Aunque la exploración de las cuevas y los cenotes de Yucatán se remonta al siglo pasado no es sino hasta fechas recientes en que es posible realizar adecuadamente esta actividad. Esto es así gracias a la invención de equipos sofisticados de buceo, que nos permiten tener una estancia más prolongada bajo el agua.
Hace aproximadamente 20 años que el buceo en cuevas pasó de ser una actividad desconocida y misteriosa a ser una actividad lucrativa y altamente especializada en el mundo del buceo. El buceo en cenotes es muy técnico, y tanto la experiencia, el entrenamiento y la educación, así como el equipo adecuado, son prerrequisitos indispensables para poder emprender esa aventura. Cuando no existe alguno de estos aspectos mencionados esta actividad deportiva se vuelve extremadamente peligrosa.
La palabra “cenote” proviene del maya, dzonot, que significa hoyo sagrado. Son ríos subterráneos, que en algunos lugares de la Península de Yucatán emergen como pequeñas lagunas o fuentes de aguas. Fueron usadas por los antiguos mayas para su vida diaria, pues todos sus asentamientos están edificados en las cercanías de cuerpos de agua de este tipo.
Los utilizaron como simples tomas de agua, pero también para fines ceremoniales, y para arrojar a sus enfermos o a sus muertos, pues nuestros antepasados creían que eran las puertas del inframundo. Existen varios tipos de cenotes, destacan los “verticales”, que alcanzan profundidades mayores de 100 metros (son los más comunes en Mérida), los “horizontales”, que llegan a tener una profundidad máxima de 15 metros (con mayor frecuencia en Quintana Roo), y los conocidos como “chultún”, que es un agujero elaborado por el ser humano con el fin de utilizarlo como cisterna para almacenamiento de agua, especialmente útil en épocas de sequía.
Explorando las puertas del inframundo
Empecé a explorar estas cuevas subterráneas con mi gran amigo y maestro de buceo Parker Turner. Mi primera inmersión fue en el cenote cercano al poblado de Tulum, conocido como “Car Wash”, que más bien parece una pequeña laguna.
Al penetrar en este cenote se observan árboles petrificados, hojas que caen suavemente desde la superficie, y los rayos del sol penetrando el agua. Pero la emoción empieza cuando se incursiona en ese inframundo de sombras, donde muy pocas personas han llegado.
Se pueden recorrer kilómetros de áreas totalmente inexploradas y encontrar formaciones rocosas de tan diferentes formas y tamaños que constituyen un desafío a la imaginación, como estalactitas y estalagmitas que se formaron por gotas enriquecidas con bicarbonato de calcio, que penetraron a través de las cavidades y que caen poco a poco hasta formar estas majestuosas columnas.
La mayoría de los cenotes en Quintana Roo se encuentran en la carretera de Playa del Carmen a Carrillo Puerto. De hecho, ahí se encuentran cuatro de los cinco sistemas de cuevas más grandes del mundo.
La “última frontera”
Los sistemas Dos Ojos y Nohoch Nah Chich son los más conocidos, pues se han explorado más de 200,000 pies de túneles sumergidos por intrépidos buzos, como Mike Madden y Steve Gerard.
En el cenote conocido como Chac Mol se encuentra la estalactita más grande del mundo, con sus 40 pies de alto, la conocemos todos los buzos como Xix-Ha-Tunich.
Para visitarla hay que penetrar por la galería Cauac-Nah. Otra estalactita enorme está en el Templo de Doom, y presenta una altura de 22 pies. En el cenote Jaguar se encuentra una extraña mezcla de agua fresca, propia del cenote, con agua salada que llega desde el Caribe. Cuando estas dos aguas se juntan producen una haloclina, fenómeno poco común y digno de vivirlo.
Sin duda, una de mis favoritas es la cueva Angelita, pues me gustan los buceos profundos, además de que es muy mística por la textura del agua que contiene ácido tánico.
Cada día se descubren más y más cenotes, los cuales están esperando a esos intrépidos aventureros deseosos de ser los primeros en atravesar lo que conocemos como la “última frontera”.
Texto: Alberto Friscione Carrascosa ± Foto: Felipe "Vikingo" Gutiérrez