Desde Ribadeo hasta Pontevedra
Después de navegar por la costa de Asturias y haber atracado en Castropol atravesamos la ría más oriental del territorio galaico, frontera con Asturias, para anclarnos en la marina de Ribadeo, antes de descubrir Galicia, una costa sorprendente y fabulosa. Galicia es la tierra mítica del Finis Terrae de los romanos, la tierra en la que cada día muere el sol tomando un intenso color rojo para hundirse en el mar, en la Costa de la Muerte, donde se encontraba el bosque de los druidas celtas.
Tierra de leyendas, de historia, de favorecida naturaleza, de suntuosos acantilados y misteriosas rías, de montes y hermosos pueblos, de puertos perfectos, tierra de Santiago de Compostela al final del largo camino emblemático. Galicia se descubre con cariño y seduce con fuerza, tierra de los mil ríos, de praderas y de un clima clemente, adorado por una inmensa variedad de plantas y árboles traídos desde otros horizontes.
Rías Altas: Desde Ribadeo hasta A Coruña
El puerto de Porcillán, creado por los romanos, es una agradable marina para atracar y visitar Ribadeo, que domina la entrada de la profunda ría vertebrada por el río Eo, con sus callejones misteriosos, su Pazo modernista y su aire señorial. Al terminar una navegación placentera por la ría fue gratificante deleitarse con los delicados productos del mar, como berberechos, almejas, ostras, salmones, truchas y anguilas del Eo.
Salimos al día siguiente con un viento fresco acompañado de rachas violentas que venían del norte. Visitamos As Cateadrais, uno de los arenales más hermosos, en el que las rocas trazan arcos naturales, creando un paisaje mágico. La marea estaba bajando y no llegaba a descubrir los arcos, sin embargo el escenario es dramático, inquietante y bellísimo. En esa zona los pequeños acantilados terminan en las colinas, decorando un litoral dócil. Pasamos la pequeña y estrecha ría de Foz con sus hermosas playas de arena dorada, sitio en el que el llano termina en bajos acantilados, y nos anclamos en Foz para visitar el castro de Fazouro, un antiguo asentamiento celta que conserva sus vestigios de piedra a la orilla del mar. En Sargadelos encontramos la fábrica de cerámica gallega azul y blanca, creada por el marqués de Sargadelos en el siglo XVIII junto con la industria siderúrgica.
La costa se dirige hacia el noroeste. El viento estaba en nuestra contra hasta pasar el Cabo Burela y penetrar en la ría de Viveiro, la más grande del Cantábrico gallego, en la cual desemboca el río Landro. Asegurados en la marina de Viveiro, visitamos la población que conserva tres puertas de su muralla medieval, la más notable es la Porta do Castelo con sus blasones, unas casas señoriales que rodean la plaza mayor y el convento de San Francisco.
Pasamos la ría de O Barqueiro creada por el río Sor, donde se alojan los encantadores pueblos de O Viñedo, O Barqueiro y el pintoresco puerto blanco de Bares. Al pasar la Estaca de Bares, la atalaya más septentrional de España, primer parque eólico y observatorio de aves migratorias, nos encontramos con un viento violento que se calmó ligeramente una vez adentro de la abierta ría de Ortigueira, rodeada por imponentes acantilados. Cariño es un pueblo pescador encantador al final del acantilado que lleva al Cabo Ortegal, aquí encontramos colectores de percebes navegando por un paisaje soberbio que se aprecia con todo esplendor desde el mirador de Vixia de Herbeira, un impresionante otero natural.
Desde aquí los acantilados se suceden con bravía, el viento lateral venía con toda violencia, el mar estaba muy agitado y el paisaje era suntuoso. No pudimos tocar tierra en San Andrés de Teixido, lugar en el que luce el santuario, lugar de leyendas cristianas y paganas, en el que deben peregrinar una vez en la vida los humanos, porque de lo contrario lo harán muertos y en forma de animal. El viento estaba demasiado fuerte y sólo después de pasar los espectaculares acantilados de la Punta Candelaria nos encontramos protegidos para descansar de la furia del mar. La hermosa ría de Cedeira se extiende en dos brazos y el pueblo de Cedeira vive de la pesca y marisqueo, famoso por su cocina y su arquitectura tradicional con sus blancas galerías. Habíamos pasado las Rías Altas con su litoral agreste y el acantilado que abre paso a sus interiores calmados de colinas, donde se celebra en O Curro da Capelada la Rapa das Bestas el último domingo de junio, cuando se llevan los caballos semisalvajes en manada para marcarlos y cortar las crines.
El océano dejaba de ser bravo y la costa se suavizaba con fabulosas playas hasta llegar al cabo Prior, que protege la playa de arena blanca de Doniños, y su laguna costera en la que una historia legendaria sitúa una ciudad sumergida. Entramos entonces en el golfo Ártabro, delimitado por el cabo Prioriño al norte y A Coruña en el sur, donde desembocan las rías de Ferrol, Betanzos, Ares y Coruña. La ría de Ferrol alberga la villa marinera de Mugardos, con coloridas balconeadas o blancas galerías junto a la playa, el castillo de A Palma y el de San Felipe, y la ciudad de Ferrol con su interesante urbanismo neoclásico impulsado por Carlos III en el siglo XVIII y su puerto comercial, deportivo y pesquero. Las rías de Ares y de Betanzos protegen varios pueblos dignos de interés, de origen medieval. Destaca Betanzos, una antigua villa con pasado celta, al fondo del largo estuario del Mandeo.
Soportales, viejos balcones y galerías, callejones sorprendentes, fuentes, la iglesia de Santa María de Azougue, construida en el siglo XII con puro estilo gótico, y la de San Francisco conciben el encanto de la que fue una de las capitales del antiguo Reino de Galicia. Sin embargo, A Coruña es la ciudad con personalidad, asentada en una península a la entrada de la ría. Cuenta la leyenda que el rey Gerión luchó contra Hércules y al vencerlo enterró su cabeza en ese lugar y sobre él edificó la torre que hoy es el faro activo más antiguo del mundo, edificio emblemático de una ciudad que vive rodeada por mar.
Costa da Morte: Desde A Coruña hasta Fisterra
Después de atracar dos días en A Coruña para visitar la región, por la mañana zarpamos con sol brillante y ligera brisa para enfrentar la famosa Costa da Morte. Los naufragios y galernas de su encrespado litoral describen las asperezas de esa costa que esconde hermosas rías y playas, en la que el Atlántico inventa vientos dignos de las más temibles tempestades.
Ese día la suerte nos acompañaba y pasamos el cabo de San Adrián con elegancia, para descubrir un hermoso paisaje de lomas empinadas y pasar la Punta Roncado, extremo oriental de la Costa da Morte que protege la entrada de la ría de Corme y Laxe. Sus rocas batidas bravamente por el mar crían los mejores percebes y las cruces blancas sobre las piedras recuerdan a los mariscadores o percebeiros muertos en tan arriesgada faena. Dentro de esa ría, Corme se aloja en la falda del monte, con recoletas y empinadas calles, las dunas de arena de la ensenada de A Insua tapizan el pie del monte Branco, creando un espacio natural de gran valor ecológico, y Laxe, importante puerto pesquero, ofrece excelente atraque para visitar sus calles típicas, sus bellas playas, la ermita de Santa Rosa de Lima, Borneiro, el Castro de A Cibdá o el dolmen de Dombate.
Pasando el cabo da Insua do Laxe seguimos la playa de Traba hasta alcanzar la pequeña playa de Trece, rodeada por pequeños acantilados, famosa por su “Cementerio de los ingleses”, donde se sepultaron los náufragos del barco inglés The Serpent, en 1890. Al doblar por el cabo Vilán entramos en la ría de Camariñas, famosa por su pesca pero también por el delicado trabajo de las palilleiras, mujeres que realizan encajes de bolillos sentadas en la puerta de sus casas los días soleados.
Atracamos en el pequeño puerto de Muxia para visitar el santuario de Nosa Señora da Barca, situado en un roquedo próximo al faro de la Punta da Barca. Encontramos a Pedra de Abalar, gran losa granítica cuyo balanceo origina un sordo quejido cuando en cada segundo domingo de septiembre los romeros intentan mover la piedra durante cuatro días. Se cree que al pasar por debajo se curan las enfermedades renales. La iglesia de Santa María es una joya románica, los hórreos de piedra de Merexos compiten en belleza, las playas son hermosas y el Pazo de Cereixo conserva el aspecto medieval fortificado.
Recorriendo la parte noroeste de la península de Fisterra navegamos con viento del sureste y mar tranquilo a lo largo de una costa de granito, pasamos el cabo de Bultra, la playa de Morería, el cabo Touriñán, punto más occidental de la península ibérica, y la ría de Lires. Suben entonces los tormentosos acantilados que dan forma a la península y terminan en el cabo Finisterre o Fisterra, el Finis Terrae de los romanos, considerado como el fin del mundo durante siglos.
El islote Centolo de Fisterra fue causante de muchos naufragios, pero ese día el sol, el mar ligeramente movido y el apacible viento nos permitieron admirar ese suntuoso paisaje antes de entrar en la ría de Corcubión para atracar en el puerto de Fisterra, un pequeño pueblo pesquero de típica arquitectura, con su bella iglesia, sus restaurantes y su ambiente de pueblo al final de la tierra. La vista desde el faro del cabo es impresionante y es el lugar en el cual los peregrinos del camino a Santiago de Compostela terminan su viaje, quemando su ropa vieja, vistiendo la nueva.
