La primera gran expansión marítima eminentemente colonial de la historia

Con la consolidación de la cultura griega se produjo la primera gran expansión marítima de carácter eminentemente colonial de la historia. También con Grecia llegó la primera utilización del barco como arma decisiva en la guerra, muy especialmente en la batalla de Salamina contra los persas. Con los griegos, el mar, la navegación y los barcos pasaron a ser los protagonistas de su civilización y el motor de su desarrollo. Roma recogió los beneficios de la cultura naval griega y dominó el Mediterráneo de levante a poniente y de este a oeste, configurando una cultura náutica que se mantuvo hasta la Edad Media europea.

 

La invasión de los Dorios

La invasión del territorio griego por parte de los dorios fue, en sus inicios, fundamentalmente terrestre. Llegados de diversas regiones del norte, los dorios se fueron introduciendo poco a poco en la sociedad micénica, en un principio como inmigrantes, para acabar protagonizando una invasión en toda regla. Al invadir el Peloponeso, los nuevos pobladores crearon, hacia el año 1000 a.C., tres reinos: Esparta, Argos y Micenas. Además de provocar importantes desplazamientos de los pueblos micénicos (varios de los cuales fueron probablemente los denominados Pueblos del Mar), esta invasión originó la organización de un nuevo pueblo, el jonio. Los jonios del Peloponeso fueron desplazados hacia el norte y se refugiaron en nuevas ciudades, una de las cuales fue Atenas, en Ática; otros emigraron hacia las costas de Asia Menor, al este, donde fundaron ciudades que luego tuvieron una gran importancia en la historia de Grecia. 

 

 

 

La dualidad de poder de los pueblos jonios y dorios fue extraordinariamente importante en la historia de Grecia y decisiva en el devenir de los acontecimientos que los enfrentaron a la potencia asiática que se estaba gestando por entonces en Mesopotamia: los persas. La posterior colonización de la costa occidental de la actual Turquía también supuso la escenificación del primer gran enfrentamiento entre la denominada cultura occidental o “europea” y la oriental o “asiática”. Los dorios se desplazaron hacia el sureste, llegando a Rodas y Halicarnaso. Todas las ciudades coloniales de la costa de Anatolia, tanto las dorias como las jónicas, se establecieron en lugares donde podía llegar la brisa del mar, esto es, a una distancia nunca mayor de 30 km.

 

La Edad del Hierro y la construcción naval

Los historiadores llaman “Edad Oscura” de Grecia al largo periodo, de aproximadamente 400 años, que siguió a la gran invasión doria, del que no quedaron referencias culturales tras la destrucción definitiva de la civilización micénica. Una de las causas de la devastación de este pueblo fue muy probablemente el dominio de la metalurgia del hierro que poseían los dorios, conocimiento que les otorgaba una notable superioridad militar frente a las armas de bronce de los micénicos. De hecho, tras la invasión de los dorios comenzó la Edad del Hierro en Europa, que supuso el fin de la Edad del Bronce y un profundo cambio socioeconómico, militar y naval. Aunque el hierro abunda en Grecia en mayor proporción que el estaño y el cobre, las dificultades técnicas que presentaba su extracción, fusión y transformación fueron la causa de que se tardara mucho tiempo en utilizarse a gran escala. Los dorios aprendieron la metalurgia del hierro probablemente de los hititas, quienes fueron a buen seguro los primeros en desarrollarla en secreto en sus ricos yacimientos del Cáucaso. Al caer el Imperio hitita, el conocimiento de la técnica del forjado del hierro se extendió a zonas más amplias, como Siria, Palestina, Anatolia y Persia. 

 

 

El uso del hierro no sólo proporcionó nuevas y más poderosas armas, sino que dio un gran impulso a la agricultura y a la artesanía con resistentes herramientas, y aportó a la construcción naval elementos decisivos para su expansión: el clavo y el hacha. Con el uso de los clavos y pasadores de hierro se pudieron fijar con firmeza los diversos elementos del esqueleto del barco y de su tablazón; ello permitió pasar progresivamente del método de construcción de “empezar por el forro”, en el que se construía primero la tablazón y luego se insertaba en ésta el esqueleto formado por la quilla y las cuadernas, al de “las cuadernas primero”, en el que el esqueleto se armaba en primer lugar y se forraba luego con la tablazón. Con las hachas de hierro y las sierras se mejoró el rendimiento en la tala de árboles necesarios para construir barcos a gran escala.

 

 

 

El control comercial del Mediterráneo

En todas estas colonias del Mediterráneo la comunicación marítima fue prioritaria en la relación entre ellas y con la metrópoli. Se estableció un importantísimo tráfico comercial que tuvo tan sólo como rivales a los fenicios, que ya se encontraban por entonces en franca decadencia, aunque, paradójicamente, fueron los que protagonizaron las más osadas expediciones de la época, como las de Himilcón y la del rey Hannón. A través del Mediterráneo, los griegos vendían manufacturas de alta calidad (cerámicas, bronces, tejidos, perfumes, joyas, aceite, vino...) y compraban cereales, metales y todo tipo de materias primas. Durante esta época de expansión, los griegos, aun manteniéndose separados e independientes entre sí, tomaron conciencia de su unidad cultural, religiosa y étnica frente a los demás pueblos.

Marsella, como colonia de Grecia, compitió con Cartago, colonia fenicia, para mantener su supremacía en el Mediterráneo Occidental y lograr un bloqueo comercial para controlar el acceso a las tierras situadas más allá de las columnas de Hércules. 

Aprovechando el periodo de estabilidad que aconteció durante el apogeo de las conquistas de Alejandro Magno, en 332 a.C. (cuando el gran rey macedonio acababa de conquistar la ciudad de Tiro, capital principal de los fenicios), los marselleses se propusieron ampliar sus perspectivas comerciales hacia los mercados del norte de Europa, que habían sido sondeados por las expediciones fenicias del rey Hannón y por el general cartaginés Himilcón. Los colonos griegos pretendían, sobre todo, librarse de los fuertes peajes que imponían los cartagineses en las rutas terrestres desde África y lanzarse a la búsqueda del estaño que se encontraba en el norte de Europa.

Se organizaron dos expediciones: la de Eutímenes, hacia la costa atlántica de África, y la de Piteas, siguiendo la ruta de Himilcón, hacia los ricos yacimientos de ámbar y estaño. A Piteas se le había hecho un encargo muy especial: encontrar el supuesto “paso del este”, una ruta que debía unir el mar llamado Hiperboreal (el actual Báltico) con el mar Negro, a través de los ríos de la actual Rusia. Esta suposición se basaba en relatos y leyendas, pero, de existir, significaría una alternativa al paso del estrecho de Gibraltar.

 

 

 

 

 

Piteas y Eutimenes: la apertura del Mediterráneo

La expansión colonial griega se extendió por el Mediterráneo y el mar Negro, compitiendo con la fenicia, que tan sólo mantuvo su poder gracias a Cartago. El viaje de Piteas abrió, en 327 a.C., el Mediterráneo al Atlántico.

El barco de Piteas se construyó con la asesoría de los celtas, clientes habituales de los marselleses. Fue un penteconter, una galera desarrollada por los cartagineses que contaba con un solo orden de 50 remos. Tenía unos 30 metros de eslora y disponía de una vela cuadrada en el centro; a proa incorporaba un palo inclinado, una vela desarrollada apenas 50 años atrás en los trirremes atenienses. La embarcación tenía la amura alta, necesaria para aguantar la dureza del oleaje, y los compartimentos interiores estaban preparados para resistir el frío.

Piteas era matemático y astrónomo, pero, sobre todo, un apasionado del mar y de la navegación. Hombre de ciencia y de un gran arrojo y valor, con este viaje se proponía demostrar sus teorías sobre la eclíptica (la órbita de la Tierra alrededor del Sol), la forma esférica de la Tierra y la idea de las latitudes. Piteas había medido con un simple reloj de sol la inclinación de la eclíptica y había calculado la latitud de su ciudad natal con error de tan sólo once millas. También conocía la desviación de la estrella polar, denominada entonces “estrella fenicia” respecto al polo geográfico. Podemos decir que Piteas fue el primer explorador científico. También en aquella época se planteaba un dilema que preocupaba sobremanera a astrónomos y a hombres de ciencia: ¿Existía una zona de la tierra donde el día no seguía a la noche y viceversa? Esta cuestión había sido expuesta por los comerciantes celtas del norte de Europa, quienes a su vez habían entablado relaciones comerciales con pueblos que habitaban aún más al norte, cerca del misterioso mar Hiperboreal. Esos hombres aseguraban que por aquella zona, en la época estival, no había noche, ni en la época invernal aparecía la luz del día.

Estas afirmaciones eran tenidas por leyendas sin fundamento por buena parte de los astrónomos de la época. Pero Piteas era un inconformista al que movía un profundo espíritu científico, y uno de los motivos de su viaje era comprobar la veracidad de los días sin noche, hecho que confirmaría sus teorías sobre la curvatura de la Tierra. Cuando recibió el encargo de la expedición al norte para abrir una posible “ruta del este”, hubo división de opiniones entre los jerarcas marselleses que financiaban la expedición. La mayoría estaban interesados de forma prioritaria por los beneficios comerciales, y las propuestas científicas de Piteas les hacía sospechar que sus intereses quedarían relegados a un segundo plano.

 

 

 

 

 

 

 

Piteas partió de Marsella hacia la primavera del 327 a.C. y, tras recalar en varios mercados griegos del golfo de León, entre ellos Ampurias, descendió hacia el estrecho de Gibraltar, atravesándolo en el duodécimo día de su viaje. Tras remontar la costa portuguesa y doblar el cabo de Finisterre, se dirigió a la isla de Ouessant, donde hizo escala. Luego atravesó el canal de la Mancha, alcanzando la isla de Wight. Más adelante, remontó la costa este de Inglaterra y, dejando a un lado Escocia, alcanzó la legendaria isla de Thule (Islandia), a la que arribó en el mes de Junio. Piteas anotó  en sus diarios la comprobación de la existencia del “día sin noche”. Luego arribó hacia Noruega y penetró en el Báltico, llegando a describir en sus anotaciones una desembocadura que bien podría ser la del río Niemen. No encontró ningún paso (o no dedica suficiente tiempo a buscarlo) debido a la dificultad de navegar entre el hielo, y regresó a Marsella costeando las tierras de Normandía y de la Bretaña francesa. Arribó transcurridos seis meses desde el inicio de su viaje, durante los cuales recorrió unas 9.000 millas. Su regreso, sin  estaño y sin haber encontrado el “paso del estrecho” que se le había encomendado, fue considerado como un fracaso comercial y Piteas fue muy criticado.

 

Alrededor del océano

El viaje del matemático y astrónomo Piteas (327 a.C.) tuvo un incalculable valor científico, pese a que no llegó a descubrir el buscado paso por Rusia: definió geográficamente Europa, descubrió la causa de las mareas e informó de la existencia de los británicos, los godos y los germanos, pueblos de los que se tenían sólo vagas referencias. Por otra parte, desde el punto de vista naval, su viaje fue un éxito, ya que su barco soportó perfectamente los más duros temporales; la tripulación estuvo bien alimentada y cuidada gracias a una logística de aprovisionamiento bien calculada. 

Piteas también desmitifica los peligros del Atlántico entre los marinos de la época, circunstancia que no gustó a los cartagineses, quienes seguían manteniendo las leyendas atemorizadoras sobre este océano. Cuando llegó, aparentemente con las manos vacías, Piteas fue criticado, y cuando afirmó que había visto el “día sin la noche” no le creyeron y le tacharon de mentiroso. Por desgracia, su obra, “Alrededor del océano”, se perdió en el incendio de la biblioteca de Alejandría. 

 

 

 

Del viaje de Eutímenes se habló mucho menos y tampoco reportó ningún beneficio comercial. La expedición tuvo lugar hacia el año 350 a.C., y se sabe que el navegante descendió por la costa africana hasta llegar a Senegal. Tuvo problemas con los asentamientos cartagineses en la zona y regresó también de vacío, pero, como ocurrió con el viaje de Piteas, contribuyó a abrir el Mediterráneo más allá de las columnas de Hércules. 

El casi absoluto protagonismo del mar en la expansión de Grecia hizo que todo lo relacionado con la náutica impregnase la vida política, social y cultural de sus ciudadanos. A causa de las colonias de ultramar y de los asuntos públicos que Grecia mantiene en el extranjero, en Atenas los ciudadanos y sus sirvientes aprendían como parte fundamental de sus obligaciones a usar el remo y los principios básicos de la maniobra de una vela cuadrada, así como el lenguaje del mar. Todos los ciudadanos atenienses de un determinado nivel social estaban obligados a servir como capitanes de trirremes y a financiar los gastos de los barcos.

 

Texto: Museo Naval Averof ± Foto: SXC / ERD / BP / BIBLOS ESCAROL / ROCIO SOLORIO / MI SIGLO / CONMITIA / EVLAHOS / EGRECIA / CRISTIAN DONOSO / vin regina / ST / WPD / RAQUEL BUSTOS