La vida, ese maravilloso fenómeno que a menudo nos parece natural, común, un hecho que podemos suponer como descontado, en realidad resulta más bien frágil, inusual y, por el mismo motivo, casi milagroso.
En todo el universo conocido, hasta el momento sabemos de cierto que la vida solamente ha surgido una vez en un solo planeta, nuestra Tierra, un pequeño astro con una ubicación y una geología afortunadas, por decir lo menos, ya que tanto propiamente como sus seres vivos se formaron a partir de una serie de hechos privilegiados en el cosmos.
Consideremos, por ejemplo, lo que ocurrió hace unos 14,500 millones de años: la oscuridad más fría y vacía que se pueda concebir se vio súbitamente llena de una luz infinitamente brillante y pura, acompañada de calor, energía. Fue la Gran Explosión, también conocida como el Big Bang. Nació el tiempo y pasaron miles de millones de años en los que el universo fue solo luz. Poco a poco la temperatura fue descendiendo hasta que se pudieron integrar los primeros átomos, dando lugar al inicio de la formación de la materia.
Después surgió el universo primigenio, donde remolinos gigantes de gas conformaron las primeras galaxias y estrellas tras el paso de millones de siglos. Con el paso de los eones algunas de ellas colapsaron, explotaron y sus restos dieron lugar a nuevos elementos, nuevas estrellas donde los planetas orbitaron. Se cree que en algunos comenzó el proceso que dio lugar a la aparición de la vida, aunque por el momento solo hemos sido capaces de presenciarla en nuestra mínima pieza de polvo estelar que llamamos Tierra.
¿Cómo surgió la vida?
Si tomamos en cuenta que el número de soles que existen en una galaxia es mayor que la cantidad de granos de arena que hay en una playa, y que hay más galaxias en el cosmos que todas las personas que han vivido en la Tierra; e imaginamos la cantidad de cataclismos estelares que han ocurrido alrededor de la formación de nuestro planeta –como explosiones de estrellas, colisiones de galaxias y meteoritos estrellándose contra la superficie terrestre–, resulta en verdad asombroso que se hayan dado las condiciones para albergar vida en este pequeño pedazo de materia que orbita en torno al Sol.
El planeta se formó hace aproximadamente 4.6 billones de años, y basados en la evidencia con la que contamos actualmente, el surgimiento de la vida data de 4 billones de años como una consecuencia de una serie de complicadas reacciones químicas que sucedieron durante estos convulsos eones, según la teoría más acreditada hasta el momento.
Existen otras hipótesis que consideran la posibilidad de un origen exterior de la vida, y se sustentan en la existencia de microorganismos capaces de sobrevivir en las condiciones más adversas, como los tardígrados, seres microscópicos que han colonizado cada rincón planetario y que pueden soportar temperaturas extremas, niveles de radiación muy superiores a los normales y la ausencia casi total de agua; que son capaces de sobrevivir, incluso, en el espacio exterior.
Si pudiéramos visitar nuestro planeta durante sus primeros siglos de existencia, veríamos un cielo más morado que azul, la atmósfera estaría compuesta principalmente de nitrógeno y dióxido de carbono, y los mares contendrían agua poco salobre y muy cristalina.
La superficie terrestre se vería colmada con inmensas e interminables tormentas que erosionaban las primeras cadenas montañosas, depositando sus restos en enormes corrientes torrenciales sobre el fondo de los océanos, mezcladas con cenizas y material fundido proveniente de los volcanes en erupción perpetua.
Estas violentas convulsiones geológicas dieron lugar a la formación de aminoácidos y posteriormente a su integración en proteínas, que a su vez conformaron a los primeros seres vivos, capaces de alimentarse con materia parecida a aquellas con las que ellos mismos están formados y de reproducirse o crear copias intrínsecamente iguales.
Para lograr las dos funciones básicas de todo ser vivo, alimentarse y crear duplicaciones que sean capaces de heredar la información del individuo original, se ha propuesto que originalmente surgieron dos tipos de seres: uno formado de proteínas, con la capacidad de digerir alimentos y metabolizarlos, pero incapaz de generar copias de sí mismo, y otro formado con ácidos nucleicos, capaz de replicarse, pero sin la capacidad de metabolizar nutrientes, muy similar a los virus de hoy en día.
Estos seres de ácidos nucleicos se convirtieron en parásitos de los seres de proteínas y juntos desarrollaron, a lo largo de millones de años, una relación simbiótica que derivó en la formación del primer organismo unicelular, y más tarde en la unión de varios seres unicelulares en un solo organismo pluricelular, con el fin de dividir las distintas funciones orgánicas de manera de obtener una existencia más eficiente.
A partir de esta división de funciones se formaron tejidos y más tarde órganos, que durante los últimos 4 billones de años han sido moldeados por la evolución de la vida, adaptándose a las distintas condiciones que el propio entorno fue generando. Lo curioso de este fenómeno es que la vida misma modificó a su vez al planeta, dando como resultado los distintos ecosistemas que existen hasta la fecha, lo que al mismo tiempo convirtió a la vida en la mejor escultora paisajista de la creación.
Aunque la vida desde entonces se ha mantenido de forma continua, ha experimentado también cataclismos biológicos que han puesto en riesgo su permanencia en el planeta. A estas catástrofes las conocemos como extinciones masivas, y son un claro ejemplo de la fragilidad de los seres vivos y sus ecosistemas. Hasta el momento, se han producido cinco de magnitud global:
- Extinción del periodo Ordovícico: Aproximadamente 445 millones de años atrás, con la desaparición del 60% al 70% de las especies de la época, provocada por un posible periodo glaciar intenso.
- Extinción del periodo Devónico: Hace aproximadamente 365 millones de años, con la desaparición del 75% de las especies de la época, provocada por una posible disminución del oxígeno en los océanos.
- Extinción del periodo Pérmico: La más grande de todas las extinciones hasta el momento, hace aproximadamente 252 millones de años, con la desaparición del 95% de las especies de la época, provocada probablemente por colisiones de asteroides combinadas con una intensa actividad volcánica.
- Extinción del periodo Triásico: Hace aproximadamente 200 millones de años, con la desaparición del 70% al 80% de las especies de la época, provocada probablemente por una intensa actividad tectónica.
- Extinción del periodo Cretácico: Hace aproximadamente 65 millones de años, con la desaparición del 75% de las especies de la época, provocada probablemente por el impacto de un asteroide. Se trata de la extinción masiva más reciente, asociada al cráter de Chicxulub, responsable de la extinción de los dinosaurios principalmente.
Con el territorio libre de dinosaurios, los mamíferos proliferaron y con ellos los ancestros del homo sapiens (hombre que sabe). Nuestra especie, apareció hace aproximadamente 350,000 años y se ha distinguido por ser consciente de su entorno, su pasado y sus posibilidades a futuro.
Como especie, nos corresponde en la actualidad el papel de potenciar los recursos de nuestra casa, sin perder el delicado equilibrio que la vida necesita para progresar con nosotros. Si nuestras acciones no toman este rumbo, podremos ser los causantes de una sexta extinción masiva, que a la larga significaría la desaparición de nuestra propia especie; no la del planeta, que muy probablemente continuará existiendo, ya que la vida seguramente encontrará otros caminos, pero sin nosotros. Los últimos acontecimientos son el pretexto ideal para tomar consciencia de nuestro papel como seres pensantes, en el universo de organismos viables en nuestro universo.
Texto: Gisselle Morán ± Foto: Den Belitsky / Dgt, Tobachik / Ft, National Geographic, Comty, FR / GettyImages