{socialbuttons}

 

 

De islas en islas, Indonesia es un verdadero sobresalto de diferentes culturas y paisajes, un viaje que seduce por su variedad y originalidad. Aunque habíamos realizado diversos viajes a ese inmenso país, un archipiélago compuesto de 17 400 islas, decidimos navegar por algunos puntos de gran interés como Irian Jaya, Flores, Komodo, Lombok, Bali y Sulawesi, Borneo y Yakarta.

 

Irian Jaya-Papúa

Aterrizamos en Jayapura, en la costa norte de Irian Jaya, la parte más oriental de Indonesia, donde nos esperaba nuestro yate. Después de visitar el puerto, descubrimos la playa de Tanjung Ria, cerca del mercado el Hamadi, donde tuvo lugar la invasión aliada el 22 de abril de 1944, y terminamos el día comiendo unas deliciosas langostas. Tomamos el avión que nos dejó en Wamena, en medio del valle del Baliem, el corazón a más de 1800 msnm rodeado por montañas de más de 4500 msnm. Aterrizamos en medio del pueblo y cual fue mi sorpresa al bajar del avión al encontrarme con los papúes casi desnudos en las calles; los hombres van ataviados solamente con una calabaza  llamada Kotekas, detenida por un hilo, y las mujeres llevan sólo una falda de paja y una bolsa o Noken que cuelga en su espalda. El principal grupo étnico lo constituyen los Dani, pero también encontramos Yali y Lani, todos de piel oscura y pelo rizado. Su primer contacto con el hombre blanco se remonta a 1938 cuando el piloto Richard Archbold, sobrevolando el valle donde corría el río Baliem, una zona considerada deshabitada, notó unos campos de cultivo y descubrió por primera vez a los Dani. La Segunda Guerra Mundial preocupaba al mundo, y no fue sino hasta 1954 que el primer misionario, Lloyd Van Stone fue dejado en paracaídas y el hombre blanco empezó a colonizar la zona. Un aeropuerto fue construido y todavía la carretera que viene de Jayapura no está terminada. 

 

image Ampliar
 
 

Cuando fueron descubiertos, los Dani eran caníbales, y todavía hoy en día las mujeres siguen con la costumbre de cortarse una falange cuando se muere un pariente en la familia, por lo que es común observar mujeres con todos los dedos cortados, menos el pulgar que siempre se conserva. Las viudas llevan un tiempo la cabeza del marido difunto en su noken y se untan la cara con una tierra blanca. Los hombres famosos y admirados han sido momificados con humo y algunas momias pueden ser visitadas en algunas aldeas como Akima y Jiwika.

Pasando el primer choque cultural, nos dimos cuenta que también mucha de la gente iba vestida, y caminamos aturdidos en las calles hasta llegar al hotel, descubriendo un mundo insólito. Algunos hombres llevaban los colmillos de jabalí insertados en la nariz, lo que les daba un aire amenazante. Visitamos el mercado donde pudimos observar todos los tamaños de calabaza-kotekas, de rostros, de noken, la gente se saluda agarrando la cabeza del amigo, se sientan a platicar, compran lo esencial y descubrimos que el puerco y el camote son la base de su alimentación.

Nos lanzamos por la única carretera que serpentea en el valle, siguiendo el río que se vuelve torrente al final del desfiladero para bajar hacia la selva. Visitamos una aldea donde las casa redondas típicas son de paja y la aldea está cercada por una barda de madera. Nos recibió el jefe con sus acólitos y se pusieron sus adornos de plumas para que tomáramos la foto con sus arcos y flechas. El jefe se impresionó porque  yo tenía una cicatriz más grande que la suya y nos volvimos íntimos amigos, a pesar del olor fuerte que emanaba de su cuerpo. Por otro sendero caminamos 3 horas observando las aldeas, pasando unos ríos caudalosos por unos puentes precarios de madera, y alcanzamos un pueblo donde había fiesta: bailaban con hierbas que llevaban para cubrir los hornos escarbados en la tierra donde habían colocado unas piedras calientes sobre las que colocaban los puercos y sellaban el hoyo con las hierbas. Las mujeres observaban el trabajo de cocinero de los hombres, a muchas les faltaban varias falanges, algunas sacaban los piojos de las otras, algunos niños llevaban el uniforme de la escuela, señal de su modo de vestir tan fascinante.

