De Port Louis a Tamarín
Joya en el índico
En medio del Océano índico existe una joya: La Isla Mauritius. Campos de caña de azúcar, montañas de extrañas formas cubiertas de vegetación, arrecifes, de coral y playas de arena blanca.
Es un caleidoscopio cultural y étnico donde viven en maravillosa armonía hindúes, chinos, creóles y europeos, y se ha convertido en el paraíso del turismo europeo, des- tino visitado por ricos y famosos.
Amura Yachts & Lifestyle escogió el refinado Hotel Oberoi para descansar del viaje de 10 horas desde París con Air France y así poder organizamos antes de navegar.
Historia
Ocupada por los holandeses en 1598, el almirante Wybrant van Warwyck la bautizó “Mauritius” en honor a su so- berano, el príncipe Maurice de Nassau, y 40 años más tarde se estableció la primera colonización cerca de Mahébourg. Los holandeses introdujeron los esclavos africanos y la caña de azúcar.
Cinco años después de la partida de los holandeses, el capitán francés Guillaume Dufresne D'Arsel tomó la isla y la bautizó ile de France”, y a partir de 1735 llega- ron los colonos y se instalaron los comerciantes. En este momento fue cuando ocurrió el acontecimiento que años más tarde haría famosa a la isla: el naufragio del Saint Géran.
Port Louis era un puerto seguro para los piratas, la industria de la caña de azúcar prosperaba gracias a los colonos franceses con sus esclavos. En 1810, durante las guerras de Napoleón, los ingleses tomaron la isla y con el tratado de París, en 1814, la isla se volvió británica y recuperó su nombre “Mauritius”.
Los franceses y sus descendientes se quedaban con sus propiedades y su idioma, pocos colonos ingleses se instalaron, el esclavismo fue absuelto en 1835 y llegaron trabajadores hindúes. La isla prosperaba y finalmente adquirió su independencia en 1968.
Ahora, aunque el inglés es el idioma oficial, el francés sigue siendo la lengua de muchos. La mayoría de la gente habla creol, un derivado del francés a la manera local.
En busca de lo desconocido
La Isla Mauritius es una joya para los amantes de la navegación que buscan el toque exótico que la caracteriza.
Port Louis
Su capital, es una pequeña ciudad protegida de los vientos por montañas de extrañas formas con alturas de más de 800 metros. Su catedral convive con la mezquita y los templos hindúes y chinos. El Caudán es la orilla del mar donde los antiguos muelles fueron transforma- dos en centro comercial para pasear o comer. El merca- do es un mundo vivo, con productos frescos y calles con aire colonial a la sombra de los edificios modernos.
Moka
A unos 10 kilómetros descubrimos Moka, en la monta- na, con sus valles, ríos y cascadas, un tranquilo sitio entre la vegetación tropical. Eureka es una de las pocas casas coloniales sobrevivientes, al pie del Junction Peak, con su veranda protegida por las columnas, salones adornados con muebles de época y bello jardín tropical. Construida en 1830 por un inglés y terminada en 1856 por Eugène Le Clézio, primer presidente de la Corte Suprema, perteneció a su familia durante seis generaciones antes de ser vendida en 1986. Es un verdadero paraíso que invita a vivir la atmósfera romántica y a descubrir la Ravine d'Eurèka, un impresionante cañón a la orilla de la propiedad donde corre el río Moka, con sus cascadas, por la selva virgen.
Rose Híll
Ciudad cultural. El teatro abrió sus puertas en 1933 con una opereta de Maurice Chevalier y fue el hogar de artistas y escritores. La carretera nos llevó a descubrir el Trou au Cerfs, antiguo cráter de 90 metros de profundidad, los sembradíos de té que se extienden sobre las colinas, las cascadas de Tamarín y el Valle de los 23 colores.
Black River Gorges
Este parque nacional cubre 3.5 por ciento de la isla y allí se pueden observar 150 especies de plantas y nueve de pájaros endémicos, descubrir el ébano o el tambalacoque, admirar el Cañón de la Rivière Noire o la Cascada de Alexandra.
Grand Bassin
Desde Chamarel la vista de la isla es impresionante, y el Pico del Morne, de 554 metros, domina la bahía. Sin em- bargo, el lugar más misterioso y mágico es Grand Bassin, un lago sagrado para los hindúes donde invocan a Shiva, cuya estatua surge extrañamente del agua.
Mon Plaisir
En la región norte conocimos el maravilloso jardín botánico alrededor de la mansión Le Chateau Mon Plaisir, con más de 600 especies de árboles, 60 de palmas y varias plantas de especias.
En el Lagoon 380
Era tiempo de zarpar y descubrir la costa, jardines de co- rales, playas blancas y preciosas islas. Las lluvias nos acompañaron en nuestro magnífico viaje en el catama- rán Lagoon 380 (de 11.55 por 6.53 metros de largo y an- cho, respectivamente), con su gran vela de 47 metros cuadrados y sus cuatro cabinas. La brisa era muy leve y el motor nos ayudó hasta encontrar vientos favorables.
