El desafío de navegar en mares sagrados

En el corazón de Indonesia dos preciosas islas rivalizan en belleza e invitan a descubrir sus mares que alternan entre quietud y furia, sus largas y fuertes olas, sus bahías paradisiacas y sus peligrosos arrecifes. Bali es hinduista, Lombok es musulmana, los arrozales las visten, los volcanes las amenazan, los monos las divierten, su gente las hace sonreír. Aunque parecidas, ambas revelan mundos diferentes. Explorar estos sitios es encontrarse con universos que hechizan, por sus costumbres, por los sonidos metálicos del gamelan y el encanto de las bailarinas que tuercen sus dedos de un modo mágico.

 

Bali es hinduista, Lombok es musulmana, los arrozales las visten, los volcanes las amenazan, los monos las divierten, su gente las hace sonreír.

 

Bali

Aterrizamos en Bali, donde el velero nos esperaba en el Puerto de Benoa, en la pequeña marina. Este puerto está naturalmente protegido por la Isla de Serangan y la delgada península donde se aloja el pequeño pueblo de pescadores. En Bali es maravilloso experimentar la atracción que ejercen sus montañas y aldeas. Y así, tras ese encanto empezamos a explorarla, para lo cual utilizamos apropiadas motos como medio de movilidad en ese territorio tan particular.

 

 

Bali es un tesoro repartido en las laderas de sus volcanes, con hermosos templos y decorado por admirables arrozales distribuidos en terrazas. En nuestro recorrido evitamos Dempasar, la capital, una ciudad ruidosa y con mucho tránsito, que ofrece poco interés si no fuera por su museo y su intenso mercado donde las mujeres venden las sublimes canastas de flores o frutas que sirven de ofrendas.

Las playas se distinguen por sus bellezas incomparables que las singularizan. Kuta, larga playa con olas que atraen a los surfistas que gozan de desafiar la fuerza del mar, visitada por los hippies de otros tiempos, con sus mesas de masajes, algo típico en las playas balinesas, pero también habitada por elegantes hoteles exclusivos, como el Oberoi, un verdadero edén. Sanur es la playa protegida por un arrecife de coral, con sus aguas cristalinas y poco profundas para nadar, que además desaparecen con la marea baja. Los hoteles brillan entre la vegetación, la gente se amontona en la playa y usa calzado especial para no cortarse con el coral o ser herida por los erizos. Nusa Dua Beach se ha vuelto la playa más exclusiva por los hoteles de lujo que allí se levantan, como el Four Seasons.

 

 

Dentro de la isla, los pueblos inventan el arte de vivir en medio de una vegetación tropical, y las casas invitan a convivir con un orden mítico, porque siempre se abren con puertas que representan un mundo partido, dos manos que se unen en forma de rezo o de bienvenida. La gente es amable, sonríe permanentemente, los arrozales son como joyas extrañas sobre las laderas de los montes, mientras los trabajadores se reflejan en el agua y las mujeres se bañan en los arroyos. Son escenas maravillosas que hacen de Bali un universo celestial.

La primera excursión nos lleva a Mengwi, antigua capital de un poderoso reino, como lo atestigua Taman Ayun, el templo de los antepasados divinizados, construido en el siglo XVII. Rodeado por un foso de agua, se compone de varias capillas de piedra labrada y techo de palma, con representaciones de dioses, como Garuda (dios pájaro) o Hanuman (dios mono), y variadas representaciones míticas. Sangeh es un bosque sagrado habitado por una gran colonia de monos, tal como lo describe el Ramayana, que se han apoderado del templo Bukit Sari, molestando a los visitantes mientras en la copa de los gigantescos árboles se cuelgan inmensos murciélagos.

 

 

Recorriendo los caminos que serpentean entre los campos verdes aparece Tanah Lot, un escenario espectacular con el armonioso templo que corona una roca negra en el mar, azotada por las largas olas. Sólo es accesible con marea baja, entonces, una hilera de hombres vestidos con falda blanca y turbante amarillo suben las escaleras. La silueta del templo destaca sobre el mar azul y no alcanzan las palabras para expresar la belleza que se vive en cada crepúsculo.

