En el universo de la Alta Joyería, pocas casas dominan el arte de transformar la naturaleza en metáfora como Tiffany & Co. 

Cada año, la colección Blue Book es un manifiesto estético: una exploración técnica, poética y conceptual del lujo. En 2025, Blue Book 2025: Sea of Wonder –la propuesta concebida por Nathalie Verdeille, directora artística de Joyería y Alta Joyería– se adentra en las profundidades del océano para revelar sus infinitos misterios a través de cerca de cuarenta creaciones inéditas.

La edición de otoño marca el cierre de este viaje submarino y lo hace con seis capítulos que son, más que temáticos, emocionales: Anchor, Anemone, Shell, Urchin, Mermaid [foto inicial] y Ocean Flora. Cada uno se ancla en una visión del mar y, al mismo tiempo, en la memoria de Jean Schlumberger, el diseñador que cambió para siempre la relación de Tiffany con la naturaleza al dotarla de movimiento, ritmo y fantasía. Verdeille –con su estilo que combina rigor y lirismo– no imita al maestro, lo reinterpreta.

Cada capítulo revela un instante único de descubrimiento”, explica la directora artística. “Se trata de una expresión poética de transformación, en la que la belleza del mar renace convertida en obras maestras contemporáneas”. Esa metamorfosis se percibe en Anchor, donde la fuerza simbólica del ancla de Schlumberger –creada en 1939– se traduce en nuevas piezas de proporciones precisas y equilibrio perfecto. El dije en platino y oro de 18 quilates, con un diamante central de más de dos quilates, condensa la esencia de la colección: claridad estructural, armonía y resplandor.

 

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En Anemone, el lenguaje cambia: el rigor da paso a la fluidez. Las anémonas marinas inspiran un collar en oro y diamantes que parece moverse, animado por tres rubíes de Mozambique cuyo color encarna la vitalidad del océano. Tiffany logra aquí lo que pocas casas pueden: convertir la naturaleza en emoción contenida, en una joya que respira.

Shell continúa esa conversación entre forma y textura. El broche central, con una turmalina verde de 8.62 quilates, celebra la arquitectura orgánica del mar y la convierte en escultura portátil. Su asimetría recuerda que la perfección no siempre es simétrica, y que el lujo verdadero reside en el detalle que sorprende.

El capítulo Urchin mira hacia la técnica. El uso del esmalte paillonné –un savoir-faire del siglo XIX– confiere a las piezas un brillo casi líquido, como si la luz oceánica hubiera quedado atrapada en su superficie. Aquí, Tiffany demuestra que la innovación también puede ser una forma de arqueología: rescatar un oficio olvidado para reinventarlo con propósito contemporáneo.

El universo mítico entra en escena con Mermaid, donde la figura de la sirena, símbolo de atracción y misterio, se materializa en un broche de platino, oro rosa y diamantes que culmina en un ópalo negro de más de diez quilates. Más que una joya, es un relato condensado: movimiento, metamorfosis y deseo.

Finalmente, Ocean Flora introduce una pieza de Alta Relojería que completa el círculo: un reloj con carátula de nácar y brazalete de diamantes que traslada los códigos de la joyería a la medición del tiempo. El océano, parece decirnos Tiffany, no sólo se contempla: también se escucha, se mide, se habita.