Navegando por Sydney, Melbourney y Tasmania

Australia es un gran continente rodeado por mares que dibujan una costa hermosa de playas extraordinarias, profundas e insólitas bahías, sorprendentes acantilados. Las distancias son inmensas y la navegación a lo largo de la costa es una aventura llena de desafíos, enfrentando corrientes peligrosas y cambios de clima amenazadores.

La costa noreste es la región de la barrera de coral más grande del mundo, la costa norte es un mar tranquilo, con zonas pantanosas, la costa oeste y especialmente la región de Perth es considerada como la más hermosa y salvaje, la costa sur es la región de los vientos y bellos acantilados.

Nuestro recorrido nos llevó a conocer la zona del este, descubriendo regiones de gran belleza. Poblada por aborígenes, Australia fue descubierta por el capitán James Cook en 1768, mientras que Tasmania había sido encontrada por Abel Tasman en 1642, y Cook la declaró posesión inglesa en 1770.

 

 

Sin embargo, no fue sino hasta 1787, en que salió la First Fleet para dirigirse hacia ese desconocido continente descrito por Cook. Con 11 navíos, llevando a bordo granos, animales, soldados y prisioneros de las cárceles inglesas (548 hombres y 188 mujeres).

La sociedad de reos, delincuentes, se organizó poco a poco, controlados por los soldados; los alimentos estaban racionados hasta que 16 años después la colonia se volvió autosuficiente gracias a las siembras y al criadero de borregos. Siempre regía la amenaza para los más rebeldes de ser deportados a la terrible cárcel de Port Arthur, en Tasmania. En 1851 el oro fue descubierto en las Blue Mountains, y empezaron a llegar los primeros inmigrantes voluntarios, que no eran reos. En 1851, la población pasó de 437,665 a 1,151,947. Venía cada vez más gente, unos seguían los hallazgos de oro, otros se instalaban como granjeros. Así, el 1 de enero de 1901 Australia se constituyó una nación bajo el mando de Inglaterra, y hoy en día la monarquía inglesa sigue siendo la cabeza del estado australiano.

Tierra de aventuras, de grandes espacios, de desiertos y montañas, Australia es una invitación a conocer un continente de emigrantes, de tierras coloridas y fabulosa costa.

 

 

 

Sydney

Su ópera es uno de los símbolos del país y domina un rincón de la gigantesca bahía que permite un albergue natural, donde se han instalado varias marinas. La boca de la bahía es muy estrecha, vigilada por North Head y South Head, y la bahía, con sus aguas tranquilas protegidas de las corrientes, es un extraordinario escenario para navegar en velero.

La ópera fue diseñada por el arquitecto danés Jorn Utzon (cuya ejecución comenzó en 1956 y finalizó en 1973). Esta obra domina una península e impone su imagen frente a los rascacielos que guardan el escenario, y junto al puente de hierro que se alza por encima del agua para vigilar el vaivén de los barcos.

A principios del siglo XIX era una zona peligrosa, de criminales, prostitutas o cazadores de ballenas. Ahora es un barrio concurrido, donde la gente sale por la noche, donde el Park Hyattp ofrece la mejor comida de mariscos y pescados, y con su soberbia vista de la ópera y el downtown.

El Four Seasons, uno de los hoteles que domina el puerto, ofrece una fabulosa vista de este lugar y del increíble puente Sydney Harbour con su infraestructura metálica.

 

 

Pasear por las calles cerca del suntuoso hotel Sofitel es el placer de descubrir una ciudad limpia, de museos, de tiendas elegantes, con su jardín botánico que alberga gran variedad de plantas y donde las cacatúas blancas se acercan, los pericos anidan, una de las joyas de la ciudad donde la catedral domina la tranquilidad de los rascacielos.

Macquarie Street invita a descubrir los antiguos grandes edificios de estilo neoclásico, mientras King Cross es la ciudad de la diversión con una gran oferta de bares y antros.

Los suburbios se extienden sobre colinas adornadas de agradables casas, y Bondi, en el sur, una de las mejores playas para nadar o surfear, es un lugar de moda con restaurantes y cafés, bares y encuentros.

En el norte, Manly es la playa más concurrida: con su calle principal muy animada y colorida, y sus famosas olas tan valoradas por los surfistas, mientras esperan que la próxima sea la mejor.

Dedicamos un día entero a navegar por la bahía que se extiende 20 km tierra adentro hasta alcanzar la boca del río Parramatta, descubriendo unas hermosas vistas de la ciudad y su inmenso puerto, repartido por toda la bahía. La parte más escénica es desde la entrada de la bahía hasta el Harbour Bridge, ocho km de recorrido para explorar las bahías de una costa irregular dominadas por cabos, con sus marinas, muelles e islas, y donde se han alojado las bellas casas sobre las colinas. Es una agradable navegación en aguas tranquilas, atracando en Finger Wharf para comer en los mejores restaurantes, en Manly para ir de shopping, en Bradleys’ Head para descubrir el Parque Sydney Harbor y sus caminatas por la naturaleza original.

 

 

En Sydney Cove se encuentra el Circular Quay, de donde salen los ferrys que navegan por la bahía, llevando la gente a sus casas, y el puerto comercial se esconde pasando el puente, en una zona  naturalmente protegida.

 Por la mañana, pudimos ver cómo la bahía se anima por los ferrys y los inmensos cruceros que la atraviesan, la gran bahía nunca descansa.

Pasando North y South Head, salimos al mar abierto para dirigirnos hacia el sur, siguiendo el hermoso acantilado que forma esa península dominada por los faros Hornby y Macquarie. Pasamos Bondy cuando llegaban los primeros surfistas, seguimos la entrada de Botany Bay, otra inmensa bahía en medio de una zona industrial, y alcanzamos Port Hacking. La costa se volvió más plana, en el horizonte se perfilaron las Blue Mountains, divisamos el Royal National Park, un parque costal de acantilados dramáticos, playas escondidas y lujuriante bosque húmedo. Pasamos Wollongong, con sus buenas playas de arena blanca y olas para  surfear, para descubrir una costa muy variada, de colinas, cabos y hermosas playas desiertas.

 

 

 

Bass Point es un buen lugar para bucear; Kiama, un agradable pueblo costero, es famoso por su hoyo soplador donde las olas echan el agua hasta 60 m de altura, y recorrimos una larga playa (Seven Mile Beach) antes de llegar a Gerrinngong. Alcanzamos entonces Shoalhaven, una región popular para vacaciones, a la orilla de los pueblos de Nowra y Bomaderry, con sus bahías y sus pequeñas montañas que resguardan el escenario.

Finalmente apareció Jervis Bay, una costa hermosa de playas de arena blanca, bordeada por un fabuloso bosque de eucaliptos y un mar turquesa que juega con sus tranquilas olas. Y pasando el tranquilo pueblo de Huskisson atracamos en una ensenada protegida. Estábamos atónitos frente a tanta quietud y la belleza del Parque Booderee, mientras gozábamos del maravilloso atardecer.

 

 

Por la mañana desembarcamos y Manolo nos llevó por los senderos para observar a los pericos y a las escandalosas kookaburra o cacatúas rosadas. El parque es un mundo sorprendente de vida animal y fabulosas playas desiertas.

Emprendimos nuestro regreso hasta Sydney y nos dirigimos hacia las Blue Mountains, para admirar el maravilloso escenario desde el Echo Point, cerca de Katoomba. Las Three Sisters, una formación rocosa extraña, domina el acantilado que bordea un inmenso cañón cubierto por un impresionante bosque de eucaliptos, los senderos corren entre la vegetación de helechos arborescentes y de troncos que forman extrañas figuras.

Subimos el acantilado gracias al Scenic Railway, el tren más empinado del mundo (45 grados), construido en 1880 para el transporte de los mineros.

Una velada en el Lialianfels, frente a al chimenea, con su exquisita cena, es también uno de los placeres de las montañas azules.

 

 

Melbourne

En avión, llegamos a Melbourne con la firme intención de explorar la gran bahía de Port Phillip y navegar hasta los 12 Apóstoles.

Melbourne es una verdadera metrópolis, donde las huellas del pasado, con sus edificios del principios del siglo XX, se mezclan con la arquitectura vanguardista que se asoma a la orilla del río Yarra.

Es la ciudad del viento, que se infiltra entre las amplias avenidas del centro que forman una red de ángulos rectos; es el viento que permite a los veleros divertirse dentro de la gran bahía pero que dificulta la navegación en el Estrecho de Bass, entre el continente y la isla de Tasmania.

Visitamos la Corio Bay, donde se aloja el puerto de Geelong, tan famoso en la época del auge de la búsqueda de oro, y llegamos a la estrecha salida al mar llamada “The Rip”, uno de los pasos de mar más peligrosos del mundo, donde se han hundido muchos barcos. Se delimita por la península Bellarine, al oeste, con bellas dunas de arena y la península Mornington, al este, lugar favorito de la gente de Melbourne para vacaciones de verano, con su larga playa de arena blanca.

 

 

 

Con gran dificultad y fuertes vientos, siguiendo la costa famosa por sus olas y corrientes, llegamos a Phillip Island, pasando Seal Rock, donde habita la colonia más grande de focas de Australia, para anclarnos en la protegida rada Cat. Phillip Islan es famosa por el circuito del Grand Prix, pero nuestra meta era admirar el desfile de los pingüinos más pequeños del planeta, que emergen del mar cada atardecer para regresar a sus nidos. Es un bello espectáculo, donde reina el intenso frío.

Al siguiente día, continuando por el litoral para evitar grandes ráfagas de viento, exploramos la costa oeste, protegida por las colinas verdes, donde pastorean los borregos y hay hermosos pueblos. Desde Torquay hasta Apollo Bay encontramos largas playas de arena blanca, al pie de las colinas cubiertas de eucaliptos, con cascadas, misteriosas ensenadas y mansiones que admiran el océano.

Atracamos en la pequeña marina de Apollo Bay, porque no fue posible pasar el cabo Otway debido a los fuertes vientos, y descubrimos en un bosque de eucaliptos a los koalas en la copa de los árboles.

La carretera serpentea por las verdes lomas, hasta llegar a los 12 Apóstoles, esas sorprendentes formaciones desprendidas del arenoso acantilado. Es un panorama espectacular, donde el sol cambia el relieve, donde las olas asaltan las quebradas, y el viento embiste las caras. Los apóstoles son esos montículos abruptos que fueron separados de la costa por la erosión del mar. Al día siguiente regresamos a Melbourne para gozar de su agradable vida nocturna, donde los habitantes buscan el calor en los bares.

 

 

Tasmania

Volamos a Hobart, al sur de Tasmania, un encantador puerto dentro de una fabulosa bahía, y segunda ciudad más antigua de Australia, a la salida del río Derwent. Saliendo de la marina de Hobart exploramos la bahía Storm, de aguas tranquilas, protegida por la isla Bruny al oeste y la península Tasman al este, donde unas hermosas playas bordean el litoral. Desembarcamos en Port Arthur para conocer los restos de la famosa cárcel que acogía a los prisioneros más peligrosos.

La península es un encanto de altos acantilados de más de 100 m de altura, fabulosas playas de arena dorada y acogedoras pequeñas bahías. Toda la costa este de Tasmania es una sucesión de playas, bahías, acantilados bordeados por bosques o pastorales.

Llegamos al final del día a la espectacular bahía Great Oyster, protegida por la península Freycinet y anclamos en la marina de Coles Bay para alojarnos en el excepcional hotel The Edge of the Bay. Una excelente cena nos esperaba a la hora en que la brisa del mar se tranquiliza.

 

 

 

Al otro día exploramos la costa del Freycinet National Park, escalando sus rocas redondas y rojas, descubriendo el Wineglass Bay desde lo alto de la montaña, una redonda bahía que se abre al mar de Tasmania pero a punto de comunicarse con la Great Oyster Bay. Encontramos canguros y gran variedad de pájaros y, pasando la isla Schouten, que protege la entrada de la bahía, seguimos nuestro recorrido hacia el norte, explorando la bahía Wineglass y las playas hasta llegar a la bahía de Saint Helen, donde disfrutamos de una comida de mariscos en un barco flotante. Luego regresamos para anclarnos de nuevo en Coles Bay y alcanzar Hobart al día siguiente.

Descubrimos el resto de Tasmania por carretera para observar una sorprendente isla con paisajes muy cambiantes, pasando por los llanos del norte donde corre el río Tamar con sus riberas cubiertas de viñedos y por la acogedora ciudad de Launceston.

 

 

 

El Parque Nacional de Cradle Mountains invita a explorar las montañas que se cubren de nieve, con el monte Cradle de extraña forma y el monte Ossa de 1617 m, el más alto de Tasmania.

Tasmania es un mundo hermoso, por su paisaje,      su litoral, sus pueblos y la exquisitez de la buena vida con sencillez y refinamiento. Australia es un continente diferente e inmenso, que sabe sorprender, intrigar y conquistar.

 

 

Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney.