`De Dover a San Petersburgo, en el Minerva II
El tren nos dejó en la pequeña estación de Dover y finalmente llegamos al puerto para abordar el excepcional Minerva II, que nos llevó hacia el mundo de los vikingos, hacia la capital de los zares y las ciudades del norte, en 15 días que duró la travesía.
El Minerva II es un magnífico y elegante barco, con sus colores azul y blanco, con su proa alzada hacia insólitos horizontes y sus espaciosas cabinas con balcón.
Con su “gross tonnage” de 30,277 el Minerva II alcanza una velocidad máxima de 21 nudos y una velocidad crucero de 18.5 nudos. Su eslora (length) es de 594 pies, manga (beam) de 85 pies, calado (draft) de 20 pies y alberga una tripulación de 300 para un máximo de 600 pasajeros.
Zarpamos a las 5:30 pm, con viento del sur. El capitán Richard Hobbs anunció un viaje tranquilo, con sol y mar poco agitado, en el trayecto de las 660 millas náuticas que recorreríamos en 42 horas (poco más de día y medio).
Empezamos a navegar gozando de las conferencias y de la “Welcome Party”, siendo buenos momentos para socializar. Pasamos por el Estrecho de Dinamarca, y llegamos a Helsingborg, Suecia, a las 11:30 de la mañana, un mundo de paz, campos verdes y de espectaculares lilas en ese verano fresco que empezaba.
Día 3: Helsingborg (Suecia)
Helsingborg fue un enclave vikingo y ahora es una ciudad muy activa, dominada por la torre neogótica de la alcaldía y por su iglesia, al pie del Castillo de Sofiero.
Después de recorrer la ciudad llegamos por carretera al pequeño Puerto de Raa, un viejo pueblo de pescadores que conserva el misterio de sus callejones empedrados y sus casas que hace muchos años vivieron la esperanza de ver regresar a los marineros.
Landskrona/Malmo (Suecia)
Recorriendo las verdes colinas alcanzamos Landskrona, con su impresionante fortaleza rodeada de agua, construida por los daneses en 1549, el fuerte del siglo XVI mejor preservado de Escandinavia, con sus imponentes torres circulares de ladrillos y su puente levadizo de madera.
Nuestra siguiente etapa fue Malmo, con su Castillo Malmohus, su antigua alcaldía y la Iglesia de San Pedro.
Pasamos el Puente Oresund, que une Suecia con Dinamarca, de 16 km, y que en realidad es una combinación de puente y túnel.
Es impresionante y llega hasta una isla artificial donde la carretera se hunde en la tierra para pasar por debajo del mar y llegar a Copenhague, donde alcanzamos el Minerva II, atracado en el puerto protegido por la antigua fortaleza construida en 1167. El puerto es el más grande del norte y consiste en un ancho canal entre islas.
Día 4: Copenhague (Dinamarca)
Copenhague es una hermosa ciudad, cuidada por la famosa sirena, una pequeña escultura de bronce realizada en 1913 por Edward Eriksen, inspirada en los cuentos de Andersen. La alcaldía de la capital danesa, con su torre de 100 m, vigila la plaza central, al lado del Tivoli, esos jardines inventados hace más de 150 años para que los habitantes gocen de fuentes, restaurantes, teatros, juego mecánicos y flores.
La calle peatonal Stroget invita al shopping, gozando del ambiente medieval de sus casas e iglesias y nos lleva directamente al Canal Nyhavn, que desemboca en el puerto bordeado por casas del siglo XVIII.
La ciudad es un paseo entre callejones y canales, bellos edificios, como el de la antigua Bolsa Mercantil, en que destaca su blanca aguja hecha de cuatro colas de dragones, sus palacios de Rosenborg, Christiansborg o Amalienborg, donde vive la familia real danesa.
Roskilde (Dinamarca)
El Minerva II pasó la noche anclado a 15 minutos del centro, y al siguiente día pudimos visitar Roskilde, antigua capital danesa, con las altas torres de su catedral del siglo XII y donde se encuentran enterrados los 37 reyes y reinas de Dinamarca.
En Roskilde, situada al fondo de una bahía poco profunda, los vikingos habían hundido unos barcos para dejar navegable un solo canal y tener más control de las llegadas. A las 2:00 pm zarpamos para cubrir las 270 millas náuticas que nos separaban de nuestra siguiente etapa, Gdynia, gozando de una noche de ópera a bordo, acompañados por la gloria de Mozart interpretado por cuatro maravillosos cantantes.
Día 5: Gdynia/Gdansk (Polonia)
Atracamos en Gdynia, Polonia, a las 7:00 am, para visitar la bella ciudad de Gdansk, importante puerto fluvial en la desembocadura del río Vístula.
La mayoría de los bellos edificios de estilo gótico y renacentistas fueron reconstruidos basándose en las fotos anteriores a la guerra, y la torre de la alcaldía predomina en la hermosa plaza Dlugi Targ, delimitada por admirables fachadas.
La iglesia principal tiene fama de ser la catedral de ladrillos más grande del mundo y alberga un soberbio altar con un colorido tríptico del siglo XVI que representa la Coronación de la Virgen, un reloj astronómico del siglo XV y un órgano barroco.
A las 4:00 pm dejamos el muelle de Gdynia para recorrer las 322 millas náuticas que nos separaban del siguiente puerto.
Día 6: Riga (Letonia)
Entramos en el Golfo de Riga, con sus bajas colinas cubiertas de bosque, y pasamos el faro de la desembocadura del río Daugava a las 12:30 de la noche, descubriendo los muelles donde había gran cantidad de troncos listos para ser transportados.
A la 1:30 de la madrugada arribamos a la ciudad de Riga, capital de Letonia, pequeño país que en 1991 logró su independencia de la URSS. Las torres de sus iglesias dominan el panorama y a toda la ciudad.
Ésta fue muy destruida durante la guerra, pero ha sido bien restaurada y es un placer caminar por sus callejones, con sus casas que datan del siglo XIV, así como conocer su catedral del siglo XIII que alberga un impresionante órgano de 6,700 pipas de metal y madera, sus restos de fortificaciones, sus plazas con las terrazas de cafés y restaurantes para que los comensales gocen del sol del corto verano.
Día 7: Tallin (Estonia)
A las 6:30 am zarpamos, salimos del golfo y seguimos la costa para contornear las islas de Estonia, recorrer las 291 millas náuticas y llegar a Tallinn a la 1:30 de la tarde del día siguiente. La noche nos sorprendió gozando del show filipino de la tripulación.
Tallinn, la perla del Báltico, capital de Estonia, es una bella ciudad situada en la entrada del Golfo de Finlandia, fundada por Waldemar II de Dinamarca, en 1219, cuando construyó un castillo.
Perteneció a los caballeros teutones, a Suecia y Rusia, ocupando una posición clave como puerto libre de hielo durante los largos inviernos, lo que permitía el comercio para las mercancías que llegaban de San Petersburgo por tren. Independiente en 1918 y luego integrada a la URSS, Estonia declaró su independencia en 1991.
Conserva uno de los más bellos rincones medievales de Europa, a la sombra del Castillo de Waldemar, rodeada por la muralla vigilada por sus torres de techo rojo. En la ciudad alta dominan las imponentes torres del castillo que protegen la catedral fundada en 1223 y a la catedral ortodoxa Alexander Nevsky, fundada en el siglo XIX.
Los callejones empedrados permiten transportarse en el tiempo y la ciudad baja es un encantador mundo de calles angostas alrededor de la plaza de la alcaldía gótica, sembrado de suntuosas iglesias, como San Olav del siglo XVI, con su torre-aguja de 100 m, decorado con hermosas casas de mercaderes que datan del siglo XV.
A las 7:00 pm el Minerva II dejaba esa ciudad encantadora para recorrer las 187 millas náuticas que nos separaban de San Petersburgo y después de gozar de una velada de ópera.
Día 8: San Petersburgo (Rusia)
Amanecimos en el Golfo de Finlandia, pasando la Isla de Kronshtadt, desde donde empieza el canal balizado de navegación, debido a la poca profundidad del golfo. Aparece entonces el delta del río Neva y la obligación de tomar el canal construido para evitar los bajos fondos y penetrar en el río.
El Minerva II entró como una reina, digna y potente, descubriendo los bellos edificios, y atracó a las 12 de la noche en punto en el muelle “inglés” a 500 m del Palacio del Hermitage. Desde lo alto de la cubierta la ciudad se veía hermosa.
Fue fundada en 1703 por el zar Pedro el Grande, quien la llamaba su “paraíso”, y en menos de 10 años hizo de ella la gran capital de Rusia. Decenas de miles de obreros fueron forzados a trabajar en su edificación y muchos perdieron la vida.
