El cine: mucho más que entretenimiento.

En cualquier punto geográfico, el cine suele ser la primera ventana por donde se conoce el mundo. ¿Quién no pasó incontables tardes entre balazos, explosiones y persecuciones, recorriendo las calles de San Francisco, Los Ángeles o Nueva York?, ¿quién no se sorprendió con los templos, montañas o calles de místicas ciudades asiáticas?

Definitivamente el cine es mucho más que entretenimiento, mucho más que arte; cada nueva película nos devela un nuevo destino; así, todos hemos construido un ambicioso itinerario de viaje, que nos ha llevado mucho más lejos de lo que cualquier hombre ha logrado llegar en la historia de la humanidad y un lugar del que no podemos prescindir es Roma. Esta ciudad cargada de historia y romanticismo es tan fotogénica que pareciera haberse construido pensando en el cine. Roma, la ciudad a la que Federico Fellini se refería como el “set viviente”. La cuna de muchos de los más impresionantes artistas, filósofos, músicos, arquitectos, e incluso, políticos de la historia.

Al caminar por sus calles se respira la historia de un pueblo que ha vivido, sufrido y creado muchos de los avances en derecho, política y filosofía que conformaron el mundo que hoy conocemos. ¿Pero qué es lo que hace que Roma haya sido a lo largo de la historia una de las locaciones más socorridas por la industria fílmica mundial?

 

 

Haciendo un recorrido por los escenarios más representativos de la ciudad, esto parece evidente. Tomemos como primer ejemplo la Scalinata della Trinità dei Monti que guía al visitante hasta la entrada principal de la iglesia de Trinità dei Monti. Apareció por primera vez en la pantalla grande en Roman Holiday, que convirtiera a Audrey Hepburn en una gran estrella; muchos años después serviría como escenario en To Rome with love, exquisita comedia de Woody Allen y en The talented Mr. Ripley, por mencionar sólo algunas.

Más allá de su evidente belleza, la historia de la escalinata es casi tan compleja como la de Spartacus (en la versión de Stanley Kubrick). En primer lugar, los estadunidenses se refieren a ella como The spanish steps, puesto que fue construida para celebrar el tratado de paz entre Francia y España para unir a la iglesia Trinità dei Monti, bajo influencia francesa con la Embajada de España. El proyecto tomó desde su concepción hasta su construcción casi 200 años y en él estuvieron involucrados dos Papas (Gregorio XIII y Clemente XI), diplomáticos franceses e incluso, el cardenal Mazarino, italiano de nacimiento, educado en Roma y sucesor del cardenal Richelieu. Es decir, para construir 135 escalones fue necesaria la intervención del Vaticano y las cortes española y francesa.

Ya desde ahí, su historia se antoja lo suficientemente intrincada como para convertirse en guion de película de Bernardo Bertolucci (otro director que usó la escalinata como locación en su película Besieged de 1998); por ejemplo, en cuanto a la trama, uno de ellos podría ser la narración del conflicto entre Francia y España; o bien, podría ser la biografía del cardenal Mazarino, autor entre otras cosas, del Breviario de los políticos, considerado un manual de los comportamientos necesarios para llegar al poder en aquélla época; o ya si queremos una trama muy al estilo Christopher Nolan (Interstellar, Inception, Memento, Insomnia y la última trilogía de Batman the Dark Knight) podríamos buscar las conexiones entre todos y cada uno de los personajes involucrados en el proyecto y construcción. También podríamos narrar la historia del poeta británico John Keats que pasó sus últimos días de vida en el edificio que hoy alberga el museo Keats-Shelley situado al pie de la escalinata.

 

 

 

 

 

 

Otra locación que ha servido como origen para cientos de historias y leyendas es la Fontana di Trevi y su hermana menor, la Fuente de los Amantes. La historia original de esta última podría ser el inicio de una chick flick con tintes épicos o un thriller político. La historia comienza en una noche invernal en la que un centurión prepara su viaje a tierras lejanas, su joven esposa, temerosa por la vida de su amado y por el futuro de su matrimonio, lo lleva a la Fuente de los Amantes, toma agua de la fuente y le da a beber un vaso para asegurarse que siempre estarán enamorados y que, sin importar las vicisitudes a que se enfrente su esposo, le será siempre fiel y regresará a su lado.

A unos cuantos pasos de ahí, un grupo de legionarios bebe agua de la Fuente de Trevi con la esperanza de garantizar su regreso, sanos y salvos a Roma.

Después de esto, una transición muy al estilo Gladiator de Ridley Scott, nos regresa en el tiempo al momento en que un grupo de soldados en su búsqueda de agua para alimentar la ultramoderna red hidráulica de Roma, encuentra en su camino a una virgen que los guía hasta un manantial situado en las afueras de Roma (de ahí el nombre de Acqua Vergine). Es entonces que nos adentramos a la corte romana, donde con una narrativa propia de Federico Fellini –que por cierto realizó una de las secuencias más memorables de la historia del cine precisamente en la Fontana di Trevi en su película La dolce vita– conoceremos los usos y costumbres de la clase política y religiosa de aquélla época. Y es justo aquí que se ordena la construcción de un acueducto de más de 22 km que desemboca en la unión de las Tres Vías o Tre Vie, enmarcada por la fuente. A partir de este punto, el guion explora todo lo que tuvo que pasar para que hoy sea una costumbre tirar monedas a la fuente.

 

 

Otra película interesante podría ser la propia construcción de la fuente, ya que para elegir al arquitecto que se encargaría de este proyecto, el papa Clemente XII organizó un concurso donde el vencedor original fue Alessandro Galilei, un florentino. Esto generó varios acalorados debates, porque “no podía ser posible que uno de los monumentos más importantes de Roma fuera construido por un arquitecto que no hubiera nacido en la ciudad”, por lo que terminaron asignándole el proyecto al arquitecto romano Nicola Salvi, que murió antes de acabar la construcción, proceso que duró 30 años.

Lo curioso del tema es que Clemente XII, el organizador del concurso, era también florentino. Así, entre intrigas cortesanas, el drama de la muerte del centurión en campaña y la tristeza de su joven esposa por la irreparable pérdida, el guion podría mostrarnos un retrato fiel de la corte romana, sus usos y costumbres y la manera en se tomaban las decisiones que crearon el más famoso imperio de la historia.

 

 

De esta manera Roma puede funcionar en ambos sentidos, todas estas intrincadas e interesantes leyendas hacen de la historia de esta ciudad una película viviente y al mismo tiempo la metrópoli logra ser el lugar en el que los más importantes cineastas de la historia han buscado locaciones una y otra vez.

El cine en Roma, además, se ha llevado mucho más allá, actualmente la ciudad es el escenario del Festival Internazionale del Film di Roma, que a sólo nueve años de su creación, se ha convertido en uno de los más importantes del mundo. Así, durante un mes al año, además, sirve como una de las más hermosas y enigmáticas sedes del cine mundial.

 

 

 

 

Texto: Raúl Boxer ± Foto: BURO 247 / OLIIER PERE / ELMND/ AVCSAR. / PAULIE MONT / WOS / SD / GIUSSEPE M.