Otro día de excursión nos lleva a visitar una serie de encantadores pueblos: Sukawati, con su colorido mercado y sus escuelas de danzas; Batuan, con su escuela de pintura y sus telas, el río maldito y el Templo de Blabhatuh; Mas, fundado por los brahmanes y famoso por sus escultores de madera que habitan las tiendas de la calle principal; Ubud, el núcleo del arte balinés, un pueblo que vive al ritmo de sus pintores, escultores y nativos, volteado hacia la quietud de su templo artísticamente labrado, armónico por la gentileza de sus habitantes y la elegancia de sus hermosas casas. Los campesinos exhiben sus gallos de pelea para que tomen sol, y un pintor enamorado de esta isla, el mexicano Francisco Covarrubias, decía que era para que los gallos se entretuvieran viendo pasar la gente.

 

 

La carretera sube hacia las laderas del volcán para revelar Tampaksiring, donde brota el manantial sagrado de Tirta Empul, produciendo burbujas extravagantes dentro del agua turquesa, en medio de un hermoso conjunto de templos de piedra labrada, donde los dragones acompañan las escaleras. Sus aguas son curativas y el lugar es un tesoro escondido en la vegetación, todo lo cual le confiere una atmósfera misteriosa.

Llegamos a 1,400 metros de altura, a la orilla del cráter del volcán Batur, desde donde se tiene una impresionante vista del lago rodeado de lava, inmerso en una vegetación tropical. Bajando por el camino escarpado hacia el este, al final de muchas curvas que descubren un paisaje hermoso de arrozales en terrazas, aparece Besakih, el templo más sagrado de Bali, al pie del monte Agung. Es un volcán de 3,142 metros, activo, cuya última erupción, en 1963, hizo desaparecer a mucha gente y nubló el ambiente debido a la gran cantidad de ceniza.

 

 

Besakih es un conjunto de 30 templos construidos en terrazas, dedicados a Brahma, Vishnu y Shiva. Con su gran escalera principal decorada por los dioses del mal a la derecha y los del bien a la izquierda, sus pagodas, sus altares y sus ceremonias que atraen a elegantes mujeres vestidas de amarillo y blanco, con blusas de encaje, y que llevan sus inmensas canastas de frutas o flores.

Al bajar, en los llanos aparece Klungkung, antigua capital real. Allí visitamos el Palacio de Justicia construido en el siglo XVIII, es una pirámide adornada con esculturas de piedra y rodeada por agua. Luce un hermoso plafón decorado por pinturas típicas que representan los suplicios para los culpables, el cielo y el infierno. En el recinto está el pabellón flotante, cuyas pinturas cuentan la historia del príncipe Sutasoha, una emanación de Buda.

 

 

Bangli es otro de los templos sagrados de Bali. Una de las más bellas puestas de sol que ofrece la isla de los dioses se ve desde el Templo de Uluwatu, anidado en el impresionante acantilado que vigila el mar. Al pie del acantilado se encuentra el mejor lugar para surfear, muy frecuentado por los mejores del mundo en este deporte, y famoso por sus olas largas y gigantes, además de sus cabañas de masajes que esperan a los deportistas al final del día.

 

Bali es un cuento que nunca acaba, una isla encantada que hechiza, un oasis de paz que brota de la naturaleza y siempre sorprende.

 

Luego de vivir tanta maravilla, zarpamos una mañana, cuando el sol empezaba a alumbrar el Puerto de Benoa, y contorneamos la Península de Bukit, siguiendo las playas de Benoa y Nusa Dua, después de haber pasado la isla plana de Serangan, famosa por sus criaderos de tortugas.

 

 

Los impresionantes acantilados azotados por las olas defienden esa parte sur de Bali. Y luego de pasar el Cabo de Uluwatu pudimos admirar las largas playas de Kuta y alcanzamos Tanah Lot para maravillarnos frente al templo, un mágico espacio donde viven los dioses del mar. Aquí depositamos las ofrendas antes de seguir nuestro camino hacia el oeste.

Entonces, se abre el paisaje insólito de la costa: rocas negras y largas playas donde rompen olas de más de tres metros de altura, un litoral desierto, desconocido por los turistas, paraíso del surfing, con remotas aldeas y pocos pescadores. Pasando la Punta de Negara dejamos el océano Índico para entrar en las aguas más tranquilas del Estrecho de Bali, donde encontramos finalmente el primer lugar donde atracar, Gilimanuk. Es un sencillo puerto natural, donde se toma el ferry que en 30 minutos llega a la Isla de Java. No hay mucho que ver o hacer en ese lejano puerto que vive al ritmo de los transbordadores, a la orilla de la densa selva, sin embargo, es el albergue ideal para comer y pasar la noche. Por la mañana, las aguas del Estrecho son extrañamente serenas, momento ideal para navegar y pasar la punta noroeste. Al penetrar en el mar de Bali descubrimos un espejo brillante, un mar quieto, sin brisas, lo que nos obligó a navegar con motor. Al contrario de la costa suroeste, aquí no hay olas, los fondos son muy bajos y hay muchos pescadores con sus prahus, embarcaciones de vela con flotadores laterales.

 

 

La Isla de Menjangan parece flotar a la entrada del Golfo de Teluk Trima, y pasando los enclaves rocosos de Banyuwedang, donde se alojan los pescadores, se abre una larga playa de arena negra hasta llegar al Puerto de Seririt. Es el paraíso para pescar y observar con un simple visor los fondos coralinos, a tan sólo 300 metros de la costa, barrido por una leve brisa, pero con vientos muy escasos. Al acercarnos a la inmensa playa negra de Lovina nos encontramos con muchos delfines, que nos acompañaron al atardecer. Es un lugar muy apacible, lejos de los senderos turísticos, donde se pueden apreciar los suntuosos crepúsculos y amaneceres en el mar.

Entramos entonces en el Puerto de Singaraja, el primer ancladero creado en la isla y antigua capital en el periodo colonial holandés. Es una ciudad tranquila, ideal para descansar del mar, comer excelentes mariscos y comunicarse con la gente que es muy acogedora. Los barcos anclados en el puerto cargan el café que se produce en la región, y el mar se muestra animado por un constante movimiento marítimo. Los templos del norte, más macizos y barrocos, son diferentes de los del sur, y ofrecen otras atracciones. El sol alumbraba las aguas quietas del amanecer, y luego de pasar la punta norte de Bali se levantó un viento que permitió adelantar más rápidamente, para pasar esa costa desértica, al pie de los volcanes, con altos árboles que esconden unos pueblos de pescadores. El sitio de Tulambsen, con los restos del carguero americano Liberty, es un extraordinario lugar para bucear. Ese barco fue alcanzado por el tiro de un submarino japonés el 11 de enero de 1942, y sus aliados lo encallaron en la playa para salvar su cargamento. En 1963, con la erupción del volcán Agung, la lava llegó a la costa y empujó el barco, que se hundió a 25 metros de profundidad y a 30 de distancia de la playa de piedras negras. Éste se ha vuelto el paraíso para los peces de colores de todos los tamaños y para los buzos.

Navegando hacia el este aparece Amed, un auténtico pueblo de pescadores a la orilla de la playa de arena negra, donde los prahus realizan un verdadero baile sobre el mar, actores de un inusitado espectáculo como de extrañas libélulas. La costa norte de Bali es la costa del sosiego, de asombrosos fondos coralinos acompañados por peces hermosos y de prahus navegando a lo largo de las playas negras.

 

 

 

Lombok

Al llegar a la punta más oriental de Bali, guardada por el monte Seraya, de 1,140 metros, penetramos en el Estrecho de Lombok. Y aprovechando la buena brisa lo cruzamos para llegar a la zona de Tanjung, Isla de Lombok, y atracar en la Bahía de Medana, donde se esconde el estupendo hotel Oberoi, diseñado con exquisito gusto a la orilla de la playa de arena blanca, y que cuenta con un muelle. Es el paraíso del buceo, muy cerca de la orilla o alrededor de las islas (Gili Air, Meno y Trawangan) el mar es grandioso y los fondos espectaculares, verdadero acuario natural con playas de arena blanca. Después de esos días de navegación, fue un inmenso placer gozar de una maravillosa cena en el Oberoi, a la luz de las velas y sintiendo el juego de la brisa entre las palmas.

La costa oeste hasta Ampenan es una sucesión de encantadoras bahías, con playas de arena dorada bordeadas de palmas de coco al pie de las montañas, arrecifes de coral, pueblos de pescadores, prahus que iluminan el azul del mar: un verdadero edén para el culto al sol. Senggigi, antiguo paraíso invadido por el turismo y los grandes hoteles, es famoso por sus impresionantes atardeceres cuando el sol se pone detrás del volcán Agung de Bali. Después de recorrer esas bahías llegamos al pequeño Puerto de Ampenan, que nos permite atracar para visitar la isla.

 

 

Lombok revela su vida tranquila, sus arrozales donde la gente trabaja bajo el sol impasible, sus montes verdes de selva, el pueblo de Sukarara, famoso por sus tejedores, el de Penujak y sus alfareros, las montañas con sus ríos y colonias de monos, como la Pusuk Monkey Forest. Las mezquitas dominan los pueblos. Lombok es un albergue de paz y belleza. Navegando hacia el sur, a lo largo de la costa plana, pasamos por Lembar, un pequeño puerto que se despierta con el movimiento del ferry de Bali, y entonces surge la costa accidentada y protegida, sembrada de pequeñas islas, como Gili Nanggu y Gili Gede, paraíso del buceo. Pasando Bangko-Bangko el mar se abre a las grandes y largas olas, playa soñada para los amantes del surf.

 

Lombok es un albergue de paz y belleza

 

Zarpamos con buen viento hacia el noroeste, para alcanzar Bali en un poco más de cuatro horas, y llegamos a la impresionante playa de arena negra de Ujung, donde descansan los prahus con sus colores vivos. Hacia el sur aparece Candi Dasa, con su larga playa, su arrecife de coral de bellos fondos habitados por variados peces, sus numerosos hoteles, aunque demasiado poblada.

Padangbai es una playa desolada de arena negra, donde fue creado un puerto muy activo y poco hospitalario, que permite atracar para pasar la noche y embarcarse en el ferry hacia Lombok.

 

 

Nuestro último día de navegación lo dedicamos a descubrir la isla de Nusa Penida, con sus bellas playas de arena blanca en el norte y una costa tormentosa en el sur, con sus inmensos acantilados, algunas pequeñas bahías con hermosas playas solamente accesibles por unas vertiginosas escaleras y un mar lleno de tiburones.

Nusa Lembongan, una pequeña isla satélite de cuatro kilómetros de largo, especializada en el cultivo de algas destinadas a la industria cosmética, es otro paraíso del buceo. Finalmente, navegamos a lo largo de la agradable playa de Sanur, protegida por su arrecife de coral, y llegamos de regreso a Benoa.

 

Auténtico paraíso

Meditando frente a la espectacular puesta de sol desde Uluwatu, en lo alto del acantilado, acompañado por el rugido de las fuertes olas, las imágenes de armonía me invaden: sublimes templos, dioses hindúes, tranquilas mezquitas, monos ladrones, hermosas bailarinas, sublimes paisajes de asombrosos volcanes brotados de magníficos arrozales. Bali y Lombok invitan a un profundo recogimiento y sus sorprendentes mares exaltan los momentos de serenidad: auténtico paraíso. 

 

 

Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney