Navegar con intuición al paraíso incierto
Portugal, siempre con su íntimo aroma de civilización occidental y su historia inverosímil. Los portugueses se lanzaron al mar, no sin saber sino sin avisar a nadie, siguiendo su intuición sobre otros horizontes. Sucedió cuando Europa ya había probado los límites de un modelo de vida de prácticamente mil años.
Cíclicamente sufrían hambrunas, las evidencias sugieren que alrededor de 1300, la mayor parte de Europa occidental había llegado al punto en el cual el nivel de población estaba agotando las reservas alimentarias. Con pandemias que disminuían a la población indefensa frente a la peste negra bubónica, el cólera, la sífilis y el tifus. Estas epidemias causaron rebeliones en Bretaña, Francia, Italia, y otros países. Cuando culminó la epidemia el desarrollo de la civilización tomo un giro abrupto.
Se desarrolló la medicina y la implementación de sistemas de acueducto, alcantarillado e hidráulicos, que mejoraban la higiene de las ciudades. Con el Renacimiento los cambios surgieron tras la epidemia con su explosión de arte, investigación astronómica, política, filosófica y en arquitectura. Era la catarsis entre el otoño de la Edad Media de profundidades religiosas y la aurora de una nueva época con la ciencia que no termina de definirse todavía: la modernidad.
El “truco” del mundo
Con el progreso en todos los sentidos de una nueva clase social, la burguesía, la que no dudó en acudir a técnicas novedosas para acumular capital y organizar las empresas manufactureras, financieras y comerciales a gran escala mirando más allá de sus fronteras intelectuales y geográficas, para ser una especie de sucursal de la inteligencia divina, que le permitía comprender “el truco” del mundo si liberaba la imaginación y la voluntad.
La expansión a ultramar de Europa reflejó la vitalidad de la época, los Estados nacionales apoyaron los viajes de descubrimiento y el establecimiento de imperios alrededor del globo con el trabajo en los puertos que desembarcaba inimaginables historias con nuevos aromas y sabores de las especias, los tés de India, el oro de África, metáfora de lo eterno y la fuerza de trabajo humana esclava que plantó los cimientos del capitalismo en el mundo.
Las sedas, de China de hilos cultivados por gusanos domesticados, y la prehistoria de la biotecnología sana, para traer algunos ejemplos indispensables de los tiempos modernos que apenas anuncia su madurez.
Aprovecharon entonces las invenciones tecnológicas: los sistemas hidráulicos, como la rueda de agua, los molinos de viento en la industria textil, mejores técnicas en la industria minera y la imprenta. Especialmente, la construcción naval perfeccionada con la brújula, el compás, la cartografía, y otros aportes como el astrolabio. Era necesario medir tiempos, usándose para ello las ampolletas para orientarse mediante la aguja de marear. También agregaron al desarrollo naval las armas de fuego detonadas con pólvora. La inteligencia portuguesa aportó entonces a los mejores creadores y navegantes, para darle otra dimensión al mundo conocido.
Las carabelas o Naos eran de origen incierto, tal vez árabe, pero fueron en su momento los barcos tecnológicamente más avanzados, diseñados específicamente para los viajes de exploración. De hecho, fueron las primeras naves europeas que navegaron por el Atlántico. Los diseños más afamados y de mayor prestigio son de la Escuela de Navegación de Ságres, Portugal.
Las novedades principales fueron las siguientes:
- El timón se asienta sobre una popa plana
- Combina velas cuadradas y latinas, en sus tres o cuatro mástiles
- El cuerpo de la nave se alarga y se reduce su anchura (manga)
- La estructura se ensambla mejor para soportar más carga
- Cuenta con una sola cubierta cóncava (Prieto, Ceccarelli, Fortos, Cabrera, González-Palma. La ingeniería mecánica en el descubrimiento de América)
Los cinco grandes movimientos: el Renacimiento, el surgimiento de los Estados Nacionales, la expansión ultramarina de Europa, el surgimiento del capitalismo comercial-industrial y la Reforma Protestante, ocurrieron entre los siglos XV y XVI. La humanidad navegaba del fin de la Edad Media a la Modernidad en ciernes.
La imprenta de Gutemberg produjo literatura en masa e impulsó el uso de lenguas vernáculas o nacionales con las maravillas de la memoria bibliográfica. Y parte de esta memoria es arte, obra de navegantes portugueses que captaban en su lienzo o el papel los detalles de las travesías en las bitácoras de los navegantes, y en las cartografías, que eran interpretaciones -entre la realidad apropiada con ciencia aplicada- de las ideas creadas con fantasías.
Los nuevos paisajes, las culturas y los ecosistemas se visualizaron en silencio. Los reyes no podían apreciar con sus sentidos; no podían percibir los aromas ni oír los trinos. Tampoco sus pieles podían sentir la calidez tropical del sitio, por lo que dependían de estos creadores e intelectuales para aproximarse a la extensión ultramarina del reino que poseían, pero que no podían siquiera pisar.
Los hechos que sucedían en la cotidiana construcción de descubrimientos con las herramientas, fruto del conocimiento aplicado, se convirtieron en tecnologías de navegación y en ingeniería naval. No hay que perder de vista que para construir las carabelas del genovés, el almirante Cristóbal Colón, con la ayuda de la Reina Isabel de España, pasaron meses que incluso se volvieron años. Las velas eran de seda china, los clavos de Inglaterra, las maderas de África. Los instrumentos y cartografías portuguesas. Una nave era la síntesis del Renacimiento y el esfuerzo multidisciplinario de la inteligencia antigua.
La redondez de la Tierra
Un nuevo concepto filosófico que se encontraba oculto de la propia realidad, finalmente se abría. Se trataba de construir la forma real del planeta, hacer la esfera, el globo terráqueo, pero dejando la explicación para ir a la experiencia de otras rutas, otros lares en otras orillas posibles del mar.
Este ánimo se convertía en la necesidad de triunfo como nuevo paradigma del imaginario humano, fomentado por el comercio creciente que controlaban los venecianos con Asia e india, que significaba soluciones a viejos problemas, nuevos placeres y deseos sobre un mar de ilusiones, riesgos y con alegrías que hacían historia.
La navegación de un planeta dominado por el agua es la apertura de la globalización que ya Aristóteles y Copérnico habían incorporado al discurso de la humanidad, y que ahora requería comprobación práctica, a pesar de los temores inquisidores por siglos inculcados.
La cultura náutica del riesgo de la edad moderna, que se transporta con los símbolos de su cielo doméstico cuando no se ha vivido bajo otros cielos que no pueden ni imaginarse.
Es la magia del espacio marítimo que representa un momento originario y decisivo dentro del exterior oceánico, tal como ahora se abre el espacio cibernético. De hecho cibernauta significa en voz griega: el que libra tempestades. El sentido que toma la estancia en una nave cuando el tripulante siente el medio de transporte como una extensión corporal. El momento en que el mar irrumpe las sensaciones que causa el viento y las velas henchidas, surge una relación entre el espacio compacto, esa ventana móvil, y la sensación de distancia. Al punto que algunos seres humanos deciden ser mejor habitantes del barco, en una suerte de viaje interminable que habitar anclados en algún puerto o ciudad. Mientras otros encuentran la esperanza en tierras lejanas desconocidas, pues ya se han quedado sin patria
Intelectuales portugueses y la navegación mundial
Inauguran la navegación mundial. Enrique “El Navegante” (Oporto, 1394 - Vila do Infante, Portugal, 1460), príncipe portugués, instaló un centro de investigaciones y enseñanza náuticas que reunió a geógrafos y astrónomos, así como a los más destacados navegantes y cartógrafos de la época, lo que se tornó en una serie de viajes temerarios que terminaron por llegar a la costa de un mundo nuevo para Europa, y en hacer nuevas rutas al oriente.
Con la llegada de Vasco da Gama en India, y la expansión del imperio portugués en esa tierra, muchos científicos fueron enviados hacia el Este para estudiar y elaborar nuevos fármacos y plantas medicinales. El botánico Tom Pires y los médicos Garcia de Orta y Cristvo da Costa recopilan y publican trabajos en nuevas plantas y medicinas locales.
Entre los tratados sobre astronomía, oceanografía, y los estudios náuticos, principales obras incluyen las siguientes:
En ese habitar en una nave que transita en la soledad del mar con sus historias personales y colectivas, que llevan junto con sus símbolos, y los otros hallados de puerto en puerto, un mundo que se ha desbordado por la ventana oceánica para logra por fin su unidad; descubrir que el mismo océano nos une a todos con otros paradigmas.
En 1492, Martin Behaim, después de su formación en Portugal y en el servicio del rey de Portugal, construyó el primer planeta conocido, que Europa y Asia estaban separados por un solo océano; la teoría que Cristóbal Colón, quien también fue entrenado en Portugal, pondría a prueba más tarde ese año.
Aunque protegido como secreto de Estado, el conocimiento cartográfico finalmente se aprobaría clandestinamente por algunos de los implicados en la operación. El planisferio de Cantino, que fue robado de la Casa da India; el ministerio real portugués de todas las cosas marítimas, para el duque de Ferrara en 1502, o los mapas de Dieppe, encargado por Enrique II de Francia y Enrique VIII de Inglaterra, que eran copias de los mapas robados portugueses de la época.
Con Carlos Fuentes tendríamos que decir que José Saramago vino a recordarnos que hay una gran literatura portuguesa. Nos trajo a la memoria que había el extraordinario antecedente de Fernando Pessoa, y antes la extraordinaria contribución de Eça de Queirós. Pero José Saramago escapó, sin renegar de ella, a su condición puramente nacional para unirse a la gran constelación mundial de narradores (Gabriel García Márquez, Nadine Gordimer, Günter Grass, Juan Goytisolo, entre otros) que hoy constituyen la narrativa de la globalidad.
Texto: Jesús Peraza Menéndez ± Foto: WPD / BP / WPS / WKP / edc