Antes de tomar el avión de nuevo, visitamos la momia de un ancestro importante, venerada y cuidada por el jefe del pueblo, y dejamos Wamena con tristeza, seguros de que ese enclave surgido de la edad de piedra estaba en vía de desaparecer, de ser propulsado en el siglo XXI. El karaoke y la computadora habían hecho su aparición dentro de la sociedad que surgía de la edad de piedra.

 

image Ampliar
 
 
 

Biak

Salimos del puerto de Jayapura en dirección del oeste, cruzando por varias islas a lo largo de la costa de Papúa, para alcanzar la isla de Biak, en la bahía de Cenderawasih, en medio de su archipiélago de atolones, arrecifes y corales. Kota Biak es el puerto y la ciudad importante de la isla donde la población de origen melanesio tiene la piel oscura y el pelo rizado también, por ser otra rama de papúes. Las playas descubren su coral en la marea baja y visitamos las aldeas escondidas entre la selva tropical, unas cavernas que habían servido de escondite a los japoneses en la II Guerra Mundial porque ellos instalaron una base importante en Biak, lo que provocó la batalla del mismo nombre cuando Estados Unidos tomó la isla. Visitamos el jardín botánico donde observamos una gran variedad de orquídeas de la región, extrañas y coloridas, y en el pequeño zoológico descubrimos la legendaria ave del paraíso cuya suntuosa larga cola se usaba para adornar los sombreros de las mujeres al principio del siglo XX. Una enorme serpiente quiso atacar su cuidador mientras la cargaba y nos sorprendió la gran variedad de loros con colores fascinantes pasando del rojo vivo al azul profundo. Un grupo de jóvenes nos presentó el baile tradicional, Yosim Pancar, acompañados por la música de un tipo de ukulele.   

Navegamos entre los atolones y nos detuvimos en una isla de arena blanca donde vivían unos pescadores que nos ofrecieron unos cocos para refrescarnos. El mar estaba tranquilo y caliente, azul turquesa, la gente sonriente, las palmas de coco ofrecían la sombra para escapar del calor que barría la brisa marina, la isla tenía sabor a paraíso. Navegando entre lo atolones descubrimos muchos barcos hundidos que datan de la guerra y buceamos cerca de uno de ellos, alrededor de un soberbio arrecife de coral para descubrir una inmensa variedad de peces de todos los colores que creaban un edén submarino.

 

image Ampliar
 
 
 

Flores y Komodo

Navegamos 3 días corridos, pasamos la gran península de Irian Jaya Barat, seguimos el estrecho entre las islas frente a Kota Sorong para entrar en el mar de las Molucas. Nos detuvimos en la isla de Maluku para gozar de las hermosas playas y visitar los pueblos de pescadores como Kemarian donde las lanchas con flotadores adornaban las playas o bogaban sobre el mar tranquilo. Descansamos un momento en la fabulosa playa de Hunimua en Ambon, con su arena blanca y su mar transparente de color turquesa, y en la bahía de Aboru con sus acantilados cubiertos de selva que se precipitan al mar. Finalmente alcanzamos la parte occidental de la larga isla de Flores donde la mayoría de la gente es cristiana y donde los volcanes albergan unas impresionantes lagunas. Atracamos en el pequeño puerto de Labuan Bajo, al pie de unas colinas cubiertas de selva que dominaban una bahía salpicada de islas. Unas playas de arena blanca y mar de color esmeralda nos invitaban a gozar del calor tropical mientras el atardecer pintaba el cielo de colores rojos y anaranjados que giraban al morado. Era una tarde fabulosa, degustábamos unas langostas en uno de los restaurantes cerca del muelle, el ambiente se saturaba de humedad, unos relámpagos caían a lo lejos. 

