Un viaje intemporal entre pueblos medievales e historia.

Entre los montes Cárpatos y el mar Báltico, se extienden los llanos fértiles de Polonia donde los pueblos se adosan a las colinas, jugando con los meandros del Vístula y otros ríos que serpentean, y donde se encuentran los últimos bisontes salvajes europeos. Encantadora, sofisticada y cariñosa, Polonia seduce por su gente, su arquitectura y su exquisita comida. Hechiza al descubrirla paseando por sus callejones, sus fortalezas y sus torres que vigilan las plazas.

 

 

Sopot y Gdansk

Enfrentando los caprichosos vientos del mar Báltico, veníamos navegando desde Copenhague, hasta alcanzar la costa polaca cerca de Darlowo. Seguimos las largas playas de arena blanca donde el aire hacía oscilar la vegetación barrida por los vientos del norte y las dunas protegían los pantanos y lagunas costeras. Hermosas casas adornaban el escenario, ofreciendo un panorama digno de una pintura medieval. Pasamos la pequeña ciudad de Wladyslawowo adosada al acantilado para contornar la larga península arenosa que llega a Hel y protege la bahía de Puck. Habíamos entrado en el famoso Golfo de Gdansk, delimitado al este por Rusia con las ciudades de Kaliningrad y Baltiysk, y donde desemboca el río Vístula con un importante delta. 

Fue entonces cuando alcanzamos Sopot, un antiguo balneario aristocrático que tuvo sus años de gloria antes de la guerra, donde nobles y príncipes pasaban el verano y gozaban de sus aguas termales. Nos instalamos en el maravilloso Grand Hotel Sopot Sofitel para sentir esa fiebre de los años 30, cuando la ciudad retumbaba con sofisticado glamour. La playa de arena blanca acoge a los cisnes y patos, mientras que Molo, el muelle de madera más largo de Europa, invita a un paseo sobre el agua para disfrutar de una vista soberbia. 

 

 

 

Posteriormente, entramos en el río Motlawa hasta llegar a la ciudad de Zielona Brama, la Puerta Verde de Gdansk. Ésta fue construida en 1560 para ser la residencia de los reyes y abre sus arcos sobre el Camino Real donde los reyes polacos desfilaban cuando visitaban la ciudad, vigilados por la torre del ayuntamiento. Dlugli Targ fue el mercado principal y es ahora el lugar favorito de los turistas. Ahí destacan Zlota Kamienica; la fuente de Neptuno y Dwór Artusa. El Ayuntamiento, de estilo gótico y renacentista, con su torre, la más alta de Gdansk (81.5m), y una estatua dorada del rey Zygmunt II, hoy Museum Historii Miasta Gdanska (museo de Historia) donde impresionan la puerta barroca con las armas de la ciudad guardadas por dos leones, sus hermosas salas, especialmente la Sala Czerwona donde se juntaban los consejeros.

 

 

 

Siguiendo el Camino Real, transitamos entonces por Ul Dluga, una de las calles más hermosas de Polonia, y tomamos una cerveza en el Celtic Pub. Disfrutamos también las tiendas de ámbar y alcanzamos Zlota Brama (puerta dorada) donde con columnas y estatuas, y Dwór Bractwa Sw Jerzego. A lado encontramos Przedbramie o puerta delantera formada por Katownia (casa de tortura) y Wieza Wizzienna (torre de la cárcel) que ahora alberga el maravilloso museo del Ámbar, el “Oro del Báltico”. Descubrimos Brama Wyzynna, la puerta de tierra construida en 1574, Wielka Zbrojownia (el gran Arsenal) del siglo 17 adornado con motivos militares, estatuas de soldados y las armas de la ciudad. 

Degustamos la comida polaca típica en Restauracja Gdalska, que incluyó carnes asadas, col agria, sopas, salchichas y pato en sabrosas salsas. Caminamos por Ul Mariacka, la calle más típica de Gdansk, para llegar a Brama Mariacka (puerta de Santa María) junto al río donde admiramos Zuraw Gdanski, una grúa medieval de madera con 2 grandes poleas para descargar barco.

Siguiendo el paseo a lo largo del río, observamos los elegantes edificios, y reencontramos nuestro velero para regresar a Sopot y finalizar el día con broche de oro, cenando en el restaurante Art Deco del Grand Sopot Sofitel para disfrutar de la excepcional cocina del chef Leszek Patoka, y gozar de una romántica velada frente al mar Báltico.

 

 

 

 

Malbork

Dejamos el velero en Sopot para recorrer Polonia por su encantadora campiña y sus fascinantes sitios cargados de historia. Lo más cercano que visitamos fue Malbork (Marienburg), una imponente fortaleza gótica construida por los Caballeros Teutones en el siglo XIII a la orilla del río Nogat. Ampliada a los largo del tiempo, actualmente se conforma de tres intrincados castillos que forman la fortaleza de ladrillo más grande de Europa, donde visitamos las salas medievales el patio central con sus arcos y los restos de la catedral. 

 

 

 

Torun

El siguiente paso de nuestra ruta nos llevó al pueblo de Chelmno y su imponente muralla perforada por puertas, altos edificios medievales de ladrillos y una encantadora plaza central donde luce la alcaldía. Finalmente alcanzamos Torun, una ciudad amurallada a la orilla del Vístula, ciudad natal del astrónomo Nicolás Copérnico, famosa por tener más de 300 monumentos inscritos a la historia del arte de Europa. Al recorrer la plaza mayor y las calles adyacentes, penetramos en el universo de hace 700 años porque no ha cambiado desde entonces, conservando su apariencia medieval con sus edificios de ladrillo. 

 

 

 

Nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Torun seduce por su ambiente medieval y sus casas góticas; la Dom Pod Gwiazda con su rica fachada decorada en estuco y su escalera de caracol, y es un placer descubrir todas esas fachadas góticas con pinturas murales mientras caminábamos por los callejones medievales. 

Absorbidos por la belleza de las casas y el encantador ambiente con el vaivén constante de la gente, alcanzamos la plaza mayor ocupada por el ayuntamiento en el centro, uno de los más monumentales de Polonia, con su imponente torre de ladrillo que domina la estatua de Copérnico. Descubrimos la Catedral Basílica de San Juan Bautista y San Juan Evangelista, construida en el siglo XIV, majestuosa y fascinante, con sus altares renacentistas y barrocos, sus esculturas y pinturas, solemne en ese día fresco de primavera. 

Recorriendo las calles, alcanzamos la hermosa iglesia de Santa María donde se celebraba una boda, y la iglesia de San Jacobo con sus pinturas murales monumentales del siglo XIV. Siguiendo una calle que bajaba hacia el río, descubrimos una de las puertas abiertas en la muralla medieval que sigue el Vístula, testimonio de la fuerza de la ciudad, y terminamos en las atrayentes ruinas del castillo de los Caballeros Teutónicos. Torun es una verdadera joya surgida del pasado, donde la gente es encantadora, la comida excelente y los museos fascinantes. 

 

Bialystok

Después de pasar a través de pueblos tranquilos y románticos, alcanzamos nuestro siguiente destino, Bialystok, en el corazón de la región Podlaskie con sus parques nacionales, considerada como el pulmón de Polonia. Sus calles sombreadas llevan hacia la plaza central cerrada por el ayuntamiento y dominada por la imponente Catedral de ladrillos. Cuando llegamos, la lluvia caía, una misa terminaba y la gente caminaba de prisa para no mojarse, el centro del pueblo estaba como entumido. Descubrimos el suntuoso palacio Branicki, construido en el siglo XVIII por Jan Klemens Branicki que ambicionaba ser rey de Polonia, y  degustamos el Bialy, tradicional pastel de Bialystok que lleva cebolla, ajo y semilla de amapola, parecido al baggel.

 

Bialowieza

Nos dirigimos entonces hacia el este del país, hasta la frontera con Bielorrusia, atravesando pueblos encantadores, recorriendo las carretas que atraviesan los bosques. 

Alcanzamos el parque nacional de Bialowieza, un inmenso bosque de encinos viejísimos donde, caminando por los senderos señalados, pudimos ver unos bisontes europeos salvajes. Declarado reserva de cacería en 1541, sufrió muchos deterioros con las guerras, hasta ser declarado parque nacional con su fauna protegida. El wisent (bison bonasus) es el bisonte europeo, más grande que el americano, que vive en ese bosque medio pantanoso y pudimos observar unos de lejos en nuestra caminata. 

 

 

En la parte vigilada y cercada, los descubrimos de cerca, junto al lobo gris, el rarísimo lince Felix, los alces y los venados rojos, así como los jabalíes salvajes. Era un festín de fauna local en su propio ambiente, con los pájaros que nos rodeaban. Fue una maravillosa experiencia, un contacto íntimo con la naturaleza. Comimos goulash, cerdo con manzanas y jabalí en salsa de vino en un típico restaurante local a la orilla de una inmensa chimenea, antes de seguir nuestro camino por la carretera rural, verdadero paseo con imágenes del campo, hasta llegar a Varsovia.

 

Varsovia

La capital nos recibió con su mundano ruido y tráfico, en medio de un remolino de edificios inmensos de la época comunista y otros medievales, y nos alojamos en el lujoso hotel Jan III Sobieski. Aquí me encontré con mis amigas de la infancia, Kaska, Elka y Alinka, quien sería nuestra guía durante el recorrido. Empezamos la Nowy Swiat que fue la calle donde los nobles alzaban sus mansiones cerca del palacio del rey. Es una calle encantadora con una gran variedad de tiendas, restaurantes y cafés muy acogedores en la planta baja de elegantes edificios. 

Llegando al fabuloso monumento a Copérnico, se encuentra la calle Krakowski Przedmiencie, parte del camino real, donde visitamos la iglesia barroca de la Santa Cruz. Disfrutamos el paseo encantador con las descripciones de Alinka, descubriendo el Palacio Czapski, típico ejemplo de la arquitectura rococó, el elegante hotel Europejski construido en el siglo XIX, el barroco Palacio Potocki que fue originalmente construido por la familia Denhoff, el Palacio Kazimierzowski que data del siglo XVII y forma parte de la elegante universidad de Varsovia que adorna la calle. 

 

 

 

En seguida encontramos el Palacio Presidencial, adornado por la elegante estatua ecuestre del príncipe Józef Poniatowski, y descubrimos la Iglesia de la Visitación y nos dejamos impresionar por capillas de estilo barroco y su pulpito único en forma de barco con esculturas y pinturas. 

El Palacio Kazanowski fue uno de los palacios aristocráticos más ricos; la iglesia de Santa Ana destaca con su fachada neoclásica. Por su parte, el hotel Bristol es el ejemplo del esplendor de Varsovia; y finalmente alcanzamos la plaza Zambowy que se encuentra en el corazón de la ciudad vieja, enmarcada por el austero Palacio Real de ladrillo con un inmenso patio adoquinado, ahora museo de historia, y las casas burguesas, adornadas por la columna del rey Segismundo III. 

 

Kazimierz Dolny

Dejamos Varsovia para descubrir al encantador pueblo de Kazimierz Dolny, una de los localidades más bellas de Polonia, a la orilla del Vístula, y que ha conservado su arquitectura renacentista. La plaza del mercado deslumbra por su espacio abierto alrededor del pozo cubierto, la iglesia, el viejo granero decoran el pueblo donde se respira un aire de paz a la sombra del castillo que domina la colina. Es un encantador rincón polaco, romántico y con una cocina exquisita.

 

 

Lublin

Recorriendo la campiña de la provincia de Lublin, alcanzamos la capital cuyo centro histórico se aloja en una colina, tal como estaba en la época medieval: fortificado, con sus puertas monumentales perforadas en la muralla. Al pasar por Brama Krakowska con su alta torre, caminamos por esos callejones donde se sentía vibrar las casas con los ecos de la historia y batallas, la plaza del mercado nos recibió con sus fachadas decoradas, sus cafés y restaurantes, la iglesia dominicana conserva su arquitectura gótica, y desde el mirador teníamos una vista impresionante sobre el imponente castillo. 

La catedral, de estilo neoclásica conserva unos frescos rococó en “trompe l’oeil”. La puerta Grodzka, con su arco y torreón, marcaba la entrada al barrio judío y la nueva ciudad que data del siglo XVIII es un lugar ideal para ir de compras. Por si situación estratégica, Lublin ha sido siempre deseada por los conquistadores y es ahora la novena ciudad de Polonia, además de ser un gran centro estudiantil, lo que le da su ambiente muy acogedor.

 

 

Zamosc

Terminamos nuestro día en Zamosc, un pueblo fundado en 1580 por Jan Zamoyski, siguiendo un diseño renacentista con sus calles rectas, sus fortificaciones y sus edificios de estilo italiano. Visitamos las iglesias, la sinagoga, el mercado y comimos la delicada cocina regional en Muzealna, un restaurante ubicado en el sótano donde las piedras del edificio reflejan la historia de la ciudad y que abre su terraza en la plaza desde la primavera. Zamosc es como un tesoro, un pueblo que ha atravesado el tiempo sin una arruga, pasmado en la historia, con un exquisito sabor romántico, y que nos transporta en la atmósfera de antaño. 

 

 

Cracovia

Atravesando la hermosa campiña de Swintokrzyskie voivodato, alcanzamos Sandomierz. Este pueblo, situado al cruce del río Vístula y San, ha sido importante desde la Edad Media, y su centro histórico amurallado corona una loma, en donde la plaza del mercado se adorna de un ayuntamiento en forma de fortaleza. Su catedral es impresionante, así como el castillo y la iglesia de San Jacobo que se encuentra en la ruta jacobea. Recorriendo las colinas de Województwo malopolskie (pequeña Polonia), descubrimos unas hermosas iglesias de madera, acogedoras y adornadas con refinados iconos, hasta llegar a Cracovia.

Testimonio de los tiempos de guerra está Wawel,  fortaleza montada sobre un peñón a la orilla del Rió Vístula. A su pie deslumbra la fastuosa Stare Miasto, un elegante dedal de antiguos callejones que llevan a la plaza Rynek Glówny, rodeado por su muralla, y a su lado se impone Kazimierz. 

Pasando la puerta monumental, penetramos en un mundo medieval que deslumbra por su belleza, empezando por la imponente y grandiosa catedral, sitio de coronación de los reyes polacos. En su interior destaca la capilla de Segismundo definida como arte renacentista toscano más al norte de los Alpes, con su cúpula dorada y las tumbas adornadas por perfectas esculturas. El coro, la tumba de Casimiro, la capilla de la Santa Cruz, las criptas reales y la campana de San Segismundo de más de 11 toneladas nos impresionaron. 

El castillo de Zamek Królewski es una compleja mezcla de estilos con un patio decorado de columnas y sus elegantes salas albergan auténticos tesoros y extravagantes objetos. Desde lo alto de la muralla disfrutamos de unas fabulosas vistas sobre el río y la ciudad.

 

 

Afuera del centro nos sorprendió el santuario Bozego Milosierdzia, el monasterio Bielany (Klaztor Kamedulów) y la abadía Tyniec. Visitamos fascinantes museos como Sukiennicach, el museo de Arqueología y los Palacio Ciolek, Krzysztofory y Hipolitów.  

Cracovia es también el arte del buen comer y gozamos de los platillos con pato, col agria, betabel, borsh o exquisitas salchichas, acompañados por una buena cerveza polaca o vinos europeos. Cada noche un concierto diferente animaba los teatros, las iglesias o los palacios privados. La orilla de la Vístula incitaba a un paseo romántico al pie de Wavel, admirando los cisnes o los patos alimentados por la gente.

Kazimierz es un barrio intrigante lleno de historia, y terminamos la visita gozando de la tranquilidad del santuario Skalka a la orilla del Vístula. Paseamos en carreta por los callejones de Cracovia, sintiendo vibrar la ciudad al son de los cascos de los caballos que retumbaban en el silencio de la noche, disfrutando de ese momento que nos sumergía en el pasado romántico de la ciudad.

No muy lejos se encuentra Wadowice, el pueblo donde nació el Papa polaco Juan Pablo II, y más al norte alcanzamos Czestochowa, el templo de peregrinación a la Virgen más venerada de Polonia. Jasna Góra es el santuario anidado en una colina donde la iglesia alberga la imagen de la Virgen de Czestochowa así como unas numerosas capillas de recogimiento. 

 

Worclaw

Al llegar a Worclaw, nos alojamos en el suntuoso Sofitel en pleno centro histórico, un hotel sofisticado en medio de un ambiente medieval. Las terrazas llenaban la plaza con la gente disfrutando de comida y cervezas, el ambiente era exquisito y acogedor. 

 

 

Pasando el romántico puente sobre el río Oder donde los cisnes flotaban o amerizaban, entramos en la parte más antigua, Ostrów Tumski, con sus islas entre las ramas del río, cuyo nombre aparece desde el siglo X sobre la ruta del ámbar. En la primera isla, Wyspa Piaskowa, encontramos la iglesia ortodoxa Santa Ana, la biblioteca de la universidad y una iglesia de estilo gótico. Pasando el puente Most Tumski, llegamos a tierra firme, el centro de Ostrów Tumski, donde encontramos unas casas más sencillas, puentes que unen a las islas y la catedral de ladrillos. 

El palacio Wroclaw se alza majestuosamente a la orilla del río, así como la inmensa universidad fundada en 1728 que se refleja en las tranquilas aguas, con su torre cuadrada rematada por 4 estatuas que representan la filosofía, medicina, matemáticas y derecho. 

 

Poznan

Siguiendo nuestro camino campestre en Wielkopolska, encontramos unos lagos preciosos, restaurantes acogedores para probar la comida polaca, capillas de madera y castillos en ruinas. Llegamos a Poznan a tiempo para visitar su hermoso centro histórico. Lo primero que destaca es el inmenso convento jesuita y la iglesia de San Stanislaw. Al caminar por los angostos callejones desembocamos en la plaza del mercado que es el centro de la ciudad desde 1254. 

 

 

En la plaza encontramos el poso Bamberka, la fuente de Persephone y el ayuntamiento reconstruido en 1560. Visitamos los restos de la muralla, el imponente castillo del Emperador construido en el siglo XIX, el teatro y su jardín, dando los aires de grandeza a la ciudad cuna de la nación polaca. En la isla entre los ríos Warta y Cybina encontramos la parte más antigua, Ostrow Tumski, con sus casas bajas y su catedral de San Pedro y San Pablo, finalmente llegamos a Sopot.

Polonia es un libro de pinturas barrocas, de arquitectura gótica, de escenas románticas y de encuentros con la gente que sonríe con algo de tristeza en el corazón. Han vivido otros momentos de calamidades, epopeyas de reyes o héroes, amores épicos y batallas sangrientas pero los polacos son partes de un maravilloso viaje pasional al filo de los callejones, ciudades y murallas marcadas con sentimentalismo. Cada uno de sus pueblos y ciudades son las joyas de esa senda, con sus hermosas fachadas que vibran al son de los recuerdos de tanta historia y batallas. Polonia es un joyero de emociones.

 

 

Texto: Patrick Monney ± Foto: cortesía del Ministerio de Relaciones Exteriores de Polonia, Patrick Monney