Cuántos encuentros se cumplen en el serpenteo misterioso de las calles en donde las casas se tocan, se inclinan una hacia la otra, se unen por curiosos puentes que forman unos sospechosos túneles, que se animan con encuentros improvisados, felices o inoportunos. La medina de Fes es un cruce de caminos, un sendero perpetuo de calles, que se pierde y sorprende con la oportunidad de encontrarse y de volver a descubrir la salida.
Primer día
Al llegar nos instalamos en el maravilloso Riad Fes, un antiguo palacio dentro de la medina que ha sido restaurado por Chakir Sefrioui. Penetramos en los muros decorados de zeliges (azulejos compuestos por piezas recortadas y acopladas para reproducir motivos geométricos), estuco y madera labrada.
Observamos la inmensa ciudad amurallada de donde surgen los minaretes de las mezquitas, de entre los que destaca el de la Karaouina, el más alto. La voz del muecín se resbalaba sobre las colinas que rodean la ciudad, el sol bajaba en el horizonte, y el rumor de la medina subía como música medieval. En las colinas se observaban los antiguos fuertes o Borj, las tumbas de la dinastía merinida y a lo lejos se adivinaban los montes del Atlas Mediano.
Nos sentamos en el bar L’Alcazar con sus hermosas columnas que bordean el patio adornado con su larga fuente, antes de degustar la deliciosa cena en el restaurante L’Ambre en el Riad, un menú diseñado por Fouzia Sefrioui, compuesto de Basti’la (pie de fila con pichones y almendras), un tajine de pollo con limón y aceitunas (cocido en una olla de barro en forma de sombrero) y los deliciosos pasteles como cuernos de gacela y macarrón. Nuestros cuerpos sentían vibrar la música, los ecos de la historia, las voces de los rezos y el canto del muecín, mientras disfrutaban de los sabores delicados.
Segunda noche
A la mañana siguiente salimos acompañados por un guía para no perdernos en esos callejones medievales. Comenzamos por la muralla que protege las dos ciudades, Fes El Bali (el viejo) y Fes Jdid (el nuevo), y en ella se abren las monumentales puertas (Bab) que permiten el acceso al mundo enigmático de la medina. Bab Boujeloud, decorada de zeliges, es la puerta azul que vibra por el paso constante de la gente hacia las dos calles principales, Tala’a Kbira y Tala’a Sghira, en donde se encuentran los comercios y por la cual transita una impresionante muchedumbre en perpetuo movimiento.
Fes es un inmenso arcón donde surgen los más sorprendentes edificios: el museo Nejjarine, un antiguo “fondouk” (caravanseray, estancia para caravanas) con decorado de madera al lado de una hermosa fuente; la Zaouïa Moulay Idriss II, mausoleo del hijo del fundador, importante lugar de peregrinación; la madraza El Attarine, construida en 1325 con un elegante patio vestido de zeliges, estuco y cedro labrados; la mezquita Karaouina y su universidad, reconocida como uno de los mejores centros de estudios del Islam; el Fondouk Tetuano, fundado en el siglo XIV por los mercaderes de Tetuán, con sus balcones de mucharabie (celosía).
Tercera noche
Nuestro tercer día lo dedicamos a Fes El Jdid. Entramos por Bab Dekkaken y paseamos por sus callejones cubiertos, hasta descubrir el barrio judío, o Mellah, con sus típicas ventanas que abren a la calle y la sinagoga Habarim. Alcanzamos el gran Mechouar o plaza del palacio donde tienen lugar las ceremonias oficiales y los grandes eventos, limitado por la entrada monumental de Dar El Makhazen (Palacio real), con su suntuosa entrada maravillosamente restaurada, puertas de bronce cincelado y techos de tejas verdes.
Descansamos un rato para disfrutar de la excelente cocina de Dar Roumana, que se sirve en una hermosa casa tradicional de Fes. Gozamos la sopa marroquí Harira con lentejas y cordero y el tajine de res con ciruelas pasas y almendras. Para terminar nuestro día, fuimos a visitar a los alfareros y descubrir su maravilloso trabajo que constituye la cerámica típica de Fes, famosa desde hace más de 1000 años.
Cuarta noche
Al siguiente día, salimos temprano a Meknes (o Mequinez), la ciudad imperial a unos 65 km, rodeada por su muralla que adorna la colina. Descubrimos Bab Lakhmis y Bab Berdaïne, dos monumentales puertas ricamente decoradas del siglo XVII, y entramos para visitar el antiguo palacio real Dar El Makhzen que fue el palacio de Moulay Idriss, fundador de Meknes. Seguimos con la visita de Bab Mansour, la imponente y fastuosa puerta, construida en 1732 por Moulay Ismael y considerada como la más grande de Marruecos y África del Norte. Visitamos la mezquita Néjjarine que data del siglo X, la madraza Bouanania fundada en el siglo XIV y que luce un hermoso patio con su decorado de zeliges, estuco y madera finamente labrada, compuesta de 26 aulas y su sala de rezos.
Posteriormente pudimos admirar el plan perfecto de la ciudad de Moulay Idriss, los maravillosos mosaicos romanos que representan los dioses y escenas de la vida cotidiana, el arco de triunfo de Caracalla, el foro, la basílica y el templo de Júpiter.
Regresamos al Riad Fes y cenamos esa noche en Maison Blanche, la sucursal del famoso restaurante parisino de la avenue Montaigne de Jacques y Laurent Pourcel.
Quinta noche
Al despertar, decidimos ir a descubrir las joyas escondidas de la ciudad: Riad Fes es la puerta de entrada al pasado para vivir, sentir el placer de la dulzura del ambiente árabe. Sus puertas, decoradas por clavos y el símbolo que representa la mano de Fátima para la buena suerte, se abrieron para nosotros sobre los patios escondidos o jardines misteriosos. En el riad El Mokri (hoy centro de las artes), un misterioso zaguán nos llevó al patio que a su vez daba paso a un bello salón con unas ventanas que abren sobre una divina vista de Fes y sus minaretes.
Terminando el día nos relajamos de nuevo en el hammam para sentirnos revitalizados y vibrar al ritmo de la vida en Fes, pero antes cenamos en la Mezzanine, un restaurante-bar donde encontramos la jet set de Fes, con una comida deliciosa y un ambiente fascinante. Después decidimos visitar las discotecas Vip y Felix Club para descubrir la vida nocturna de la Fes tradicional.
Fes se entregó a nosotros y abrió sus jardines secretos y sus palacetes encantados. Sus callejones interminables con mercados ruidosos, coloridos, congestionados y alegres fueron un enigma para nosotros. Fes se ilustra con un proverbio árabe, “desde lejos te alcanzan los ojos de él que llenas los deseos”.
Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney, Santy Clavel, Bermdez Lievano, Morguefile