Al final del continente africano, en el sur, existe un cabo que desafía a los navegantes: Cabo da Boa Esperanga. Como si fuera un dedo que señala hacia el Polo Sur, es uno de los más bellos escenarios del planeta, dramático y magnífico, donde las olas azotan los acantilados o se esconden lejos de las bahías protegidas.

Sudáfrica es uno de los países más hermosos, con gran variedad de paisajes, de excursiones y de sorpresas. Si bien habíamos recorrido la ruta marítima entre Cape Town y Plettenberg Bay, esta vez decidimos explorar la península y otros encantadores puntos del país, conociendo más de su naturaleza. En Johannesburgo descubrimos sus atractivos centros comerciales, sus zonas residenciales, la mina de oro y el centro moderno, hoy en día abandonado por los hombres de negocio.

 

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De Capital Park a Cape Town

Nos trasladamos a Pretoria, la capital escondida entre colinas verdes, para abordar el tren Rovos Rail, The Pride of Africa, el más lujoso del mundo. Cada vagón alberga tres suites con su propia salita y baño, el restaurante ha conservado su decorado de madera y sirve una excelente comida de alta cocina acompañada con los mejores vinos sudafricanos. El bar es un verdadero salón acogedor y el último vagón es ideal para pasar la tarde leyendo y gozar de la pequeña terraza abierta.

Salimos a las 16:00 de la estación privada en Pretoria, Capital Park, en la que destaca su arquitectura colonial, pasamos Johannesburgo cuando el sol decaía, y nos adentramos en los llanos del sur.

A las 8:00 llegamos a Kimberley, donde el tranvía nos paseó por calles surgidas del farwest. Kimberley es la mina de diamantes más importante del mundo, en la que se han encontrado los más extraordinarios ejemplares, y donde se hacen todas las transacciones mercantiles. The BigHole es la excavación más grande del planeta realizada por el ser humano, aunque ahora las minas son subterráneas. El museo relata la historia de cómo una familia encontró en 1869, por casualidad, los primeros diamantes, y exhibe originales o copias de los más grandes.

Seguimos nuestro recorrido por carretera para salir de la ciudad y atravesar la llanura, en la que paseaban los antílopes, hasta encontrar nuestro fabuloso tren detenido en ese insólito paisaje. Champaña y bocadillos nos esperaban en plena naturaleza antes de abordar y seguir nuestro camino por las llanuras del sur.

La mañana nos sorprendió en la zona de montanas áridas del Karoo. A las 8:00 el tren se detuvo en medio de la nada para que pudiéramos caminar en esa hermosa campiña hasta alcanzar el tren en Matjiesfontein, un encantador y pequeño pueblo que no ha cambiado en 100 anos, que luce sus antiguos edificios.

 

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Cape Town

Luego de atravesar los impresionantes paisajes de la zona, de los viñedos escondidos entre los montes, llegamos a Cape Town al final del día, después de 48 horas de viaje, que nos permitió regresar a la época en que el tren era una manera lujosa y elegante de viajar.

Cape Town, al pie de Table Mountain (1,086 m), donde se atascan las nubes, fue fundada por los holandeses hace más de 350 anos, y luego ocupada por los ingleses. Es una ciudad hermosa, de contrastes. Se divide en diversas zonas: el Centro Histórico, con sus elegantes edificios neoclásicos y otros con balcones de hierro, el Centro Financiero y Económico con sus rascacielos, y el Centro Comercial en el puerto, con sus tiendas de gran clase, elegantes restaurantes, cines y marinas (Victoria and Albert Waterfront). Dominando la ciudad están los picos de Signal Hills y Lion's Head, que dibujan extrañas figuras y desde los cuales las vistas son soberbias.

Cabo da Boa Esperanza

Bartolomeu Dias, navegante portugués, fue el primero en pasar ese cabo en 1487, donde los vientos y las corrientes alocan los barcos. La corriente fría de Benguela sube desde el Antartico para encontrarse con la corriente caliente de Agulhas, que baja del Océano índico, creando corrientes circulares y provocando fuertes vientos. El reto era grande, pero al final la experiencia fue extraordinaria, por mar y por tierra.

Chapman’s Bay

La mañana despejada nos invitaba, el mar tranquilo dibujaba el horizonte y el velero se sentía en confianza empujado por una brisa suroeste. Luego de dejar la isla Robben pasamos la zona de Clifton, una zona residencial con bellas playas y fabulosas mansiones, donde la marina ofrece buen albergue. Al penetrar en Camps Bay el viento empezó a soplar más fuerte, rebotando contra las espectaculares montañas llamadas “Los 12 Apóstoles”, al sur de Table Mountain. Estas formaciones montañosas caen al mar de manera dramática, dominando una estrecha banda de arena blanca. Las ballenas vienen hasta aquí con frecuencia, y este paisaje de admirar es encantador.

Pasando Dulker Point se abre la gran Bahía Chapman, de arena blanca, bordeada de pinos o pastizales, dentro de la cual aparece la Bahía Hout, completamente cerrada y protegida, con su pequeño pueblo y su puerto de pescadores. Noordhoek, en medio de Chapman’s Bay es uno de los lugares favoritos de los surfistas, con fabulosas olas, especialmente en marea baja, pero muy peligroso para los nadadores.

 

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Pueblos, cabos, bahías y marinas

El viento soplaba cada vez más fuerte de lado, el cielo se estaba nublando, y llegamos al final de la bahía para pasar el pequeño pueblo pesquero de Kommetjie, famoso por su buen surfing, sus olas largas y sus mariscos. El Faro de Slangkop marca el principio de una zona más salvaje, el Cape of Good Hope Nature Reserve, donde las olas atacan los acantilados, los vientos azotan los pastizales y las plumas de los avestruces, que comen cerca de las playas de arena blanca y del mar turquesa.

En esta zona los árboles son como arbustos, la vegetación se somete al poderío del clima violento, abundan las fynbos (flor endémica de la región, con pétalos entonos rosa o naranja), y donde algunos babuinos buscan su comida evitando los antílopes. Las olas estaban muy altas y con profundos socavones, decidimos bajar las velas, por los vientos contrarios, y seguir con motor. El paisaje impresionaba, con sus altas montañas que caen al mar, adornadas por los dos faros que las dominan, y donde surge el Cabo de Buena Esperanza, el tan temido, el fin de África, donde la Tierra mira hacia el sur y a los hielos eternos del Antàrtico, aunque el cabo Agulhas, hacia el este, es el punto más sureño.

Cape Point es una zona accidentada y luego de pasarla entramos en False Bay. Los vientos cesaron, el mar se tranquilizó, como hechizado, y el sol se reflejaba en las montañas del este que cierran la bahía con el Cabo Hangklip. 

Nuestra navegación nos llevaba hacia Muizenberg, donde dejaríamos el barco, pero teníamos suficiente tiempo para conocer la costa este de la península, dibujada por las montañas y animada por sus pueblos. La brisa era leve, de dirección sur, lo que permitía un viaje tranquilo. Nos detuvimos en Smitswinkel Bay para explorar la playa y nos encontramos con unos pescadores de abulón que estaban vendiendo su pesca.

Al llegar a la bellísima marina de Simon’s Town atracamos en su muelle para conocer el encantador pueblo con sabor de antaño, animado por sus restaurantes, donde se comen los mejores mariscos y pescados, y por sus tiendas y el puerto pesquero. Visitamos la cercana Playa de Boulders, donde una importante colonia de pingüinos se instaló desde antes que llegara el hombre blanco.

La costa es una sucesión de playas de arena blanca y acantilados, de bahías abiertas donde se alojan los pueblos de pescadores, como Fish Hoek, y la llanura se abre al pie de las montañas para crear la inmensa playa hasta Somerset West. Muizenberg es el tranquilo puerto donde dejamos el velero, felices de haber pasado el Cabo de Buena Esperanza y con inmensa emoción erizada por las fuertes olas y las ráfagas de viento. Nos esperaba un fabuloso hogar en The Cellars-Hohenort, elegante mansión escondida en un jardín arreglado con cuidados excepcionales, al pie de Table Mountain. 

 

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Grootbos

Después de dos horas de carretera llegamos al pequeño pueblo de Hermanus, y desde el acantilado donde se aloja el místico Hotel Marina Hermanus pudimos ver las ballenas (Southern Right Whale), que se hallaban a poca distancia.

Nos instalamos en Grootbos, reserva privada en una colina que domina la Bahía Walker. El lodge ofrece una vista insuperable, con la larga playa de arena blanca, las montañas que protegen ese mundo insólito abierto a los vientos del Polo Sur y que goza de un clima de tipo mediterráneo.

En Grootbos descubrimos la naturaleza, donde la flora endémica ha sido completamente conservada, con su gran variedad de fynbos y proteas. En la playa visitamos las cuevas que fueron habitadas por los humanos hace mucho tiempo, y pudimos ver a las ballenas, que se encontraban cercanas. Grootbos invita al placer de una excelente cena frente a la chimenea, conviviendo con la naturaleza. Mr. Lutzeyer, su dueño, ha creado una escuela de jardineros para que conozcan las plantas naturales de la región y las puedan utilizar en los jardines de las casas.

Gansbaai es un verdadero pueblito de pescadores, recorrido por el sol del invierno y la paz de las gaviotas. Ahí tomamos el zodiac de Dyers Island Company para navegar hacia el encuentro con las ballenas, que se acercan a la embarcación soplando ruidosamente cuando salen a respirar: un espectáculo impresionante. 

Alcanzamos la Isla Dyers, donde anida una colonia de pájaros marinos y pingüinos. En una pequeña isla se ha asentado una importante colonia de focas, ruidosas y en perpetuo movimiento para pescar o jugar en las aguas inquietas. Encontramos tres lanchas que llevan a los turistas a observar al tiburón blanco, con su jaula atada al lado. Atraen al tiburón con carnadas y la persona enjaulada goza de un auténtico espectáculo. Vimos cómo el tiburón se acercaba, pasó por debajo de nuestro zodiac y rozó el hule, y su impresionante silueta era más grande que la lancha. Bello y peligroso, el animal nadaba alrededor de nosotros, proporcionando intensos y fuertes momentos en esa navegación. 

 

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Regreso a Cape Town

De regreso a Cape Town visitamos la región de los viñedos escondidos entre las altas montañas donde juguetean los babuinos, adornadas por los pueblos de Stellenbosch y Franschhoek, con sus galerías de arte y sus buenos restaurantes. Las mansiones de estilo holandés, blancas y elegantes, destacan sobre los acantilados en medio de las viñas. Es una región de gran encanto que invita a degustar los excelentes vinos que produce, en un recorrido de cava en cava.

El avión nos llevó al noreste, al pequeño aeropuerto de Hoedspruit, donde Shawn, nuestro ranger, nos esperaba para ir directamente a la Reserva Privada de Kapama, a la orilla del Kruger National Park, donde nos hospedábamos en el fabuloso Camp Jabulani. Es un hermoso lodge, con sus elegantes sala y comedor decorados con arte africano, sillas cubiertas de piel de cebra, estatuas, pinturas de animales, una inmensa chimenea, cuernos de búfalos, troncos torcidos, canastas de mimbre y huevos de avestruz. Era una invitación a revivir las novelas de los granjeros europeos en África del siglo XIX, y se esperaba que el fantasma de Hemingway contara sus cacerías en la cena. Un puente colgante atraviesa el río seco para llevar a las seis magníficas suites con alberca privada.

 

Los leones rugían a lo lejos, los monos chillaban y los elefantes hacían oír sus bramidos. La aventura empezaba. Al pasear por la sabana en nuestro coche nos encontramos con leones, cebras y antílopes, y al anochecer, en medio del campo, nos esperaba un improvisado camping que incluía una elegante mesa con champaña y bocadillos, alumbrada con antorchas y un grupo de 13 elefantes amaestrados. Un auténtico sueño dentro del sueño. 

Doce de estos elefantes fueron recientemente rescatados de un futuro incierto en Zimbabwe, donde la situación política lleva a la gente a sacrificar a estos animales para comer. Y el otro es Jabulani (que significa alegría), que tiene 7 años de edad y ha sido criado en la reserva. Este encantador elefantito ya tiene su historia: cuando tenía tres meses andaba con su madre en la manada, y al pasar por un camino enlodado Jabulani se quedó atascado en el lodo. Su madre y la manada trataron de sacarlo, empujándolo, pero desesperados, con la mirada baja, lo tuvieron que abandonar. Así, Jabulani fue rescatado por un hombre y se crió en la reserva. Es un elefantito consentido, que siempre quiere andar al frente de la manada y entiende 80 palabras. Montados en estos soberbios animales atravesamos el "bush", durante la noche, mientras observábamos a las gacelas y oíamos los rugidos de los leones. 

 

 

Reserva Kapama

En esa reserva creada por Lente Roode, visitamos el centro de rehabilitación para las especies en peligro, donde se estudian guepardos y perros salvajes, principalmente, y es posible observarlos de cerca. Ahí pudimos acariciar a unos guepardos, majestuoso animal. Así pasamos los tres fabulosos días, observando a los animales salvajes y conviviendo con algunos de ellos. Y uno de nuestros días fue coronado por el encuentro con un leopardo, que empezaba su ronda nocturna.

Fue difícil dejar Camp Jabulani, pero dos vuelos más tarde aterrizábamos en la Madikwe Game Reserve, al noroeste de Sudáfrica. Es una bellísima reserva que colinda con Botswana y donde encontramos rinocerontes, leones, elefantes, jirafas y antílopes.

La sorpresa y el asombro fueron intensos al descubrir nuestro fascinante hogar dentro de la reserva: Mateya, un lodge inventado para el viajero sofisticado y deseoso de conocer la experiencia de un safari lujoso y mágico. En una pequeña colina se esconden cinco fabulosas suites, con alberca privada. El lodge está decorado con cautivantes esculturas de bronce, realistas pinturas de animales y antigüedades africanas de madera o bronce. Mateya es una verdadera historia de amor con la naturaleza y la sofisticación.

 

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Al salir por el “bush”, con nuestro rangery tracker, vimos a unos leones en plena cacería, y a otros tomando sol en lo alto de una loma a la espera de que se acerquen los antílopes. Nos encontramos con varios rinocerontes, jirafas, cebras y monos. Cada salida ofrecía una aventura diferente y los tres días pasados en ese pequeño paraíso, además de permitir los cercanos encuentros con la vida salvaje, nos invitaron a vivir la vida de las novelas, unos momentos inolvidables de lujo y perfección.

Sudáfrica es un país muy peculiar, lleno de contrastes, de refinada sensibilidad, donde la elegancia no halla límite y la belleza de su entorno se acompaña con los gustos más delicados. Sus costas son majestuosas para el navegante y sus reservas acogen al viajero sofisticado para revivir los tiempos pasados con increíble suntuosidad.

Ese viaje ha sido uno de los más extraordinarios, como si toda la magia soñada se hubiera vuelto real en un solo parpadeo. Siempre había fantaseado con África, con sus aventuras extraordinarias de encuentros con animales, para llegar, en medio del lujo y de la sofisticación del campamento, a descansar a la orilla de la fogata, escuchando el rugido de los leones durante la noche. Eso fue realidad y más, pues la vida real superó toda ficción y la costa del sur me ha conquistado para siempre. 

 

 

Reserva de guepardos y animales en extinción

Kapama Prívate Game Reserve, a la orilla del Kruger National Park, provincia de Limpopo, es una fabulosa reserva privada.

Esas tierras pertenecían a los padres de Lente (hoy esposa de Johann Roode), quien en su niñez pasaba lar- gas temporadas en ese lugar, desde que su familia com- pró estas tierras en 1950. Cuando ella tenía 6 anos uno de los granjeros vecinos mató a una hembra guepardo y Lente se encargó del guepardito que quedó huérfano. Lo llamó “Sebeka” y lo crió, gracias a lo cual Lente generó una extraordinaria relación con el animalito y, a partir de ese momento, desarrolló una profunda afición hacia los guepardos. Cuando Lente se casó con Johann Roode compraron varías granjas, con el fin de fundar la reserva de Kapama, que hoy tiene 13,000 hectáreas. Lente ha creado ese centro de rehabilitación para las especies en peligro y actualmente hacen estudios sobre guepardos, perros salvajes, leones y rinocerontes, entre otros ani- males de la región.

Hoedspruit Endangered Species Center es un maravilloso entorno para la protección de los animales en peligro. Reserva un tratamiento muy especial para los huéspedes de Camp Jabulani. En los grandes espacios observamos a los perros salvajes, tuvimos la suerte de ver al guepardo, el más veloz y hermoso de los felinos. Ingresamos en un recinto donde había guepardos, pudimos acariciarlos.

El guepardo es un animal que transmite dignidad, y es tan poderoso y tan elegante que estar junto a él hace sentir una de las emociones más extraordinarias que uno pueda imaginar. También visitamos a Roger, un rinoceronte huérfano recién recogido, que vive en la bue- na compañía de un borrego. 

 

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Info

Camp Jabulani

Kapama Private Game Reserve

T (27 15) 793 12 65

F (27 12) 804 39 84

www.kapama.co.za

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www.kapama.co.za

 

 

Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney