El arte de la carrocería ha sido parte esencial del ADN de Bugatti durante más de un siglo.
Desde las líneas eternas concebidas por Jean Bugatti (1909-1939) hasta las esculturas de bronce de su hermano Rembrandt (1884-1916), la búsqueda de la singularidad ha marcado a la marca desde sus inicios. Hoy, esa tradición se eleva a nuevas alturas con la presentación del Programa Solitaire, una propuesta exclusiva dedicada a la creación de vehículos únicos que trascienden la personalización tradicional para convertirse en piezas únicas.
La primera creación de Solitaire es Brouillard, un imponente coupé que rinde homenaje a la pasión ecuestre de Ettore Bugatti (1881-1947). Bautizado con el nombre del caballo favorito del fundador, capaz de abrir la puerta de su establo gracias a un mecanismo diseñado por él mismo, este automóvil captura la esencia de velocidad, gracia y belleza que definía al purasangre blanco moteado de niebla veraniega. No es un simple homenaje, sino la reencarnación de un vínculo íntimo entre hombre, máquina y animal.
Solo se producirán dos creaciones al año, cada una concebida con el mismo rigor artesanal y dedicación artística.
El Programa Solitaire toma inspiración de la edad dorada de la carrocería, cuando fabricantes y carroceros trabajaban en conjunto para vestir un mismo chasis con múltiples interpretaciones. Jean Bugatti dio un paso revolucionario al integrar esa artesanía dentro de la propia marca, lo que permitió alumbrar íconos como el Type 57 SC Atlantic y sus variantes Galibier, Stelvio, Ventoux o Atalante. Brouillard actualiza ese espíritu, trasladándolo al siglo XXI.
Basado en la plataforma W16 de 1,600 caballos, la más refinada de Bugatti, Brouillard representa la culminación de dos décadas de excelencia en ingeniería. Su silueta se rige por proporciones clásicas: un tercio inferior en tonos oscuros que conecta con la sombra del vehículo y dos tercios superiores más ligeros, que lo hacen parecer más bajo y más largo, resaltando la grandeza de sus ruedas.
La aerodinámica no es un mero recurso técnico, sino una expresión estética. El alerón tipo “cola de pato” equilibra la carga, el difusor trasero maximiza el flujo gracias a un innovador sistema de escape, y las tomas de aire, integradas con elegancia, optimizan la refrigeración del motor. Cada trazo de la carrocería cumple con la doble misión de emocionar y funcionar.
En el interior, la artesanía alcanza un nivel casi litúrgico. Telas parisinas con patrones de tartán conviven con fibra de carbono teñida en verde y aluminio mecanizado. El techo de cristal baña la cabina en luz, recordando a la nave central de una catedral, mientras que la columna central fluye del exterior al interior, como un gesto escultórico. Detalles minuciosos celebran la herencia de Ettore: motivos ecuestres bordados, asientos moldeados a medida, una palanca de cambios en aluminio macizo con un inserto de vidrio que encierra una escultura en miniatura de Brouillard, el caballo.
El propietario de esta obra maestra es un coleccionista apasionado de la saga Bugatti, con piezas que abarcan desde automóviles históricos hasta mobiliario de Carlo Bugatti (1856-1840) y esculturas de Rembrandt. Su visión fue reunir en un solo vehículo el legado de toda la familia, celebrando así el lazo fundacional entre Ettore y los caballos.