Maximiza la audiencia

 

Día 1:

Lo primero era llegar al hotel, para las primeras dos noches reservé en el Hotel Amigo, aprovechando su cercanía con La Grand Place. Si la perspectiva de conocer la ciudad natal de Hergé me tenía fascinado, al entrar al Amigo, no pude más que congratularme por tan sabia decisión. El edificio construído en el siglo XVI, albergó durante varios años una prisión. Hasta 1957 y en preparación para la Exhibición Universal de 1958, fue reconstruído para albergar un hotel. Desde el año 2000, es uno más de los hoteles de Sir Rocco Forte, y su nueva decoración, producto del ingenio e increíble buen gusto de Olga Pozzi, directora de decoración de la cadena es, a falta de otra palabra, exquisita. 

Antes de salir del hotel y para que el espíritu belga me inundara, probé las delicias del Chocolatier Pierre Marcolini y, observado por una de las muchas litografías de Magritte que decoran el lugar, me dirigí al Aroma Coffee Lounge de La Grand Place, donde acordé reunirme con Michael, mi greeter por ese día.

Lo primero, fue conocer el Atomium, impresionante estructura de casi cien metros de altura construída para la Expo58 (1958 Universal Exhibition), cuyo mérito va más allá de su tamaño, puesto que muchas de sus grandes esferas son salas de exhibición y la más alta de ellas, ofrece a quienes no sufran de vértigo, una vista 360º de la ciudad que me hizo recordar una vez más la frase que se volvería el leitmotif de este viaje: Maximizar la audiencia. Ahí estaba la ciudad, deseosa de ser observada, sabedora de la reacción que genera en  propios y extraños. 

 

 

 

 

Michael, quien tenía planeado llevarme a otros lugares, accedió a que comiéramos en el restaurante panorámico del Atomium. Al principio cuestioné mi decisión puesto que los restaurantes ubicados en lugares turísticos suelen ser decepcionantes, pero quedé gratamente sorprendido por el servicio, la comida y qué decir de la vista.

Llegó el turno de la Galerie Saint-Hubert, construcción de mediados del siglo XIX cuyos pasillos cubiertos de vidrio albergan más de 50 boutiques y las oficinas del Cercle Artistique et Littéraire (Club Artístico y Literario), además de estudios fotográficos y editoriales. Después À la Morte Subite... sólo tengo cuatro palabras para describirlo, hermosa arquitectura, cerveza inmejorable.

Después cena en el Bocconi, multipremiado restaurante del hotel, donde las escalopas de ternera al vino blanco y prosciutto hicieron el cierre perfecto para un muy estimulante primer día.

 

 

 

 

 

Día 2:

Para cuando sonó el despertador, yo estaba en el elevador. Ese día empecé en el Manneken Smiles (Palacio de la Risa), muy cercano al hotel para, ya rejuvenecido por la experiencia de ver millones de sonrisas bajo un mismo techo, continuar explorando La Grand Place, considerada patrimonio cultural de la humanidad desde 1998 por la UNESCO. Su arquitectura mezcla el barroco, el gótico y Luis XIV y deja sin aliento a quien la conoce. La Plaza como tal existe desde 1174 y su nombre original era Nedermarckt (Mercado Bajo), el paso de los años ha pasado factura y la Plaza ha sufrido muchas modificaciones, e incluso una reconstrucción casi total después del bombardeo ordenado en 1695 por Luis XIV. Aunque los proyectos arquitectónicos para cada fachada tenían que ser revisados y aprobados por las autoridades de la ciudad, en sólo 4 años La Grand Place estaba otra vez en pie con la belleza que la hace imperdible.

Para comer, bajé a Le Restaurant Cave du Roy, impresionante sótano construído en el siglo XVII que conserva su estilo arquitectónico. Deliciosa crema de mejillones con azafrán, inmejorables mejillones Riesling, Chocolate Delight como postre (obviamente) y un Saint-Aubin 2011; ahora sí, listo para continuar.  

Después, a la sede mundial de La Orden del Elefante Rosa, el Delirium Café, donde vería nuevamente a Michael para planear el tercer día con una deliciosa Delirium Tremens, nombrada mejor cerveza del mundo en el Campeonato Mundial de Cerveza de 1998 en Chicago. El Delirium Café es parte del libro Guinness por tener más de 2000 variedades de cerveza en stock. En otras palabras, mi tipo de lugar. 

 

 

Día 3:

Mientras desayunaba en el Wittamer Café de la Place du Grand Sablon, Michael me hizo notar que estaba viendo el reloj cada 30 segundos -estás de vacaciones, y el Musée Magritte no se va a mover de lugar, Tranquilo-. Así que me concentré en los sabores de mi petite déjeuner, que aunque sencillo, era delicioso. Para cerrar el desayuno, un delicioso Guatemala en espresso  y de postre, le chocolat dans tous ses états, una exquisita combinación de la chocolatería oficial de la Corte de Bélgica. 

El edificio que alberga el Musée Magritte, es de corte neo-clásico y su fachada me dejó sin palabras, pero nada me preparó para lo que vería en su interior: arte publicitario, oleos, fotografías e incluso filmes producidos por René Magritte. En pocas palabras, un viaje surrealista que superó por mucho mis expectativas. 

Al final de esa visita, Michael me llevó a conocer las tiendas de antigüedades del área y obviamente a comprar chocolates. 

Después de eso, tenía que regresar al hotel por mis maletas para registrarme en el Hotel Café Pacific, que escogí precisamente por ser totalmente contemporáneo y absolutamente contrastante con el fastuoso Amigo. Cada habitación tiene su propio caracter y la decoración es bellísima. Además, la idea era estar cerca de otra zona de la ciudad, en este caso, la Rue Antoine Dansaert, que alberga tanto la Casa de Bolsa de Bruselas y las boutiques de los diseñadores más trendy. Recorrer el lugar es fascinante puesto que además de la arquitectura, las tiendas y los cafés, la calle es un eterno desfile de modas.

 

 

 

 

 

Día 4:

Primero, una caminata por la Rue Dansaert. No sé si fue la sugestión de lo mucho que estaba disfrutando Bruselas o saber que me quedaban todavía dos días en la ciudad; el hecho es que nunca había disfrutado tanto una visita a Le Pain Quotidien.

Ya desayunado, me dirigí al Palais de Beaux-Arts, mejor conocido como Bozar, homófona de Beaux-Arts. Otra obra del maestro del Art Nouveau Victor Horta, que alberga una sala de conciertos, un teatro, una sala de música de cámara, salas de lectura y salas de exhibición de una belleza indescriptible. 

Comencé por la exhibición perteneciente al Young Belgian Art Prize 2013, un recorrido por la obra de artistas emergentes que con toda honestidad, parecieran ser artistas con larga trayectoria. Después, pasé tantas horas como pude absorto en la exhibición dedicada a Michelangelo Antonioni, que contiene desde fragmentos de sus filmes hasta pinturas del cineasta (uno de mis favoritos). Hubo un momento en que no sabía hacia qué exhibición ir, porque en el lugar, además de las exhibiciones, había proyecciones constantes y entrevistas a grandes escritores. Así que si planean viajar a Bruselas pronto, recomiendo dedicar uno o dos días enteros a conocer el BOZAR de principio a fin.

Pero se acercaba la hora de comer, así entré al Bozar Brasserie que Michael me aseguró era un muy buen lugar. Y no se equivocó.

Después de la inolvodable experiencia artística y gastronómica, decidí caminar por la ciudad y me llamó la atención que no había notado que prácticamente toda la ciudad tiene murales de Tintin, cosa que una vez más, me hizo recordar las miles de horas que como niño pasé disfrutando sus aventuras.

 

 

 

Día 5:

Empecé el día igual que los niños amanecen los domingos: lamentando que al día siguiente hay clases. Por ser mi último día en la ciudad, Michael hizo un espacio en su agenda y me citó desde temprano en el Arcadi Café, uno de sus favoritos. Nunca en mi vida había visto tal variedad de quiches, su especialidad. Después del desayuno, Michael me dio el itinerario del día. 

Primero el Autoworld, detalle que me llamó la atención, puesto que no recordaba haberle mencionado mi afición por los automóviles. Al llegar, me quedé pasmado; una vez más la arquitectura de Bruselas me remitía a la referencia de maximizar la audiencia. El Autoworld está dentro del Parc du Cinquantenaire, un complejo cuya construcción tomó cincuenta años para concretarse y se diseñó a pedido del Rey Leopold II para celebrar el cincuenta aniversario de la independencia de Bélgica.  Este complejo aloja las instalaciones de los Musées royaux d’Art et d’Histoire, Musée Royal de l’Armée et d’Histoire Militaire, el Autoworld y el Pavillon Horta, donde se erige Les Passions Humaines una impresionante obra de Jef Lambeaux tallada en marmol.

Cuando llegó el momento de comer, habíamos visto apenas una cuarta parte de lo que el Parc du Cinquantenaire tiene que ofrecer, así que comimos en uno de los  restaurantes del complejo para ver lo más que pudiéramos.

Después, a la Boutique oficial de Tintin. Varias bolsas después, corrimos hacia la última escala del día: L’Archiduc, uno de los clubes de jazz más icónicos de la ciudad. Desde que abrió sus puertas en 1953, Nat King Cole, Jacques Brel y Miles Davis se volvieron asiduos al lugar. 

Así terminó mi viaje a Bruselas, entre arte, extraordinaria cerveza, un buen amigo y sax. No me cansaré de decirlo, Brussels Maximizes the audience. Simplemente inolvidable.

 

 

 

 

Texto: Raúl Boxer ± Foto: VISIT BRUSSELS / HOTEL AMIGO / TC / BENT / ESACADEMIC / STATIC / DELIRIUM TAP HOUSE / SDC / luxury dreams / DEALBREAKER / LOTS /DISCOVER