Temprano zarpamos por el mar de Flores, navegando entre islas y penínsulas hasta alcanzar la isla de Komodo declarada parque nacional. Nos anclamos en la hermosa bahía donde el mar de color jade lamía las playas de arena blanca al pie de las colinas áridas y amarillas. Después de registrarnos en la entrada del parque, tuvimos enseguida nuestro primer encuentro con el famoso dragón, el varano más grande y feroz del mundo que puede alcanzar de 2 a 3 metros de largo y pesar 70 kg. Estaba en su propio hábitat, la isla donde se ha conservado. Es un reptil carnívoro extremadamente peligroso que ataca con su potente cola o muerde a su presa hasta matarla, y su saliva contiene tantas bacterias que si el animal no ha muerto, lo hará por infección y el dragón lo devorará entonces. Comen también mucha carroña. Unos ejemplares se encontraban cerca de la caseta y el cuidador echó un gallo que no tuvo tiempo de reaccionar cuando ya se encontraba en la boca del dragón, gritando su último canto. Nos llevaron, protegidos por unos guardianes, por la isla, observando las orquídeas, los loros y las cacatúas salvajes, hasta encerrarnos en un pequeño mirador cercado donde podíamos observar una gran cantidad de dragones. En ese lugar acostumbran alimentarlos con cabras 2 veces a la semana y por eso se juntan aquí. Eran impresionantes, nos miraban con mucho deseo de comernos, sus colas parecían armas mortales, sus bocas eran como trituradoras con más de 60 dientes y sacaban su larga lengua amarilla. Cuando nos movíamos nos asustábamos porque sólo unos palos nos protegían y los guardias no llevaban escopeta. 

De regreso observamos unos venados de Timor que son la comida favorita del dragón, así como los jabalíes, y queríamos llegar a la playa para nadar y refrescarnos. Encontramos unos dragones vagando por la playa, uno de ellos estaba nadando, lo que nos convenció para no echarnos y zarpamos para alejarnos de ese maravilloso santuario donde vive uno de los animales más peligrosos del mundo y que ha devorado varios hombres.

 

image Ampliar
 
 
 

Lombok

Navegamos por el mar de Flores que está un poco más protegido y pasamos la gran isla de Nusa Tenggara con sus montañas áridas muy deforestadas, para encontrarnos con la parte norte de la isla de Lombok donde se alzan los volcanes cubiertos de selva y nos anclamos en la pequeña bahía de Medana, frente al suntuoso hotel Oberoi donde nos alojamos en una de las maravillosas villas con piscina privada y gozamos de la excelente cocina. Descansamos 3 días en el lujo para dejarnos consentir, disfrutando las vistas, las playas y el buceo en las islas cercanas. Visitamos algunas partes de la musulmana isla de Lombok con sus talleres de alfarería, de tejedores y pintores, con sus pueblos escondidos entre los arrozales. Reanudando nuestra navegación seguimos la costa de Lombok, admirando las hermosas playas de arena blanca protegidas en bahías rodeadas por montes cubiertos de selva lujuriante.

 

Bali

Cruzando el estrecho alcanzamos el puerto de Benoa en Bali donde dejamos el yate por 6 días. Bali se saborea disfrutando los sabores de la isla soñada por los dioses, mezcla de colores, música, bailes, paisajes creando la fantasía perfecta. Bali, la hindú, es un oasis de paz e imperecedera belleza, su encanto nos envuelve por magia en medio de la vegetación tropical que mezcla el verde claro de los arrozales con los templos poblados de dioses de piedra cubiertos de musgo, con la gente y el clima caliente. Bali invita a meditar y relajarse, se saborea, deleita los ojos, el paladar, el oído, mientras el cuerpo vive al ritmo de la lujuria de la naturaleza.

El capitán Cornelis de Houtman fue el primer europeo en llegar a la isla en 1597 y regresó a Holanda con la mitad de sus hombres, la otra mitad nunca se quiso ir. Famosa desde los años treinta gracias a un grupo de artistas, Bali es el tesoro al final del arco iris, un cuento mágico con senderos armoniosos.

Nos instalamos primero en el hotel Four Seasons Jimbaran Bay localizado en la playa con sus sofisticadas villas balinesas con alberca personal y una vista soberbia. Sus restaurantes, su Spa y sus jardines crean un nido idílico inmerso en un ambiente espiritual y místico. Luego nos alojamos en el Four Seasons Sayan, situado en medio de una barranca donde corre el río sagrado Ayung, cerca de Ubud, sorprendente por su arquitectura. La entrada se hace por el techo donde se diseñó un estanque con nenúfares, ideal para meditar al atardecer, volando como si fuese el paraíso. Sus villas con alberca, su Spa, su exótica cocina, su alberca junto al río forman un conjunto digno de alojar a los dioses y maravilloso para crear un ambiente exótico y romántico.  

Como siempre, Bali nos recibió con cariño: Denpasar, la capital, ofrece un mercado muy colorido; Sanur, con su arrecife de coral que la protege, es una playa de aguas tranquilas cristalinas. Kuta es la playa de las olas donde los surfers desafían el mar, los hippies  de otros tiempos pasean, o donde se disfrutan los masajes. En la península sur de la isla se encuentra Nusa Dua Beach, el lugar más exclusivo y espectacular con sus aguas transparentes. Visitamos la isla en coche y en moto, con el placer de descubrir un armonioso mundo de naturaleza, gente, templos, pueblos y animales. En Sangeh nos recibieron los macacos que son los reyes de la selva y se apoderaron del templo Pura Bukit Sari de la misma manera con la que se apropiaron de las bolsas de cacahuates o frutas. En Mengwi, antiguo poderoso reino de la dinastía Gelgel, admiramos el templo de los antepasados divinizados, Pura Taman Ayun. Rodeado por un foso de agua, se compone de varias capillas de piedras labradas que inventan dioses, dragones, Garudas (dios pájaro) y Hanumán (dios mono), con techos de paja. La gente acudía llevando coloridas ofrendas de flores y frutas que colocaban frente a los diferentes altares. Llegamos a Tanah Lot, el intrigante templo construido sobre un pequeño peñón en la costa, accesible a marea baja, isla adornada con hermosos templos azotados por las olas. Observamos la peregrinación, los hombres vestidos de amarillo caminaban por las rocas para subir a los altares, llevando ofrendas y música. Lugar de ensueño, cuando se acostaba el sol, admiramos su misterio que se acoplaba al ritmo del mar, espectacular escenario único en el mundo.

 

image Ampliar
 
 

Nos paseamos por Ubud y Mas, los encantadores pueblos que hechizan. Mas, cuna de Brahmanes donde se estableció el primer sacerdote Danghyang Nirartha en el siglo XV, nos sorprendió porque es la cuna de los ebanistas. Ubud, gran mercado de arte, vive al ritmo de los campesinos que exhiben sus gallos de pelea y nos sedujo. El pintor mexicano Covarrubias, eterno enamorado de la isla, decía que era para que los gallos se entretuvieran viendo pasar a la gente. Paseamos por varios pueblos que ofrecen una atmósfera muy acogedora por el estilo de sus casas de ladrillos rojos, sus esculturas de piedra gris, sus entradas que parecen 2 manos juntas invitando a pasar, recubiertas de musgo gracias al calor y la humedad constante. En Goa Gajah, la cueva del elefante, admiramos la fantástica entrada tallada en la roca que reproduce animales, hojas, olas y demonios, entre los arrozales escalonados. Fue un gran placer andar en bicicleta por los arrozales, saludando a los campesinos y llegando a aldeas adornadas de flores y templos.

La carretera nos subió hacia el volcán como si fuera un sendero hacia el paraíso, en medio de selva con orquídeas en flor, palmas de coco, arrozales en terrazas donde corría el agua en canales de riego en los que se bañaban las mujeres de piel dorada y ojos almendrados. En Tampaksiring visitamos los antiguos manantiales sagrados que liberan unas aguas turquesas por las bocas de los dragones de piedra, rodeados por templos. En la cima, nos sentamos para observar el lago que habita el cráter del volcán Batur de 1720 m. Las nubes, cegadas en las cimas, hacían un baile entre los árboles y los templos recordando la magia de las danzas. En Bangli nos impresionó la diosa Kala Makara, con su horrible cara y sus manos extendidas, que detiene a los espíritus para impedirles el paso. Cada balinés tiene que visitar ese templo por lo menos una vez al año. Las curvas de la carretera nos subieron por las laderas del volcán Gunung Agung (el más alto y sagrado de la isla, 3140 m.) entre un panorama digno de los dioses con arrozales en terrazas, hasta llegar a Besakih, el más sagrado de todos los templos, a 900 m de altura. Es un conjunto de 30 templos en terrazas comunicados por escaleras y puertas que son torres divinas abiertas en la mitad. Una ceremonia animaba el templo y las mujeres con su pelo adornado con flores, sus blusas de encaje, llevaban sus ofrendas mientras los hombres con sus bufandas de cuadros negros y blancos en la cintura rezaban en los patios de los templos. Fue un festín de colores al sol brillante de la tarde tropical que espantaba las nubes negras amenazadoras. Terminamos nuestra visita con Klungklung, en la planicie costera, la antigua capital del primer reino de la isla, donde luce su palacio de justicia. Como una pequeña pirámide adornada de esculturas de piedra y rodeada por agua, destaca por su techo decorado por frescos describiendo el cielo y el infierno al estilo balinés.

En Bali, cada aldea tiene su club musical y nos dedicamos a descubrir el encanto de los diferentes bailes acompañados por el Gamelan: El Barong con sus hermosas bailarinas rodeadas de dragones y monstruos, el Lelong con sus bailarinas doradas, el Baris que glorifica la guerra, el Kebyar y el Jauk, el Janger que flota al ritmo de la flauta, el Oleg Tambulilingan con su dúo amoroso, el Ramayana que cuenta la mítica historia del poema épico Hindú. El Kecak es una danza hipnotizante al ritmo de las voces de 150 hombres, repitiendo con diferentes ritmos la palabra  “chak a chak” en la tenue luz de la antorcha. Las danzas de Bali nos envolvieron en un espejismo con ritmo vibrante.  Wayang Kulit (teatro de sombras) es el otro mundo dramático esencial, un arte antiguo en donde los títeres de cuero actúan a contra luz para contar el Mahabharata.

Bali es un conjunto de tantas bellezas, desde su naturaleza hasta su música y sus bailes, es una isla soñada por los dioses hindúes hecha realidad para el gusto del hombre.

 

image Ampliar
 
 
 

Sulawesi

Nos fue muy difícil dejar ese paraíso y peculiar nirvana vde los dos hoteles v Seasons y del fascinante mundo de Bali, pero emprendimos nuestra navegación con sabor a aventura, sabiendo que íbamos a descubrir un nuevo mundo en la isla siguiente. Rumbo al norte, cruzamos el mar de China para alcanzar la misteriosa isla de Sulawesi que se conoce como las Islas Célebes. Nos detuvimos un corto día en Ujungpandang, la animada capital, para seguir nuestra navegación hacia el norte y dejamos el yate anclado en la cerrada bahía de Bacukiki donde el vehículo 4x4 nos esperaba para llevarnos al fabuloso país de los Toraja. Atravesamos las colinas y acantilados adornados de suntuosos arrozales donde lo verde de la vegetación se reflejaba en el agua, la selva enmarcaba ese paisaje que parecía una pintura naif, y finalmente entramos en Tana Toraja, la región de los Toraja, marcada por una puerta en forma de las casas con largo techo de dos aguas. 

