Una exclusiva Isla de Malasia

Nuestro planeta azul es un mundo de sorpresas y algunos sitios se descubren al ritmo de las modas. Ayer desconocida, la isla de Langkawi ha tomado fama porque en ella se han instalado los hoteles más exclusivos y elegantes. Aquí los famosos e integrantes del jet set se refugian para disfrutar de su vida, lejos de los destellos de su popularidad. Y esta elección implica gozar de un paraíso diferente, es decir, de los destinos más conocidos, como el Caribe.

Situada al norte de la costa oeste de Malasia, en la frontera con Tailandia, Langkawi es accesible desde Bangkok o Kuala Lumpur. Para alcanzar nuestro punto de embarque llegamos a Kuala Lumpur, la soberbia capital de Malasia, una hermosa ciudad de rascacielos surgidos de la selva. Las autopistas cruzan la metrópoli de manera inteligente, uniendo las zonas, pasando del Barrio Chino al centro colonial, de las colinas verdes con centros comerciales al centro de negocios donde reinan las Petronas Tower. Estas dos impresionantes torres, unidas por un puente en el piso 42, de color gris brillante, fueron hasta hace poco las más altas del mundo (451.9 m). Compiten en el cielo de KL con la torre de comunicaciones, la Menara (421 m), y dominan los callejones del Barrio Chino con su bazar, sus casas de té, su mercado, su templo taoísta Sze Yah, o de Little India, con su templo hindú Sri Mahamariamman, señal de buen entendimiento entre las culturas.

 

 

 

El Colonial District es la faceta del romántico pasado cuando las elegantes inglesas paseaban a la sombra de los enormes árboles de banyan, en la avenida que bordea el Merdeka Square, antiguo corazón de la ciudad, llamado entonces “The Padang”, donde jugaban cricket. Todos los edificios de ese barrio conservan el estilo victoriano, símbolo del poder inglés. Tales son el Royal Selangor Club (donde se juntaba la alta sociedad de la colonia), la estación de tren (construida en 1911, con sus cúpulas, sus torres tipo minarete y sus arcos moriscos), el sultán Abdul Samad Building (con su mezcla de arquitectura islámica y victoriana), la catedral Saint Mary (1894), enfrente de la mezquita del viernes, Masjid Jamek, construida en 1907, al encuentro de los ríos Klang y Gombak en medio de palmeras y que se alumbra cuando el sol se refleja en sus domos o minaretes. El edificio del Museo de Historia Natural y la KL Memorial Library son otros bellos ejemplares de la presencia inglesa.

 

 

Masjid Negara, situada en un hermoso jardín de cinco hectáreas, está considerada como la mezquita más grande del sudeste asiático, con su domo principal dominando los 48 domos que forman el recinto, y su minarete de 73 m de alto. Carcosa —la antigua mansión de Sir Frank Swettenham— y su Guest House Seri Negara dominan desde su colina el Lake Garden y los recuerdos de la ciudad en movimiento hacia el futuro. Sus blancas verandas victorianas para gozar del lujo del pasado dentro de un hermoso jardín tropical invitan a admirar la vista de los rascacielos que gobiernan las colinas de la nueva ciudad. Carcosa Seri Negara es ahora un exclusivo hotel, una experiencia del ayer para descansar del tumulto del hoy.

 

 

 

En KL el pasado no deja de ser presente, pero el tiempo no tiene espacio para lamentarlo y la ciudad corre hacia un prometedor futuro. Su aeropuerto es una obra de arte de la tecnología moderna, pero para encontrarse de nuevo con el encanto del pasado es mejor visitar Melaka y Cameron Highlands, a poca distancia.

En tiempos de la colonia los ingleses descansaban del calor en las “Hill Station”, y Cameron Highland (a una altura de entre 1300 y 1829 m) se encuentra a tres horas de KL. La temperatura oscila entre 10 y 21°C, la lluvia es frecuente, la selva densa viste las colinas por donde corren los ríos, intercalando cascadas y lagos. Las plantaciones de té adornan el paisaje, los campos de golf se pierden en el bosque y las casas de estilo “English Cottage” recuerdan la lejana Inglaterra con sus bellos jardines y orquídeas. Es el lugar favorito del jet set para descansar del calor, jugar golf, disfrutar de los restaurantes gozando de la chimenea cuando cae la lluvia de la tarde y refresca y la neblina se filtra entre los árboles. Cameron Highland es un encantador jardín siempre verde que flota entre las nubes.

 

 

 

Fue un importante puerto ocupado por portugueses, holandeses e ingleses, y dominaba el comercio del sudeste asiático, donde paraban la mayoría de las embarcaciones que regresaban a Europa. Los testigos de su glorioso pasado son Stadthuys (alcaldía y residencia holandesa, 1641), la iglesia holandesa (1753), la iglesia de San Pablo (construida sobre la colina por los portugueses en 1521), la puerta de Santiago (fiel testigo de la muralla), las calles del Barrio Chino, centro de comercio donde todavía se abren las tiendas que venden antigüedades, la orilla del río con sus restaurantes. Melaka es un paseo entre la historia, el arte y la vida nocturna muy animada, con el sabor de Asia.

Finalmente, el avión nos dejó en Langkawi, la isla de nuestro destino, y llegamos a la soberbia y moderna marina de Telaga, escondida en la impactante bahía rodeada por la selva. En su playa se ha construido la réplica de un palacio tailandés para la filmación de la película Ana y el Rey, y los paisajes de la isla, de los cuales se enamoró Judie Foster, aparecen a lo largo de la cinta.

 

 

Langkawi es un archipiélago de 104 islas, situado a 30 km de la costa, donde el océano Índico entra en el Estrecho de Malaca, y fue durante un tiempo el edén de los piratas. La única isla habitada es Pulau Langkawi, con 478 km2 y espectaculares playas, mientras las otras se visten de selva virgen con algunas aldeas de pescadores. Su nombre viene de la combinación de “helang” (águila) y “kawi” (fuerte), y la literatura malaya dice que es uno de los lugares de descanso de Garuda, el mitológico pájaro.

Isla de leyendas, Langkawi goza de una fabulosa prosperidad y se está volviendo un centro turístico impresionante. Crece de manera inteligente, con numerosos centros comerciales en Kuah, y resorts que gozan de la exclusividad de sus playas aisladas.

 

 

 

El pequeño velero nos esperaba en el muelle y antes de zarpar visitamos las siete encantadoras cascadas de Telaga Tujuh, tomamos el teleférico que sube al monte, y compramos lo necesario en el pueblo.

Por las mañanas el agua es un verdadero espejo, y la ligera brisa aparece con la salida del sol. La marina está maravillosamente bien equipada, con todos los servicios y un experto servicio meteorológico que nos recomendó empezar por la parte norte de la isla, cuidándonos de las mareas que son grandes y pueden dejar al barco encallado sin previo aviso. La costa oeste es una sucesión de acantilados que caen en el mar, montañas cubiertas de selva virgen, zona inaccesible por tierra.

Al pasar el Cabo y dirigirnos hacia el este encontramos a la hermosa Bahía Datai, protegida por la isla del mismo nombre. Anclamos el velero en la bahía para poder conocer The Datai. Es el resort más exclusivo de la isla, predilecto de algunos famosos, al lado de otro célebre resort, The Andaman. Es un paraíso construido en la selva, a orillas de una hermosa playa de fina arena blanca que dobla su extensión con marea baja. Es un mundo elegante y refinado, con su spa, restaurante con excelente comida y su maravilloso campo de golf.

 

 

Al amanecer, la navegación nos llevó hacia el este, siguiendo la costa desde lejos por el poco fondo que hay cerca de la tierra. Las islas de Tailandia se apreciaban en el horizonte, pasamos la playa de arena negra, Pantai Pasir Hitam, y muy pronto llegamos a Tanjung Rhu, una esplendorosa playa protegida por tres islas rocosas de extraña forma, y situada a la salida de una ciénaga. Aquí el agua es poco profunda y con marea baja se puede ir caminando a las islas. Por lo mismo tuvimos que anclar el velero lejos de la costa y visitar los puntos de interés del norte.

Paseamos por el manglar en kayak, y luego fuimos en taxi a conocer los invernaderos de orquídeas, los manantiales de agua caliente de Air Hangat, las cascadas de Durian Perangin, que son impresionantes en tiempos de Monzón. También subimos al Gunung Raya, la montaña más alta de la isla (881 m), durante su ascensión por carretera las vistas son magníficas y su cima es uno de los mejores lugares para ver un águila o un hornbill.

 

 

La navegación del siguiente día nos llevó a lo largo de la costa este, deshabitada y con muchos manglares, cuyas aguas se expanden entre peñones rocosos habitados por murciélagos que se refugian en sus numerosas cuevas. Pasamos varias islas de diferentes tamaños, como Pulau Langgun y Pulau Timun, cubiertas por selva y cuyas recortadas costas ofrecen a veces aguas cristalinas y otras veces aguas muy turbias. El mayor problema es cuidarse de los bancos de arena y de las mareas, pero al pasar a la costa sur se abre un mundo marino de aguas más profundas, hermosas playas, grandes hoteles y muchas islas.

Llegamos entonces al Langkawi Yacht Club, una bella y segura marina protegida por el muelle de Kuah, de donde salen los ferrys para la península malaya y Tailandia. Kuah, la capital de la isla, es una aldea tranquila a la sombra de inmensos árboles de banyan, con malls, parques, grandes hoteles y la insólita mezquita Al-Hana, con su domo dorado, sus arcos moriscos y sus minaretes que sobresalen entre las palmeras.

 

 

Muy cercanos se encuentran los fantásticos campos de golf: Gunung Raya Golf Club —diseñado por el reconocido arquitecto de golf Max Wexler, al pie del monte Gunung, con 18 hoyos y panorámicos greens, trampas de arena y laguitos— y el Langkawi Island Golf Club, con hermosas vistas al mar.

La tumba de Mahsuri no ofrece gran interés si no fuera por la leyenda de esa princesa injustamente acusada de adulterio y sentenciada a muerte, pero que gracias a sus poderes mágicos nadie logró matarla, hasta que ella decidió morir y lanzó un hechizo sobre la isla por siete generaciones.

Acompañados por una tranquila brisa y un sol tropical, zarpamos muy temprano para seguir nuestro camino entre Langkawi y Pulau Dayan Bunting, una isla de costa muy recortada, repleta de bahías donde la selva baja al mar, con pequeñas playas escondidas. En su parte sur se encuentra el lago de agua dulce rodeado por acantilados y selva, cuyas aguas son un gran lugar de peregrinación para las parejas que quieren embarazarse. La leyenda dice que una pareja, al final de 19 años sin poder concebir, tuvo una hija después de tomar agua del lago, pero la leyenda dice también que en sus aguas habita un gran cocodrilo blanco.

 

 

Navegamos más de 30 km hacia el sur para alcanzar el pequeño archipiélago de Pulau Payar, compuesto de varias pequeñas islas. Es el mejor sitio para bucear y observar la vida marina. Se ha construido un muelle flotante de madera que permite una excelente observación del arrecife.

Regresando a Langkawi, con un ligero viento en contra, llegamos a la bella isla de Singa Besar, que alberga un santuario de animales. Pasamos el muelle de Porto Malai, para descubrir las extraordinarias playas Pentai Tengah y Pentai Cenang, más de dos kilómetros de arena, con varios hoteles, bellas islas y un extraordinario acuario con un túnel submarino para observar los peces. Esas playas son las mejores de Langkawi y ofrecen una atractiva vida de bares y restaurantes.

 

 

La puesta de sol nos alcanzó cuando estábamos entrando en la marina de Telaga. Nuestra vuelta marítima por esas islas malayas había concluido, descubriendo un magnífico mundo donde la tierra y el mar llevan una relación amorosa, acariciándose, intercambiando formas y panoramas, diseñando maravillosas islas vírgenes, aisladas por un mar tranquilo que se enfurece en tiempos de Monzón.

No hay límite entre el agua y la selva, a veces tienen el mismo color, de repente se confunden, por sorpresa surgen los montes. Es un mundo de leyendas, con 104 islas con hermosas playas desiertas, mareas que sorprenden, excursiones terrestres encantadoras, museos, tiendas y golf.

Langkawi está en vías de ser uno de los lugares más concurridos por la gente que ama la naturaleza y goza de las distracciones del mundo exclusivo. Langakawi es una selva civilizada, un mar sorprendente, un imperio de belleza, una corazonada sin más límites que el horizonte.

 

 

Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney.