La belleza y complejidad de los estímulos visuales del mundo en el que vivimos o por el que nos desplazamos como viajeros, es infinitamente vasta y rica. El saber ver y sentir lo que se descubre viendo, es la quinta esencia del arte de viajar.

En este sentido, la fotografía tiene algo importante que aportarle al viajero consumado y sofisticado. Al que todo lo ha visto, al que no tiene límites de presupuesto o de desplazamiento. Me refiero y propongo “una manera diferente de ver las cosas que nos rodean", la cual es para el fotógrafo, naturaleza e instinto, la médula de su oficio documental o artístico.

La idea es adoptar un nuevo código de lectura y decodificación de los estímulos visuales y sensoriales a los que estamos expuestos, sobre todo cuando viajamos que sobrepasa lo obvio, lo establecido en destinos, avenidas, tiendas y paisajes.

 

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Aprender a ver es cuestión de actitud y práctica, es aguzar los sentidos y la percepción para capturar los pequeños y grandes detalles en una situación cualquiera: Vistas y ángulos nuevos en el vasto y complejo paisaje urbano y en el espectáculo que nos ofrece la madre naturaleza, los patrones abstractos implícitos en casi cualquier lugar que se convierten en imágenes indescifrables y fascinantes, los juegos de luces y neones multicolores, que inundan y abrazan los rincones citadinos en composiciones aleatorias y espectaculares. Eso y mucho más.

Pero esta manera “fijada” de ver también vale para los macroespacios visuales, las avenidas de una ciudad con sus letreros, edificaciones, gente y demás, que la hacen única, irrepetible o las sobrecogedoras vistas de un gran paisaje.

No es lo mismo ver que sentir viendo, ese es también el punto. Un fotógrafo que no siente lo que su ojo fotográfico le ha revelado, tomará una foto seguramente sin trascendencia, correcta, pero sin el talento para mover sentimientos en el espectador, a menos que el objetivo sea solamente el registro de una situación determinada.

Las fotografías que acompañan este texto ¡lustran, creo yo, la belleza sublime, escondida en las micropartículas del entorno que nos rodea, ninguna ha sido manipulada o alterada significativamente. La integridad y fidelidad de reproducción aunque en algunos casos raye en lo abstracto son totales. 

 

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Texto: Michel Berenstein ± Foto: Michel Berenstein