Actualmente la Kunsthalle Nuremberg presenta la exposición “Kiki Smith: Her Home”, muestra que estará hasta mediados de noviembre, anteriormente expuesta en el Museum Haus Esters de Krefeld para continuar itinerante en la Fundación Joan Miró, en Barcelona, de febrero a mayo del 2009.
La obra de Kiki Smith (Nuremberg 1954) recuerda la fragilidad de la materia de la vida, la corruptibilidad interna de las cosas, los procesos de mortalidad del cuerpo. Recurre al mito, posiblemente, para dar cuenta de un universo femenino en gestión.
A lo largo de 25 años de producción artística, Kiki Smith ha trabajado con personajes bíblicos, de la mitología griega y cosmología egipcia, con narrativas populares o de la literatura. Lo mismo Magdalena o Eva, que Lilith, María, Medusa o la esposa de Lot.
Un ejército de mujeres que comparten una corporalidad específica, es el nudo a partir del cual se ha ido entretejiendo el trabajo de Smith. Probablemente inquiera acerca del origen, tal vez sólo trata de inscribir de nueva cuenta el problema de la feminidad planteado desde la década de los 60 y 70.
Lo mismo un útero vaciado en bronce que cientos de espermatozoides de cristal moldeados uno a uno por las manos de la artista. Hay una pregunta por el origen y no basta el mito, ni la anatomía, ni la historia personal para responder a ella. No basta la materia dura del bronce, ni la materia blanda de la cera. En cuanto al origen, Kiki Smith no busca una respuesta sino amasar la materialidad del problema una y otra vez, en distintas soluciones.
Ha dicho alguna vez: “Eliges los materiales de la misma forma en que escogerías las palabras”. Así cada material tiene su propio tono discursivo pero, sobre todo, su propia temperatura emocional. Tela, lana, cabello, cera, papel, yeso, bronce, cristal, hilo, terracota, látex, aluminio. El inventario de materiales genera diversos acercamientos al problema de la corporalidad planteado en su obra.
En una entrevista realizada en los años noventa declaró: “Pienso que escogí el cuerpo como tema, no de manera consciente, sino porque es la única forma que todos compartimos, es algo sobre lo que cualquiera tiene su propia y auténtica experiencia”.
Recientemente tuvimos la oportunidad de ver en México una retrospectiva de gran envergadura de la obra de Smith: “Kiki Smith: A Gathering, 1980-2006”, organizada por el Walker Art Center de Minneapolis y exhibida en la Fundación/Colección Jumex como último punto de un largo recorrido que visitó cerca de cinco ciudades norteamericanas.
La obra que vimos en México marcó el parteaguas del final de una etapa. En su obra temprana y madura, Kiki Smith utilizaba el cuerpo como rompecabezas que se arma de procesos, de órganos-partes así como de totalidades, organismos y funciones. La impronta del cuerpo, era y continúa siendo emblemático en la obra de Smith.
El cuerpo es abordado desde una poética finamente femenina. Posturas innobles relacionadas con lo escatológico, con el cuerpo blandido, doblado, vencido, demasiado humano, en el que penosamente nos reconocemos todos, es una característica del trabajo de la artista alemana.
Con sus figuras de tamaño natural, errantes en la sala como si se tratara de otros espectadores como nosotros, Smith logra generar un sentimiento ético respecto al cuerpo como depositario de dolencias mórbidas y mortecinas. El cuerpo es Otro que está ahí para hacernos frente. No sólo en la categoría de alteridad radical que sacude las normas de socialización al exponer públicamente sus deshechos más privados. El Otro como poética infecciosa que representa un peligro social, el Otro abyecto, alejado de la mano de Dios.
La mirada de Smith a veces se detiene en la piel, membrana que recubre nuestra individualidad y advierte que es materia porosa. Aquello que delimitaba el adentro con el afuera funciona más bien como un tamiz de secreciones y humores. Cuando apuesta por la piel, Kiki Smith encuentra en el papel la materia frágil que traduce el órgano tegumentario. El resultado son caparazones de cuerpo vaciados de sustancia como si un molusco los acabara de abandonar. Lo que queda es precisamente el Otro del que hablábamos, el otro de la vida que es la muerte.
En esta exposición, que presenta exclusivamente trabajo nuevo, la artista da un giro en su producción y concentra su atención en el ciclo vital de la mujer. Vida y muerte, son examinados no ya como procesos residuales sino como narrativas en progreso.
Perspectivas históricas de estilos de vida femeninos en los que la artista llega a proponer como prototipo a la mujer creativa; la mujer productora de sentidos, de significados.
Kiki Smith se ha vuelto indulgente a medida que madura su trabajo, la correspondencia con la vida y la muerte, se da ahora mediante los procesos creativos y no ya corporales. En su trabajo persiste el cuerpo, pero más como un indicio simbólico, como un contenedor doméstico que como una presencia real inquietante, desbordada, expuesta.
Texto: Anarela Vargas ± Foto:Cortesía Kunsthalle Nuernberg.