En un lugar muy lejano, en la cima de un volcán se encuentra la Isla de Aogashima.
Aogashima se alza sobre grandes acantilados (400 m de altura) por sus cuatro costados en el mar de Filipinas. Al centro, se abre la hendidura en redondo del cráter que esconde en su interior otro volcán llamado Otombú. Estar sobre estos volcanes activos, aunque estén dormidos hace 300 años, es de por sí desafiante: adrenalina extrema y también captación de la energía del mar, el fuego, los vientos que soplan fuerte.
Aogashima pertenece al archipiélago de Izu que dista 358 km de Tokio, Japón, del cual forma parte. Hay dos únicas formas de llegar: desde Tokio en avión o barco hasta la Isla de Hachijojima y desde allí un recorrido de 60 nm en los itinerarios diarios.
Esta una ruta especial para hacerla en yates exploradores y helicópteros. Un sitio de naturaleza virgen pocas veces visitado donde habitan de manera itinerante aproximadamente 200 personas; cuenta apenas con unos cuantos servicios; algunos hospedajes formales B&B o al camping de la isla donde se cocina en respiradores hidrotermales. El agua del volcán provee saunas geotérmicas ricas en minerales curativos. En toda la Isla brotan estas fuentes termales y la más conocida es la sauna de Fureai.
Por otro lado la exuberante vegetación, especial para adentrarse en la fuerza de sus elementos; nadar, pescar con las manos como lo hacen sus habitantes; caminar y acampar en recorridos al aire libre por su orografía estupenda.
Mundialmente se aprecia la sal gourmet que allí se produce, y por ser un planetario natural para abarcar la inmensidad de la existencia.