Este viaje, aunque ya estaba planeado con anticipación, comenzó igual que muchos otros, a las carreras, pero también lleno de alegrías y optimismo. Así fue como el 22 de octubre me encontraba en el avión para realizar un viaje al otro lado del mundo. La travesía sería pesada pero muy amena, pues sentado junto a mí se encontraba el entusiasta de Armando Gasse que, al igual que yo, tenía unas ganas enormes de sumergirse en las aguas de Indonesia.

Volamos de Cancún a Los Ángeles, lugar donde ya nos esperaban otros dos aventureros, Mario Gómez y Juan Barnad. Ya todos juntos abordamos el avión de  China Airlines en el cual volaríamos por casi 14 horas para arribar a Taipei. Llegamos molidos, con un cambio de horario terrible y con apenas unas horas para desentumir los músculos y tomar el próximo avión a Jakarta, aquí pasamos migración y aduanas pues ya es parte de Indonesia. Con muy poco tiempo para hacer la conexión, tuvimos que correr a un aeropuerto local para poder tomar el vuelo a Terakan, ya en Borneo, haciendo escala en dos pequeños aeropuertos.

 

 

Todo este largo viaje lo realizamos de un solo tirón pues teníamos una  cita con el resto de los expedicionarios, el Güero, Octavio y Alejandro, que ya se encontraban a bordo de la embarcación que sería nuestra morada por los siguientes 10 días. Llegamos realmente cansados pero con ganas de salir a navegar de inmediato, aunque fue necesario esperar una noche más pues el barco no había podido cargar combustible ni comprar víveres para la travesía, pues en la isla se estaba festejando la semana del Ramadán.

Navegamos en un mar en calma, aunque las nubes no dejaban de amenazar con soltar su llanto, hasta llegar a la isla de Pulau Semama, justo a tiempo para realizar una inmersión de transición diurna nocturna, con la gran sorpresa de que ahora la realizaríamos con los nuevos equipos de circuito cerrado, Evolution.

El día amaneció soleado y mientras preparaban los equipos de buceo el Güero nos insistió para que fuéramos a explorar la isla de Pulau Semama. Qué bueno que lo hizo, pues pudimos entrar en unos canales de agua transparente donde las tortugas encuentran refugio, los mangles tienen medidas enormes y en sus ramas anidan las águilas pescadoras. Las playas son suaves y de una blancura increíble.

 

 

Cuando regresamos al barco el sol calentaba con ganas, así que después de un breve desayuno nos preparamos para realizar la primera inmersión del día. Los guías nos recomendaron una pared, la cual tenía una profundidad de más de 100 metros, y acordamos no bajar más de 30 metros. Los paisajes que se abrieron ante nuestros ojos eran de fábula, los rayos de sol traspasaban fácilmente las claras aguas del mar, reflejando sus rayos en las escuelas de pequeños peces que pasaban veloces junto a nosotros. Nos estabilizamos a la profundidad acordada y aprovechamos la suave corriente que nos empujaba mientras pasaban frente a nosotros los corales de látigo, las enormes gorgonias, los corales cuerno de venado, los árboles de coral negro y un sinfín de cosas más que no podía identificar. Pero donde explotó la vida en su totalidad fue en las aguas poco profundas: los peces pargos, los cirujanos unicornios, los peces mariposas de varios colores, los peces chivitas. Era lo que habíamos venido a filmar, las imágenes que estábamos captando eran impresionantes, pero una vez más era tiempo de regresar al mundo de los terrícolas.

 

 

Mario, Octavio y Alejandro planearon la visita al lago de las aguamalas en la isla Maratua, qué experiencia tan magnífica poder nadar sin protección alguna, con cientos o quizá miles de estos seres marinos que son totalmente inofensivos para el ser humano. Aprendimos que se mueven junto con el sol y que perdieron su poder de defensa pues en el lago no tienen enemigos.

Así, poco a poco, nos fuimos acercando a la isla de Sulawesi, para visitar Baliugut, Motuo, Bunaken y Lambeh, famosos lugares de buceo, pues en sus fondo existen los conocidos pequeños gigantes, criaturas de formas y colores tan diferentes a los que estamos acostumbrados a ver que se requiere la presencia de un guía de la zona para que los pueda identificar. Los buceos se realizan muy cerca de la orilla y lo que buscamos son peces que parecen hojas y tenemos que esperar a que efectúen algún movimiento para poder verlos. Los caballitos de mar son los más pequeños del mundo, miden solamente dos milímetros y viven toda su vida en un solo coral.

 

 

 

Los peces mandarín hacen su aparición en cuanto el astro rey empieza a ocultarse. Los peces pipa, halcón, escorpión, lagarto, sapo, globo, incluso cangrejos, son tan pequeños que son difíciles de observar a simple vista, y los nudibranquios, esos caracoles sin concha, son los que adornan estos fondos con sus desafiantes colores y formas. Todos estos animales mencionados pasaron de ser un simple nombre para nosotros para volverse un recuerdo más obtenido por las lentes de las cámaras de mis buenos compañeros de buceo.

Más de 200 millones de personas viven en Indonesia, país al que llaman con orgullo Tanah Airkita, Nuestra Tierra, Nuestra agua.

 

 

Texto: Alberto Friscione Carrascosa ± Foto: Alberto Friscione Carrascosa.