UN ENCUENTRO INOLVIDABLE

El invierno es la mejor época para observar a las grandes especies marinas, que emigran con las corrientes, unas para reproducirse y otras para alimentarse. Me enteré de que en las Bahamas podríamos ver de cerca tiburones de las variedades tigre, limón y gris. Me puse de acuerdo con los amigos de siempre, en especial con Elí Martínez (que bucea con tiburones en todo el mundo), investigué en la red y cerré el viaje, con un barco sólo para nosotros.

Nos vimos en el aeropuerto de Miami y de ahí nos fuimos en una Van a West Palm Beach, donde nos esperaba el Dolphin Dream, de construcción de acero, nada elegante pero muy cómodo y bastante seguro para navegar. Emocionados, nos acomodamos en nuestros camarotes para la travesía hacia las la isla de Freeport, en las Bahamas. Retrasamos nuestra salida porque había un viento fuerte del norte, y aprovechamos para dar una vuelta por los restaurantes de la zona.

A media noche pusimos proa a Freeport y ya entrada la mañana llegamos a la marina de West End, donde pasamos aduanas y migración. Luego zarpamos, ahora con rumbo a Tiger Beach, donde nos aseguraron que podríamos tener encuentros muy cercanos con los tiburones tigre, limón, martillo y gris.

 

 

 

 

Al atardecer llegamos a Tiger Beach, aún con tiempo para nuestra primera zambullida. Falta mencionar que, desde antes de llegar, la tripulación del barco empezó a verter al mar un espeso concentrado de sangre y pescado, de olor muy poco agradable pero que les encanta a los grandes depredadores del mar.

Cuando el capitán soltó el ancla en un arenal, muy cerca del arrecife Fish Tail, ya todos teníamos puesto nuestro equipo de buceo y ansias por sumergirnos; pero nos apaciguamos al ver muy cerca de la plataforma del barco a varios tiburones de tamaño respetable rondándonos cerca de la superficie. Retomamos valor y seguimos el ejemplo de Elí, que era nuestro guía principal: saltamos al agua y nadamos al fondo, que no estaba muy profundo (unos 30 pies), para evitar ser presas fáciles de algún alocado tiburón.

Los primeros que nos rodearon fueron los curiosos tiburones limón, fácilmente identificables por su nariz puntiaguda, dientes de fuera y ese color tan peculiar. En segundo lugar llegaron los tiburones gris, que con velocidad asombrosa se llevaban la mayor parte de la carnada. Gozamos viendo estos bellos ejemplares un buen rato pero de los tiburones tigre, ni su sombra.

 

 

 

 

El atardecer anunciaba la llegada de la noche, nosotros ya llevábamos más 70 minutos bajo el agua y el frío empezaba a llegar a los huesos. De pronto, a lo lejos vislumbramos una silueta de color oscuro, más grande que el resto y que en pocos segundos creció todavía más. Los nervios de todos se tensaron; ya casi no teníamos aire en nuestras botellas pero debíamos de permanecer inmóviles para no ahuyentar al bello tiburón tigre que venía directo hacia nosotros. Elí nos había indicado que debíamos alinearnos formando un pasillo para que por en medio pasara el tiburón y comiera de su mano un gran trozo de pescado; nos aseguró que, una vez que probara el alimento, ya no se iría.

Así fue exactamente: cuando el gran tiburón tigre de casi 4 metros de longitud probó la comida, se quedó entre nosotros mostrando un carácter bastante amigable, aunque debo de confesar que una de las primeras veces que se acerco a Elí llegó a él con su enorme boca abierta. Mi asombro fue inmenso cuando vi que Elí tranquilamente se la cerró y, no contento con eso, se colgó del morro del tiburón y juntos dieron un corto paseo como si nada.

Mientras los últimos rayos del sol se filtraban con dificultad hasta el fondo, pudimos apreciar al impresionante tiburón tigre en todo su esplendor. Fue tan irreal que tuve la sensación de estar en un gran teatro. Era bastante corpulento al frente, pero su figura poco a poco se adelgazaba hasta llegar a la aleta caudal.

 

 

Ahora sé por qué lleva ese nombre: como el gran felino asiático, este tiburón presenta una serie de rayas oscuras transversales en el dorso y los costados, que se van difuminando con la edad. El cuerpo puede ser gris o azul claro, mientras su cara y vientre son de color blanco sucio. Pudimos apreciar que de su aplanada cabeza destacan una nariz chata y una boca de gran tamaño, con labios muy desarrollados. Otra de sus características notorias son sus orificios nasales, alargados y muy delante de su cabeza, casi en posición frontal.

Llamaron mucho mi atención sus grandes ojos circulares, bien acostumbrados a las grandes profundidades. Y qué decir de su grandes y poderosos dientes, podía ver su forma de gancho con sus bordes aserrados, capaces de romper el caparazón de una tortuga. Este tiburón tigre en particular fue bautizado como “Smiley” (sonriente) debido a una cicatriz que tiene en la mandíbula, ocasionada por algún anzuelo mata tiburones.

Tan fascinados estábamos con el espectáculo que no queríamos salir del agua. Por eso las últimas fotos que tomé fueron ya en la noche, cuando una tortuga llegó nadando tan campante entre 20 ó 30 tiburones limón y 2 tiburones tigre, sin que ellos le hicieran el menor daño. Así que, más allá de cualquier expectativa que tuviéramos antes de zambullirnos, quedamos maravillados ante este encuentro tan cercano como increíble con el depredador más temido de los mares, conviviendo con nosotros y con la tortuga en santa paz. ¿Acaso percibían nuestra buena intención y admiración hacia ellos? No sé tanto, pero después de bucear así con ellos siento la enorme responsabilidad de protegerlos por todos los medios posibles.

 

 

Texto: Alberto Friscione Carrascosa ± Foto: Alberto Friscione Carrascosa