Siguiendo la barrera de coral que rodea toda la isla pa- samos la Baie du Tombeau o Bahía de la Tumba, llamada así por la gran cantidad de náufragos que guarda, de los cuales el más famoso es el gobernador de las Indias holandesas, Pieter Bothe, 1615. Después de casi una hora de navega- ción llegamos a Baie aux Tortues o Bahía del Arsenal.
Bucear, pescar, playas y más...
Las playas de arena dorada y palmas de coco son las imágenes típicas del paraíso, las ruinas del antiguo ar- senal francés dominan esa bahía presidida por el Hotel Oberoi, el más elegante del índico.
Pasamos el Pointe aux Piments (Cabo de los Chiles) para llegar a Trou aux Biches (Socavón de los Venados), donde anclamos para bucear en la barrera de coral y des- cubrir el maravilloso mundo de colores y formas. La Isla Mauritius es reconocida internacionalmente por su buceo y su pesca. Encontramos peces piedra, tortugas, langos- tas y mariposas. Los sitios reconocidos son Holt’s Rock (-30 a 37 m), Lobster Rock (-10 a 22 m), Le Tombant de Point aux Canonniers (-32 a 60 m) y el barco hundido Stella Maru (-15 a 25 m), que permiten una observación maravillosa. Por último regresamos con unas langostas para la cena.
La larga playa de arena blanca es la compañía de hoteles y restaurantes, dando una vida intensa al lugar, al lado del turquesa de la laguna bordeada por la barrera de corales.
El viento de la tarde era más fuerte, las nubes se concentraban, pero pasamos sin problemas la Punta de los Canonniers, con sus elegantes casas, para entrar en Grand Baie, una espectacular bahía bien protegida, con su puerto de pescadores, restaurantes, discotecas y tiendas. Después de visitar la pequeña iglesia de techo rojo en Cabo Malheureux, a la orilla de las tranquilas aguas de diversos colores, la cena fue preparada con las deliciosas langostas.
Paraísos de arena y agua
Zarpamos temprano rumbo a lie Plate o Isla Plana, que alcanzamos después de dos horas y 30 minutos de apacible navegación, pasando la pequeña isla Coin de Mire, con sus acantilados inhóspitos y su excelente muro para bucear (-20 m). Île Plate es un paraíso, con sus playas de arena blanca, su laguna ideal para bucear con visor o caminar hasta el faro.
Decidimos anclar en el Islote Gabriel para ir a explorar la Fosa de los Tiburones, en la cara noroeste de la Isla Plana. Bajando a -12 m la corriente nos llevó en un cuenco de 15 m de diámetro donde 11 tiburones de cola negra nadaban en círculos, atraídos seguramente por el agua altamente oxigenada por las corrientes. Bucear requiere de un gran esfuerzo por la fuerte corriente que arrastra, y es necesario agarrarse de las rocas.
El cielo de la noche se iluminó de estrellas, a lo lejos brillaban las luces de Pereybére, el mar tranquilo y en completa calma. Era el paraíso.
Nuestro tercer día de navegación fue más largo, para llegar en seis horas alie aux Cerfs o Isla de los Ciervos. Zarpamos en dirección de Grand Gaube, un pueblo de pescadores conocidos por la fabricación de piraguas de madera negra. Alcanzamos nuestro destino en dos horas con viento sudoeste.
Bordeando lo salvaje
El litoral protegido por la barrera de coral y pastizales se vuelve salvaje. Poudre d'Or es un pequeño pueblo de pescadores, lleno de leyendas de tesoros hundidos y donde ocurrió el naufragio del Saint Géran en 1744.
En invierno la navegación es prácticamente imposible de este lado de la isla, debido a esos vientos y temibles tormentas. En Poste Lafayette la barrera se acerca a la costa para luego proteger la gran laguna interna de Poste de Flacq, con su templo hindú construido sobre una islita y dos de los hoteles más exclusivos, Saint Géran y Prince Maurice, que gozan de lugares vírgenes de arena blanca y mar turquesa.
A lo lejos podíamos ver la silueta de la refinería de azúcar más grande del mundo. Hacia el sur, en Belle Mar, encontramos un paso entre el arrecife, famoso por su buceo y donde no pudimos llegar por la fuerte corriente y viento de lado. Seguimos hacia el sur con un cielo cada vez más cargado de nubes negras. Entramos con motor en la laguna por el paso de Trou D’Eau Douce y anclamos en la costa oeste de la Isla de los Ciervos, que nos protegía del viento. La lluvia se soltó, el mar se volvió gris, y el cielo y el agua se unieron en furia. La tormenta duró más de dos horas y al atardecer, el sol se acostó entre colores brillantes.
Aprovechando el cielo despejado de la mañana, la marea alta y la tranquila brisa, zarpamos para pasar la barrera de coral frente al Monte Bambú, que alza sus 626 m junto a la playa, respaldado por la cadena montañosa donde están Blanche, de 532 m, y Maurice 316 m, lo que ofrece un suntuoso paisaje con el mar turquesa en primer plano.
La barrera nos obligó a navegar más lejos de la tierra porque esa región se separa de la costa en unos 4 km. El Pico del León domina con sus 450 m la hermosa bahía en el fondo de la cual se aloja Mahébourg y su iglesia Notre Dame Des Anges. Una tranquila ciudad que habíamos visitado a nuestra llegada, junto al aeropuerto.
La Isla de la Passe alberga los vestigios de un gran fuerte francés y la isla Aux Fouquets un faro. Esas dos islas protegen el paso hacia el Puerto de Mahébourg. Las vistas son impactantes por su belleza, con ese extraordi- nario contraste de la laguna de color turquesa, las playas de arena blanca, la tierra verde brillante y la isla Aux Aigrettes (reserva natural).
Pasando Blue Bay nos acercamos a la costa, porque la barrera de coral se interrumpe durante 20 km. El paisaje cambia, los acantilados de roca oscura caen al mar, azotados por fuertes olas y vigilados por las montañas verdes. En el Soufleur el mar se embute bajo el acantila- do para surgir rugiendo por un hoyo y un puente natural que adorna las quebradas.
El basalto negro inventa un escenario dramático azotado por las fuertes olas y en Souillac empieza de nuevo la barrera de coral, inventando playas de arena blanca al pie de las montañas Fantaisie y Cocotte (771 m).
Un viento trasero nos llevaba a gran velocidad, pasando las bahías de Jacotet y du Cap para penetrar por el Paso Saint Jacques en la laguna protegida por la Península de Morne dominada por el pico Le Morne Brabant (556 m).
Cuando buscábamos un lugar para anclar, el viento dominante empezó a aumentar su fuerza y decidimos salir de la laguna por el Paso de la Prairie, un sitio muy conocido para el buceo, donde se encuentran meros, tiburones de punta blanca y rayas. La corriente era fuerte, el viento peligroso no permitía usar la vela para dar la vuelta a la península, y pasando el cabo entramos en la zona protegida, con poca brisa y mar tranquilo, lo que nos permitió entrar en la laguna por el Paso de L’Ambulante y anclarnos cerca de la Isla des Benitiers.
El escenario era magnífico: la laguna de azules cambiantes, el pico plano del Morne Brabant, las montañas verdes que bajan hacia la costa con las nubes amarradas a sus picos y las playas de arena blanca con algunos hoteles. La costa oeste es la más protegida y un verdadero paraíso para bucear con sus sitios excepcionales, como Rempart-Serpent (-20 a 25 m con un muro donde se esconden gran variedad de peces), Couline Bambou (-18 a 35 m con un relieve muy accidentado), La Cathédrale (- 15 a 27 m, con cañones y arcos). La Bahía de Grande Rivière Noire, protegida por sus fuertes de Tours Martello y L’Harmonie es el lugar ideal para anclar y visitar las montañas, y es famoso en el mundo por su pesca deportiva de tiburón o pez vela.
Tamarín y regreso a casa
Finalmente llegamos a este pequeño puerto de pescadores adosado a la montaña del Rempart, parte de la Tourelle du Tamarin (548 m) y vecino de las salinas, un lugar muy concurrido por los amantes del surfing, entre junio y septiembre.
Se anunciaba un fuerte temporal para el día siguiente, lo que nos obligó a dejar el catamarán con Vindoo, nuestro skipper, y regresar al hotel por carretera.
El avión nos llevaría de regreso al día siguiente. Supimos que Vindoo se quedó bloqueado un día entero en Tamarín. Al despegar, pudimos ver por última vez el listón turquesa que rodea la isla. Nuestra memoria llena de imágenes paradisiacas nos llevaba a la nostalgia por abandonar esa fabulosa experiencia, de paisajes terrestres y submarinos, y de seres humanos hermosos, con los que habíamos vivido una aventura extraordinaria.
Shiva
Dios protector de Mauritius
Según la leyenda, Shiva y su esposa Parvati daban la vuelta a la Tierra montados sobre un carro cubierto de flores cuando descubrieron una bella isla rodeada por un mar color esmeralda y turquesa. Shiva, que llevaba sobre su cabeza el Ganges para proteger a la Tierra de inundaciones, decidió aterrizar en la isla, pero con los movimientos de la maniobra algunas gotas se cayeron en un cráter y formaron un lago natural, el Grand Bassin o Ganga Talao. Al Ganges no le gustó la idea de dejar un poco de su agua en una isla desierta, pero Shiva le contestó que pronto los hombres nacidos en sus riberas llegarían a la isla y cada ano realizarían una peregrinación en ese lago.
Por ello, cada ano, febrero o marzo, los peregrinos hindúes de la isla se visten de blanco, llegan con un kanvar (templo de madera, en miniatura) y efectúan el ritual del Puja: queman incienso, realizan ofrendas de flores o comida que flotan sobre el lago y rezan. Esa fiesta del Maha Shivaratree es en honor a Shiva y al Ganges, en la que cubren al lago de ofrendas al final de los tres días. Es un lugar excepcional, en el que se sien- te la magia de los dioses y donde una enigmática onda flota en el aire. El misticismo envuelve a los templos y al bosque que lo rodea.
Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney