Sueño de buceadores

El sueño comenzaba a hacerse realidad, un viaje largamente esperado, una aventura hacia los lejanos mares del Ecuador. Recorrido que comenzaría en Panamá, luego Guayaquil, hasta la Isla de Baltra, destino final en el corazón de las islas Galápagos.

Tras un amable recibimiento, nos dispusimos a organizar la cantidad de equipaje hasta lo que sería nuestra morada durante siete días, el Nemo. Este barco tipo catamarán, de 85 pies de largo, está equipado para 12 personas.

Las primeras sorpresas empezaron a ocurrir desde el muelle, cuando un lobo marino dormía plácidamente debajo de un destartalado camión. Si esto ocurría en las zonas aledañas al aeropuerto, ¿qué depararían las islas más alejadas?

 

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El primer punto de este viaje fue la Isla de Wolf, que está totalmente deshabitada. Su agreste relieve presenta rocas escarpadas, un sinnúmero de cuevas colindantes con el mar y altos acantilados, donde gran cantidad de aves marinas encuentran refugio. Navegamos durante tarde y noche para llegar a lo que sería la primera inmersión. La travesía transcurrió sin novedad, salvo la presencia de los delfines, que alegres acompañaban al Nemo. Se tiró el ancla en Bahía Tiburón.

Al contacto con el agua relucieron los trajes de buceo de neopreno de 7 mm, semisecos. El agua estaba realmente fría, debido a las corrientes que fluyen desde el sureste de Perú, y que tienen origen en la Antártida. En conjunto, con la corriente costera conforman la llamada “Corriente de Humboldt”.

Son estas corrientes las que provocan la reunión de especies que difícilmente se pueden concentrar en otra parte de nuestro planeta: ídolos moros y pingüinos, peces loros e iguanas marinas, caballitos de mar y tiburones ballena.

 

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Isla de Darwin

El barco partió por la madrugada rumbo a la Isla de Darwin. Al amanecer podía observarse en el horizonte el emblemático Arco de Darwin. Justo ahí fue donde inició el descenso, una pequeña repisa volcánica a 60 pies, ofrecía un excelente punto de observación.

Se hicieron presentes una asombrosa cantidad de tiburones martillo, la mayoría hembras. En proporción al tamaño del cuerpo y la cabeza, tienen el hocico pequeño, pero eso se compensa con una gran velocidad y maniobrabilidad. Al parecer, la cabeza les ayuda para girar rápidamente en un radio mucho más corto que los demás tiburones, característica que no sólo es útil para protegerse, sino para ayudarlos a conseguir su alimentación.

Las sorpresas continuarían, un sonido agudo se hacía más intenso, no se distinguía de dónde provenía, pero era un hecho que quien lo produjera estaba cerca. Y de pronto, en el fondo marino, se dibujaron las siluetas de los delfines que en cada ocasión se acercaban más y más. Una experiencia única, a 60 pies de profundidad, y rodeados de tiburones ballena, tortugas, atunes, esto es el centro de Darwin, ¡esto es Galápagos! donde el prodigio y misterio de la vida se manifiesta también en las pequeñas especies, como lo vemos en estos peces que suben a depositar su esperma, para que continúe su ciclo vital.

 

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En el Equilibrio del Mundo

El siguiente punto fue Isabella, la isla más grande y con la mayor actividad volcánica posible del Ecuador. Aquí el GPS marca exactamente 0o 00', estamos en el punto del equilibrio del mundo, donde el norte y el sur dejan de serlo para convertirse en ese lugar único donde se unen los extremos.

Bajo el agua aguardaban tortugas, bailarinas del mar, las graciosas rayas águila y los primeros lobos marinos, que sin importarles la presencia humana buscaban su alimento entre las grietas del fondo y jugueteaban graciosamente con las cámaras; estrellas de mar de chispas de chocolate, las de tipo colchón y las estrellas de mar azules.

Tras un intenso buceo nocturno partimos rumbo a la Isla de San Bartolomé, en busca de los simpáticos pingüinos que llegaron a Galápagos gracias a la Corriente de Humboldt. Estos pingüinos pertenecen a una de las especies más pequeñas del mundo.

Para finalizar este recorrido por Galápagos, nuestro guía se reservó un as bajo la manga: Gordon Rocks, lugar con alto grado de dificultad para bucear y donde se pueden apreciar cardúmenes de rayas águila, de raya común, tiburones Galápagos y, lo más importante, una extremadamente diversa explosión de vida, peces de todos colores, tamaños y formas. Antes de partir se meditaba aquella frase: “No hay otro lugar en el mundo como Galápagos". 

 

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Texto: Alberto Friscione Carrascosa ± Foto: Alberto Friscione Carrascosa