Rías Baixas o Bajas, desde Fisterra hasta Pontevedra
El siguiente día estaba esplendoroso, con viento del oeste. El mar brillaba como un diamante azul, la costa verde lucía con sus pueblos, las playas adornaban el escenario al pie de las colinas. Recorrimos la primera de las rías Bajas, descubriendo el puerto más protegido, Corcubión, con sus casas nobles, su molino de agua activado por las mareas y el Castelo do Príncipe construido por Carlos III en Ameixenda. El pueblo de O Pindo seduce por su tranquilidad, su pequeño puerto pesquero abrigado en la bellísima ensenada de Ézaro, al pie de los picachos graníticos de A Moa (677 m de altura). Es una hermosa costa salvaje con extraordinarias playas y ensenadas que termina en la punta dos Remedios, y en Carnota descubrimos el hórreo de piedra más largo (35 m), uno de los mayores de Galicia, perteneciente a la iglesia de Santa Columba.
Al doblar por la punta Barreiro o de Louro, dominada por su faro, entramos en las tranquilas y transparentes aguas de la ría de Muros y Noia. Muros vive con sus calles empinadas alrededor de su Pescaderia Vella, lugar tradicional de la venta del pescado. Destacan la Iglesia de San Pedro, su puerta del siglo XII, el santuario de la Vires do Camiño. La isla de Creba, poblada de múltiples leyendas, aguarda la entrada de la ensenada de Bartolomé en el fondo de la cual se aloja la villa de Noia. Rúas llenas de encanto, edificios notables, la Iglesia de Santa María A Nova de estilo románico, son la belleza de Noia pero lo más interesante es su cementerio de Quintana dos Mortos que guarda las lozas de sepulcros desde el siglo X sobre las cuales se grabaron las marcas gremiales o escudos heráldicos de los sepultados. Porto do Son, Baroña, Xuños son los seductores pueblos de la ribera sur de la ría, y destaca la playa de As Furnas en la que unas rocas horadadas emiten sonidos impresionantes con las embestidas de pleamar. La zona es un paraíso para las aves, con ese juego de mareas que descubre una gran planicie de arena mojada.
El cabo Corrugado nos llevó al cabo Falcoeiro y al archipiélago de Sagres para navegar dentro de la ría de Arousa, en la que las mareas juegan cambiando el paisaje, e impiden la navegación en la orilla. En la misma ría existe un extenso cultivo de mejillones, ostras o vieiras. En la isla de A Toxa, notable estación balnearia, atracamos en el exquisito pueblo de O Grove para visitar la iglesia cuyas paredes externas están tapizadas de conchas de vieiras. Cambados es uno de los pueblos más encantadores de Galicia, con importantes Pazos que muestran su importancia, esparcidos alrededor de su plaza de Fefiñáns y su iglesia de San Bieito, y en sus alrededores se cultivan las viñas para producir el sorprendente vino Albariño.
La isla de Arousa fue aliada al continente por un largo puente y guarda su molino de mareas en la punta Quilmas, mientras Vilanova de Arousa conserva fabulosos hórreos. Vilagarcía de Arousa, puerto pesquero adentro de la ría, combina algunos Pazos sobresalientes con dos soberbios torreones enlazados por almenas. Las parcelas de marisqueo no permiten navegar más hacia el río Ulla, sitio en el que se alojan Catoira con sus torres defensivas medievales, el puente romano de Pontecesures, y Padrón, famoso por sus deliciosos pimientos. En la ribera norte, Rianxo aguarda con su flota pesquera colorida y el santuario de la Virgen de Guadalupe, Araño es famoso por su hórreo de piedra de casi 37 metros de largo; A Pobra do Caramiñal se caracteriza por sus bellos Pazos y su iglesia de Santiago do Deán que remonta del siglo XIV, y finalmente Santa Uxia de Ribeira tiene un dinámico puerto pesquero de bajura.
Al llegar a Pontevedra visitamos esa gran ciudad rodeada por el río Lérez, atravesado por el antiguo puente de Santiago que conduce a la tumba del apóstol. En el casco antiguo se concentran los rincones más atractivos, como las ruinas del Convento de Santo Domingo, la Basílica de Santa María, el Santuario de la Peregrina con su planta en forma de concha, sus elegantes palacios, sus plazas y fuentes que acarician la paz de la ciudad señorial, bella, elegante y acogedora. La parte sur de la ría aloja la industria de la conserva de la vieira y el mejillón en Bueu, bellas playas en Mogor y la escuela naval con un gran puerto en Marín antes de terminar en el cabo Udra.
Nuestro recorrido por la costa gallega se había acabado en la hermosa ciudad de Pontevedra, el velero descansaba en Combarro y estábamos listos para descubrir Santiago. Esa costa es una de las más bellas de Europa, sorprendente, recortada, mística, llena de leyendas celtas y romanas, soberbia, con acantilados impresionantes, ciudades y puertos maravillosos, playas de aguas cristalinas y arena blanca. El clima nos fue favorable, pero dicen que cuando el cielo se junta con el mar se producen tormentas que no dejan ningún barco vivo, atacando los acantilados, destrozando las playas. Galicia es una región sorprendente de belleza y tradiciones, seductora por naturaleza, que conquista por su luz llena de colores.
Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney.