Mogoles y maharatas en la historia india

La India es un país de maravillas. La civilización llegó aquí antes que en muchos lugares del mundo. Algunas de las ciudades más antiguas del planeta se encuentran en su territorio. Mohenjo-daro, una de las principales urbes de la cultura Harappa, se fundó hacia el 2,500 a.C., mientras en Egipto se comenzaban a construir las famosas pirámides de Gizeh.

Con el tiempo, muchos pueblos y culturas entraron en contacto con la India, dejando su propia huella y aprendiendo de su civilización. Todo ello ha permitido que en la actualidad podamos gozar de una mezcla muy interesante de estilos, tradiciones y costumbres.

Como ejemplo de esto tenemos tres de las más hermosas ciudades de una de las regiones más grandes e increíbles del país: Rajastán. Se trata de Jaipur, Udaipur y Jodhpur, mejor conocidas como la “Ciudad Rosa”, la “Ciudad Blanca” y la “Ciudad Azul”, respectivamente, debido al singular color de sus construcciones.

 

Fuerte de Mehrangarh, Jodhpur, Rajastán, India.Fuerte de Mehrangarh, Jodhpur, Rajastán, India.

 

Jaipur es la más joven de las tres. Fundada en 1728 por el maharajá Sawai Jai Singh II, gobernante del reino de Amber, pronto la convirtió en su capital. El nombre de “Ciudad Rosa” se debe al hecho de que todos los edificios fueron recubiertos con estuco rosado, ésto para imitar la piedra arenisca, una roca sedimentaria muy presente en lugares que estuvieron cubiertos por agua en el pasado.

Jai Singh II fue un gran astrónomo y urbanista. Por ello diseñó la ciudad con forma de la novena parte de la Mandala, conocida como “Pithapada”. Ese número se debe a los nueve planetas del antiguo zodiaco astrológico. Además, los centros comerciales diseñados eran múltiplos de nueve y se planeó un cruce de calles por cada planeta. Sin duda es una de las urbes mejor diseñadas del mundo, siendo así que en 2010 fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Con el paso de los años, las constantes guerras civiles asolaron la ciudad y minaron el poder de sus gobernantes, quienes se vieron obligados a pedir la protección de los británicos ante las constantes incursiones armadas de las tribus afganas. El estuco rosado se fue perdiendo hasta que el Príncipe Alberto de Gales visitó la ciudad en 1876, y las autoridades locales decidieron pintar los edificios de color rosa. Desde entonces, los pobladores se han esmerado por mantenerlos así.

La elección del color no había sido tan solo un capricho. En Rajastán el rosa simboliza la hospitalidad y la suerte, aunque sus habitantes no tuvieron mucha de ésta última durante varias etapas de su agitada historia. Sin embargo, cuando uno llega a Jaipur observa más bien un color anaranjado un tanto deslavado en lugar del rosa prometido, pero eso no le quita el encanto a esta maravillosa ciudad.

 

 Los colores de Rajastán deslumbran entre espejos de agua y arquitectura única. Los colores de Rajastán deslumbran entre espejos de agua y arquitectura única.

 

Del lago Pichola de Udaipur emergen construcciones de gran belleza. Del lago Pichola de Udaipur emergen construcciones de gran belleza.

 

Udaipur, la Ciudad Blanca de Rajastán, fue fundada en 1568 por el maharajá Udai Singh II para servir de capital al reino rajput de Mewar. El color blanco de sus edificaciones, provocado por la cal que las cubre, la ha transformado en la ciudad más nívea y una de las más románticas de la India.

De acuerdo con la leyenda, mientras llevaba a cabo una cacería, Udai Singh II se acercó a un ermitaño en las cercanías de las montañas Aravalli. El ermitaño bendijo al rey y le pidió que construyera un palacio en ese lugar para así estar protegido. El rey le hizo caso y estableció su residencia en ese lugar, convirtiéndolo más tarde en la capital de los Rajputs. La historia real es un poco diferente. Los mogoles llevaban años atacando la antigua capital del reino, por lo que el rey decidió buscar un lugar más alejado y protegido. Lo encontró en las orillas del lago Pichola, donde fundó Udaipur. Esto permitiría que Mewar fuera el único de los siete estados de Rajastán en mantenerse fiel al hinduismo, rechazando a los musulmanes.

Sin embargo, hasta la más defendida fortaleza termina por caer. La ciudad vivió una época de prosperidad tras la derrota de los mogoles, hasta que en 1736 los Maharattas, sus vecinos, los atacaron por sorpresa y tomaron la ciudad, convirtiéndola en ruinas. Daba tristeza observar los restos. Por ello, los Rajputs decidieron aliarse con los ingleses, con cuya ayuda recuperaron su ciudad, empezando de inmediato la reconstrucción.

Durante la ocupación de la India por los británicos, Udaipur, al igual que la mayoría de los reinos existentes en el territorio indio, se convirtió en un estado principesco en 1818. De esa forma, como en Jaipur y Jodhpur, el maharajá conservó su riqueza y su posición social, mientras los ingleses se encargaban del gobierno.

Después de la independencia de la India en 1947, el Maharajá de Udaipur aceptó que los territorios de Mewar se integraran al estado de Rajastán a cambio de mantener una situación parecida a la que tenían durante el dominio de Inglaterra. Todo ello terminó de forma abrupta en 1971, cuando la primera ministra Indira Gandhi reformó la ley y los declaró habitantes comunes y corrientes, confiscando muchas de sus propiedades.

Udaipur conserva muchos recuerdos de su época gloriosa. Uno de ellos es el Palacio Real, formado por 11 pequeños palacios, y en donde aun vive en una parte del mismo, el heredero de los maharajás -el número 76 de la lista-, lo que convierte a su familia en la dinastía real más antigua del mundo. En medio del lago se encuentra el antiguo palacio de verano, el cual, de acuerdo con la leyenda, sirvió de inspiración para construir el famoso Taj Mahal.

 

Cañón en el fuerte de Mehrangarh, Jodhpur, India.Cañón en el fuerte de Mehrangarh, Jodhpur, India.

 

Las pinturas y detalles de cada palacio extienden el arcoriris de estilo y colores de cada ciudad en Rajastán. 
Las pinturas y detalles de cada palacio extienden el arcoriris de estilo y colores de cada ciudad en Rajastán.

 

Lo colosal de cada construcción en la India sólo es equiparable a su belleza. Lo colosal de cada construcción en la India sólo es equiparable a su belleza.

 

La tercera joya de Rajastán es la llamada “Ciudad Azul”, Jodhpur. Fundada en 1459 por Rao Jodha, un jefe Rajput perteneciente al clan de los Rathore y creador del estado de Marwar, donde fundó la ciudad en el estratégico camino que unía Delhi con Guyarat, situación que le permitió beneficiarse del rico comercio del opio, el cobre, la seda, los dátiles y el café. Sus motivos fueron parecidos a los de Udai Singh II de Udaipur: escapar de los mogoles.

Por ese motivo, Rao Jodha construyó la ciudad a los pies de un cerro en cuya cima mandó levantar el imponente fuerte de Mehrangarh, que todavía domina la población. Como los mogoles no pudieron nunca conquistarla, decidieron pactar con los soberanos de Jodhpur, lo que permitió el arribo de una época de bonanza en el reino.

Pero en ocasiones, hasta los reyes cometen indiscreciones caras. En el siglo XVII estalló una guerra civil en el Imperio Mogol. El rajputa (soberano) de Jodhpur decidió apoyar al rebelde Sha Jahan en contra del soberano legítimo, el sanguinario Aurangzeb. Y éste último ganó la guerra, por lo que de inmediato se dirigió a la ciudad y la saqueó sin misericordia en el año de 1678.

Al igual que Udaipur, Jodhpur fue sometida por los Maharattas en el siglo XVIII y solo pudo ser recuperada por sus antiguos soberanos, gracias a la ayuda de los ingleses, aunque a costa de perder su independencia. A partir de ahí la historia de las tres ciudades es parecida. Al alcanzar la India su independencia en 1947, se unen al estado de Rajastán y los maharajás pierden sus privilegios en 1971, gracias a una reforma legal promovida por Indira Gandhi.

 

Jodhpur, la ciudad azul de Rajastán, India. Jodhpur, la ciudad azul de Rajastán, India.

 

Más allá de los colores de la arquitectura de Rajastán, está el folclore, vida y tradiciones de su pueblo. 
Más allá de los colores de la arquitectura de Rajastán, está el folclore, vida y tradiciones de su pueblo.

 

Se cree que el azul de estas construcciones en Jodhpur es efectivo para alejar a los mosquitos.Se cree que el azul de estas construcciones en Jodhpur es efectivo para alejar a los mosquitos.

 

¿Por qué el tono azulado que adorna la mayoría de las construcciones en Jodhpur? Hay varias teorías. Algunos dicen que sirve para reflejar los rayos del sol y de esa forma combatir el calor; otros creen que ese color sirve para espantar a los mosquitos; unos más aseguran que era el que utilizaban los brahamanes, la casta superior en la India, para pintar sus casas y que con el tiempo los demás habitantes de la ciudad los imitaron. Como sea, el color azul le da un aspecto impresionante a la ciudad.

En un tema más allá del color arquitectónico, hay algo en Rajastán que nos demuestra que a pesar de la belleza, modernidad y los avances políticos y sociales, algunas costumbres imprimen otros tonos y tienen un fuerte arraigo entre la población. Tal es el caso del satí, es decir, de la inmolación de una viuda en la pira funeraria de su esposo, que aun se practica en medio del colorido escenario de Rajastán. Esta antigua costumbre tenía su fundamento en la idea de que la mujer no podía sobrevivir a su marido, pues de otro modo se le consideraba sospechosa de su muerte.

Es por ello que muchas mujeres simplemente aceptaban este sacrificio. En el siglo XIX los ingleses lo prohibieron en toda la India sin gran éxito, pues entre 1813 y 1828 hubo 8,135 casos -tan solo en la provincia de Bengala-. En nuestros días, Rajastán es la región de la India más reacia a abandonar esta práctica. Desde la independencia en 1947 se han documentado 40 casos, la mayoría de los cuales han tenido lugar aquí. El más famoso es el de Roop Kanwar en 1987, que provocó una legislación más estricta contra estas prácticas, así como un proceso judicial que chocó de frente contra el hermetismo de unas tradiciones centenarias. La acción de la justicia fue una carrera de obstáculos que terminó con la absolución de los 11 encausados. Pasado y presente unidos en un solo lugar, los matices son infinitos.

 

Texto: Rodrigo Borja Torres ± Foto: © Asian traveler © Dmitry Rukhlenko / © Nilanjan Bhattacharya / © Nilanjan Bhattacharya / © Vadim Kulikov / © Dmitry Rukhlenko / © Sabina Pensek / © Anujak Jaimook / © Presse750