Es una hermosa ciudad animada, desbordando de vitalidad, intrigante, misteriosa y admirable. En el Palacio Yusupov mataron a Rasputín, el Palacio de Invierno y el Hermitage albergan la mayor colección de arte empezada por Catarina la Grande, la Catedral San Isaac se impone por su grandeza, la Fortaleza Pedro y Pablo conserva las tumbas de los Romanov, desde Pedro hasta Nicolás.
Día 9: San Petersburgo (Rusia)
Nos encaminamos hacia el oeste, dejando la capital de Pedro a las 7:00 pm. El capitán Hobbs me explicó la dificultad de esa salida cuando, para entrar en el canal que evita la desembocadura, la fuerte corriente del río empujaba el barco, con el riesgo de deportarlo hacia el muelle. Es una maniobra poco usual pero que pasamos con éxito. El sol alumbraba las cúpulas de San Petersburgo y seguíamos nuestro recorrido.
Día 10: Altamar
Fue un día de navegación para recorrer las 480 millas náuticas que nos separaban de Visby, el puerto de la Isla de Gotland, Suecia, situada a 90 km de la costa, donde llegamos al otro día a las 7:00 am.
Día 11: Isla de Gotland (Suecia)
El viento del norte estaba soplando, la temperatura no rebasaba los 10 grados y el capitán Hobbs tomó la sabia decisión de no entrar en el puerto, porque una semana antes un barco similar al Minerva II se quedó bloqueado dentro del puerto durante tres días. Así, no anclamos en la bahía.
Visby, la capital construyó su muralla de 3 km y 27 torres en 1361 para proteger las casas de los ricos mercaderes, sus iglesias hoy en ruinas y la imponente catedral con sus torres coronadas de domos negros, amenazadoras y ideal punto de orientación para los marineros.
A las 3:00 pm el mal clima persistía y el regreso al barco fue una aventura, ya que las embarcaciones se movían como cáscara de nuez. Zarpamos para recorrer las 201 millas náuticas que nos separaban de la Isla de Bornholm.
Día 12: Isla de Bornholm (Mar Báltico)
Bornholm se encuentra a 137 km de Dinamarca, país al que pertenece. Llegamos ese día a las 7:00 am al Puerto de Rone, y con mucho sol.
Es un pequeño paraíso con un microclima que atrae a los turistas en el verano para gozar de sus playas y sus colinas cubiertas de campos de cultivo y bosques. En sus pueblos de pescadores las casas de madera brillan con colores vivos que destacan sobre el mar azul, con sus grandes chimeneas para ahumar los pescados, dominadas por sus iglesias y molinos. En el extremo norte las impresionantes ruinas del castillo de Hammershus se imponen, pero lo más destacado de la isla son sus iglesias redondas construidas para el culto y para protegerse de los ataques. La más bella es la de Osterlars, construida en el siglo XII, con sus 18 m de diámetro y sus bellos frescos donde el infierno amenaza a los creyentes.
Nos hicimos a la mar a las 2:00 pm, pasamos por debajo del puente que une Suecia a Dinamarca a las 7:30 pm.
Día 13: Kristiansand (Noruega)
Llegamos a Kristiansand, en la punta sur de Noruega, a la 1:00 pm, después de haber recorrido 341 millas náuticas.
Es el principio de los fiordos, donde las costas rocosas se cubren de pinos y el mar se infiltra en cada bahía diseñando una costa recortada.
En esa parte del mundo el verano es corto, la naturaleza brilla, las casas de madera se visten de flores, los bosques dividen los pastizales y bordean los lagos y ríos.
Llegamos a Grovane para abordar el pequeño tren de vapor que nos llevó a Royknes, una aldea a la orilla del lago, siguiendo el cañón del río Otra, donde corre un tobogán de madera para transportar los troncos hacia la costa.
Día 14-15: Regreso a Dover (Inglaterra)
A las 6:00 pm del treceavo día dejamos el puerto, con dificultad debido al viento lateral, y empezamos nuestro regreso hacia Dover, a 491 millas náuticas, lo que nos tomó toda la jornada para llegar a Inglaterra al otro día, a las 6:30 am.
El Mar Báltico es un mundo lleno de sorpresas, donde la rudeza del invierno ha forjado el carácter fuerte de su gente y la belleza de sus mujeres, donde el hombre ha alzado torres de iglesias para crear montañas que no tienen, donde las casas se pintan para sentirse vivas y las terrazas de los cafés se animan cuando el corto verano se asoma.
Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney