lluvias), se pueden, no obstante, apreciar ciertas diferencias regionales. La llanura oriental, donde se concentran las ciudades principales, ofrece, efectivamente, un clima menos asfixiante que el desierto o el valle del Jordán. El invierno es corto, con algunas lluvias, unas temperaturas cercanas a los 7 °C y vientos fríos. En Amán, donde a veces nieva, las temperaturas diurnas oscilan entre los 12, 6 °C en enero y los 35 °C en agosto.
La primavera y el otoño, cuando las temperaturas son razonables, son las mejores estaciones para viajar a Jordania. Las bajas temperaturas pueden ser sorprendentes en invierno. No siempre es recomendable viajar durante el Ramadán, cuya fecha varía, en general, entre noviembre y enero.

Documentación

Para entrar en Jordania es necesario presentar el pasaporte con una validez mínima de seis meses y un visado obligatorio que se puede conseguir en la embajada o en el mismo aeropuerto de Jordania. No es posible obtener visado de entrada a Jordania en ninguno de los puestos fronterizos terrestres del país. Aquellos viajeros que vayan a Jordania y quieran seguir viajando a otros países árabes deben llevar un pasaporte en el que no haya ningún sello israelí y tener los visados de entrada a esos terceros países concedidos antes de iniciar el viaje.

Imprescindible

Llegar primero al Siq. Nada como adentrarse por el desfiladero del Siq al amanecer, en soledad y silencio, antes de que lleguen los grupos de turistas. Da una idea de la emoción que debió sentir Burckhardt al recorrer esta estrecha grieta rocosa —plagada de bajorrelieves votivos y dedicada al dios Dusares— y encontrar, tras un kilómetro de caminata, la sorpresa del Tesoro.
Un café frente al Tesoro. Es difícil encontrar otra terraza con vistas más asombrosas. El sencillo puesto de bebidas tiene delante uno de los monumentos más sorprendentes del mundo. Tomar algo en un lugar privilegiado como éste costaría en Europa tres veces más.
Colores. Rojo, ocre, gris azulado, blanco, amarillo… hasta nueve tonos se pueden extraer de las piedras de Petra. En algunas fachadas e interiores de los templos y viviendas, la combinación de colores en círculos concéntricos crea formas tornasoladas que han sido inspiración inagotable de poetas.
Sin rumbo. Cuando cumpla el espectacular itinerario tradicional, anímese a salir de lo obligado y haga caminatas por el Túnel Nabateo; por el Jebel al-Khubtha, encima del Tesoro; por el Altar de los Sacrificios; o por los wadis Muthlim y Siyagh, para disfrutar de otras perspectivas paisajísticas donde no llega la mayoría de turistas.
Atardecer. Un buen lugar para contemplar la caída del sol es sentarse en las ruinas de la Vía de las Columnas. Desde allí, la vista panorámica de la Fachada de las Tumbas y el Palacio es magnífica. Además, resulta entretenido ver las carreras de camellos que a veces hacen los guías, levantando nubes de polvo dorado.
Resonancia. Las piedras devuelven ecos de otros siglos. Pruebe a quedarse solo en la llamada Tumba de la Urna y, por ejemplo, cante. Además de comprobar la resonancia, habrá conseguido disfrutar un momento en soledad, cosa que no es fácil en Petra.
Sonrisa beduina. La tribus bedoul, almmaren, al surur, al alayya, al albediyya o howeita ofrecen la cálida hospitalidad beduina en toda la zona de Petra, y siempre están dispuestos a ayudar y guiar a los visitantes.
Subida al Monasterio. La caminata de una hora hasta el colosal Monasterio —de formas parecidas al Tesoro, pero mucho mayor— es una tortuosa ruta excavada en la roca, con más de 800 peldaños. Desde allí se domina el magnífico paisaje de riscos y quebradas.
Botellas de arena. El típico recuerdo de Petra se hace más especial al conocer la historia de cómo surgió: Mohamed Abdullah Othman tenía 10 años cuando, en la década de los sesenta, se obsesionó con machacar las areniscas de colores para extraer tonalidades de arena y mezclarlas, una y otra vez, en el único envase de cristal que tenía: una ampolla de penicilina. Probando cientos de veces, finalmente consiguió formar un camello con la ayuda de una pajita de plástico. Pasó 20 años perfeccionando sus diseños: palmeras, geometrías o paisajes, y cargando en su camello las botellas del restaurante y la pensión del vecino pueblo de Ma’an. Las rellenaba con los dibujos que inventaba y luego las vendía a los escasos turistas de la época. Botella a botella, fue el primer beduino de Petra que se compró un coche. Hoy su hermano Hussein Abdullah continúa con el arte familiar, en el puesto colectivo de la Asociación de las Arenas, en Petra. 

Descanso en el Teatro. Las 33 hileras de gradas en colores rojo, gris y blanco del teatro de origen nabateo que ampliaron los romanos son el lugar perfecto para sentarse a tomar notas en el cuaderno de viaje y relajarse.

Gastronomía

El viaje a Jordania invita a la degustación de una enorme variedad de comida. El plato nacional del país es el ‘mansaf’, cordero cocinado con yogur y servido sobre arroz. El ‘musakhan’ es un plato a base de pollo asado con cebollas, piñones y aceite de oliva, sobre pan árabe. El ‘maglouba’ lleva carne o pescado mezclado con verdura y arroz. El ‘sheish khabab’ trozos de cordero o pollo a la brasa con cebolla y tomate.
Existe una gran oferta de restaurantes que sirve auténtica comida árabe a precios razonables. Todos los hoteles cuentan con menús que combinan la comida árabe y la continental.
La bebida local, muy popular para acompañar platos árabes, es el Arak, un licor aromático de anís que se toma con hielo y agua. Jordania produce vino, cerveza y bebidas refrescantes junto a las que se puede encontrar cualquier tipo de bebida importada. Todos los hoteles y restaurantes tienen licencia para despachar bebidas alcohólicas. 

 

 

Info

Margarita Liceaga

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Texto: ± Foto: JTB of North Amercia, Patrick Monney, Jolanda Bonazzola de BCD Travel