La mayoría de la población es cristiana con sus peculiares ritos llamados Aluk To Dolo (tradición de los ancestros): los ritos funerarios son elaborados y complicados, entierran a la gente en cuevas en los acantilados, colocando figuras de madera vestidas que los representan, sus casas impresionan por su alta pendiente con paneles decorados y se llaman Tongkonan. Es una región hermosa y verde que ofrece el placer de observar a la gente y sus costumbres. Nos instalamos en un encantador hotel muy cerca de Rantepao, donde las orquídeas adornaban el jardín y la selva englobaba ese pequeño paraíso, y desde esa base visitamos los pueblos o aldeas típicas: Makale, Sangalla, Sangalangi, Wara Utara. Visitamos uno de los acantilados-cementerio de Pala’ Toke’ donde el inmenso acantilado se ha utilizado para enterrar a los ancestros. Unos balcones se han escarbado en la roca y en ellos se asoman las figuras que representan a los muertos que están enterrados en ataúdes depositados en cuevas hechas o naturales. Esas figuras de madera se llaman Tau Tau, miran hacia los arrozales y la gente cambia regularmente los vestidos. Nos impresionó mucho ver esas figuras que nos miraban como si fueran fantasmas del pasado. Visitamos el sitio de Lemo que es muy similar con unas impresionantes galerías de ancestros. 

 

image Ampliar
 
 

En una pequeña aldea, nos detuvimos para ser invitados a una ceremonia funeraria. La gente estaba instalada en casitas con balcones que daban a una plaza de tierra y en ella habían sacrificado unos 5 búfalos antes de que llegáramos. Les habían quitado la piel y estaban repartiendo la carne. Una orquesta estaba tocando, la familia del difunto estaba instalada en el balcón más decorado y los invitados que llegaban los saludaban. El sarcófago estaba cerca de ellos y seguro que contenía a un personaje muy importante de la aldea por la dimensión del ritual funerario y la cantidad de búfalos sacrificados. Unos puercos gritaban, listos para ser sacrificados también. El conjunto de la ceremonia con todos los detalles nos impresionó y dejamos el recinto con la sensación de haber estado en otro planeta, en un mundo desconocido e intrigante.

Los búfalos de agua son sagrados y la riqueza de las familias se muestra por la cantidad que posee. Veíamos los niños cuidándolos junto a los arrozales, muchas veces montados en sus espaldas, mientras unos abuelos pescaban en los hoyos dejados a propósito en medio de los arrozales. El paisaje era hermoso y visitamos varias aldeas con sus largas casas de techo curvo con sus picos muy salidos y que recordaban el cuerpo de un barco al revés. Las casas o Tongkonan estaban alineadas para crear una calle central y entre las casas se alzaban los graneros. Los muros de madera estaban labrados y pintados en rojo, negro y amarillo, decorados con elegancia, lo que daba a cada aldea mucha belleza.

En uno de los pueblos visitamos el acantilado junto al cual los sarcófagos habían sido depositados a lo largo de un camino que subía lentamente. Muchos de ellos se habían abierto y los huesos estaban expuestos con mucho respeto, la madera de los sarcófagos estaba cincelada con elegancia; unos colgaban del acantilado y eran los que contenían unos cuerpos de niños, uno tenía un espacio privilegiado bajo un techo y era el de un personaje muy venerado. Ese cementerio abierto era un lugar macabro y fascinante.

Después de visitar las aldeas, los arrozales y acantilados, los ríos y cascadas que corrían por ese hermoso escenario, abandonamos Tana Toraja con el sabor de haber penetrado en un mundo preservado lleno de tradiciones ancestrales y quisiéramos cerrar la puerta y dejarlo olvidado para que se preserve tal cual. Regresamos a la costa para subirnos a nuestro yate y seguir la navegación.

 

 

Borneo

Atravesamos el estrecho de Makassar, alcanzamos el puerto de Kota Balikpapan, en la parte Indonesia de la isla de Borneo, que brillaba con la luz del sol que alumbraba la costa. Después de cargar combustible y alimentos, seguimos bordeando la costa cubierta de selva y playas de arena blanca hasta llegar a Kumai, una pequeña aldea cerca de Pangkalan Bun, donde alquilamos una lancha local llamada Klotok de 12 m de largo, para internarnos en el río. En su orilla crecen las palmas de agua, veíamos unos monos que habitaban las ramas altas de los árboles y finalmente alcanzamos el Lodge donde nos alojamos, rodeados por los macacos que corrían por todo el hotel. Al día siguiente nos internamos en el parque nacional de Tanjung Puting y descubrimos el camp Leakey donde los orangutanes son reintroducidos en la selva. Es en ese parque que la Dr. Birute Galdikas ha estudiado durante décadas el comportamiento de los orangutanes. Aquí tuvimos unos encuentros muy interesantes con esos grandes simios y uno de ellos, que la gente llamaba The Boss, era enorme y amenazante aunque se veía tranquilo pero nadie se acercaba a él. Una hembra lo atraía, la abrazaba, y ella se dejaba querer, con una mirada dulce.

 

image Ampliar
 
 

Paseamos por la selva, encontrándonos con orangutanes de diferentes edades y desiguales actitudes, unos tímidos, otros nos subían encima, otros nos tomaban la mano para caminar, una madre llegaba con su hijo y tomó el cepillo de dientes de uno de nuestros acompañantes y le lavó los dientes al pequeño, imitando al hombre. Dentro de la selva, los hombres les llevaban frutas y aparecieron más de 10 simios, era un verdadero espectáculo el ver esos animales tan parecidos al ser humano, semi salvajes, en su propio hábitat. La mayoría de ellos habían sido mascotas del hombre y estaban reintroducidos en la vida silvestre, algunos traían amigos de la selva y otros eran completamente salvajes que no temían al hombre. Estábamos encantados con esos encuentros fabulosos, observando los monos gibones y narigudos, unos jabalíes  y la naturaleza, las orquídeas, las mariposas, algunos pájaros como los cálaos (hornbills) y martines pescadores, los árboles y sobre todo los orangutanes.

Navegando con el klotok, seguimos río arriba para visitar un pueblo creado por el hombre para buscar oro. Habían desmontado la selva, arrasando con todos los árboles para buscar oro en la arena que sólo quedaba. Nada crecía ya en ese suelo tan pobre, el calor era el del infierno, las cabañas de madera eran el único refugio de sombra y la gente vivía en ese lugar insalubre, filtrando la arena con los tamices en busca del polvo tan valioso, arriesgando su salud y su vida en ese averno. 

Regresamos al Lodge para disfrutar del atardecer, viendo los macacos corriendo por los andamios de madera o los techos, y gozamos la velada con los jóvenes que improvisaron un concierto de música local e internacional. Al día siguiente, navegando por el río, observamos más de los orangutanes y alcanzamos nuestro yate.

 

image Ampliar
 
 
 

Yakarta

Finalmente atravesamos el mar de Java para llegar a Yakarta, la gran capital con un barrio con sabor a colonia holandesa, donde dejamos el yate en la marina. Gozamos de ese barrio con sus bares y restaurantes, disfrutamos la vida moderna de la ciudad con sus centros comerciales y su tumulto. Yakarta nos absorbió con sus bares y la gran mezquita, sus centros comerciales y sus jardines

El viaje había terminado y teníamos la mente llena de imágenes suntuosas atadas a unos recuerdos dignos de las aventuras de Indiana Jones. Indonesia, como siempre, nos había sorprendido, fascinado, conquistado y con ganas de regresar con más tiempo y conocer más a la gente extraordinaria. Seguíamos soñando con la gente de Bali o los Toraja, con los papúes y el dragón de Komodo, con los orangutanes y las playas de arena blanca. Indonesia es un verdadero libro de aventuras exóticas con sabor a calor tropical y frutas delicadas en medio de los perfumes de la selva.

 

Texto:  XX ± Foto: Patrick Monney , Embajada de Indonesia