Con la presencia de 49 marcas de relojes tiene lugar la edición 18 del Salón Internacional Alta Relojería 2024, SIAR, en la Ciudad de México.

Para Carlos Alonso, director general del SIAR, México sigue demostrando un gran dinamismo en la industria relojera. “Ahora que otros mercados como los asiáticos y otros más están un poco más asentados para el lujo, México sigue siendo un mercado emergente, que es maduro, con una base muy sólida de conocedores, de gente que entiende de los relojes desde hace años. El mercado sigue creciendo de forma estable”.

Los problemas que se viven en Medio Oriente han obligado a las marcas relojeras voltear a México, considerado por los expertos un mercado maduro. Para la edición del SIAR de este año hay nuevas firmas como Norqain, mientras que otras como Bovet, Ulyssse Nardin, Cuervo y Sobrinos, Angelus, Seiko, Jacob & Co., Hublot, IWC, que cada año vuelven al SIAR, llegan con más fuerza.

Históricamente, el mercado mexicano se ubica entre los primeros lugares del mundo. “No se puede comparar con Estados Unidos, que tiene un gran clase media y 340 millones de habitantes, o China, que tiene mil 200 millones de habitantes, o Hong Kong, que es el duty free de China”, agrega Alonso.

A cambio, “la sustancia de México son las piezas nicho, especiales, de coleccionista, el top de la pirámide. Es ahí donde México es muy fuerte. Yo creo que ha de estar entre los 7-8 países más importantes del mundo entre las piezas super top. Porque es un mercado muy maduro”.

En comparación con el mercado chino, poco a poco se ha ido educando y ha avanzado rápido. “México está educado desde hace tiempo. Si tú preguntas a alguna marca de las piezas altas, te dicen que México es uno de los mercados que mejor les funciona en el mundo”.

 

Sabor a México

Algunas piezas mostradas fueron creadas especialmente para México, como Minase [foto inicial], que desde Japón trajo un cronómetro especial para celebrar su entrada al mercado nacional, con 15 ejemplares –diez en acero y cinco en oro rosa– con la esfera decorada con la técnica artesanal decorativa maiki.

El modelo utilizado para esta edición es el 7 Windows, llamado así por las siete ventanas de zafiro incrustadas alrededor de la caja. La esfera está inspirada en el escudo de armas mexicano, que a su vez está basado en el símbolo azteca de Tenochtitlan (actual Ciudad de México). En lugar de estar sentada sobre un nopal, el águila se encuentra sobre un Seigaiha, un motivo simbólico de olas que representa la buena suerte en Japón. El artista Urushi Junichi Hakose también diseñó un camino verde, amarillo y rojo como vínculo entre México y Japón.

La cabeza del águila está hecha de finas láminas de oro puro. Para los ojos, el maestro cortó y pegó conchas luminosas sobre laca urushi negra.

 

Amura,AmuraWorld,AmuraYachts, Historiador Reserva de la Familia de Cuervo y Sobrinos. Historiador Reserva de la Familia de Cuervo y Sobrinos.

 

Historiador Reserva de la Familia de Cuervo y Sobrinos.

Algo tan mexicano como el tequila, se aprecia en el modelo Historiador Reserva de la Familia de Cuervo y Sobrinos, casa fundada en 1882. Se trata de una edición limitada en alianza con José Cuervo Tequila. Esta pieza representa los valores que distinguen a ambas marcas: excelencia, tradición y  minucioso trabajo artesanal de clase mundial.

Limitada de 50 piezas de 40 mm de diámetro, está realizado en acero inoxidable, con cristal de zafiro de doble curvatura con tratamiento anti-reflejante y resistente al agua hasta 5 ATM. La esfera viene en café obscuro con índices aplicados en oro; la parte posterior viene personalizada con el sello Reserva de la Familia.

 

Amura,AmuraWorld,AmuraYachts, La Esmeralda de Girard-Perregaux. La Esmeralda de Girard-Perregaux.

 

La Esmeralda de Girard-Perregaux

Otro modelo con raíces mexicanas es La Esmeralda de Girard-Perregaux, basado en el reloj de bolsillo con tourbillon bajo tres puentes de oro que perteneciera al presidente Porfirio Díaz (1830-1915), y que se muestra en el Museo de Girard-Perregaux.

Su diseño en oro rosa, respeta el diseño original de 1889, con la caja embellecida con un grabado realizado a mano y con esmalte grand feu.

Al igual que La Esmeralda de 1889, incorpora los tres puentes oro sobre la esfera. En los extremos del puente del barrilete y el del tourbillon hay dos caballos al galope grabados a mano. Cada puente está minuciosamente acabado con biselado cóncavo, pulido de espejo, flancos con traits-tirés horizontales y brazos redondeados.

En la parte posterior del reloj, en la tapa secreta aparecen tres caballos –un detalle de nuevo inspirado en La Esmeralda original– sobre una decoración guilloché con efecto rayos de sol y con esmalte grand feu. De nueva cuenta aparecen los caballos, aunque su origen continúe siendo un enigma o, tal y como se dice en la Manufactura, un «misterio equino».