Si bien fueron los celebrados huevos de Pascua esmaltados y enjoyados los que hicieron famosa a la Casa Fabergé, estos representan solo una fracción de su producción artística.
Los maestros artesanos de la compañía transformaban desde pitilleras hasta relojes de sobremesa en obras de arte llenas de imaginación. Fue esta habilidad característica para realzar objetos cotidianos mediante la aplicación de sofisticadas técnicas de esmaltado, orfebrería y engaste de piedras preciosas lo que convirtió a Fabergé en un paradigma de las artes decorativas rusas, célebre en todas las cortes reales de Europa.
Incluso sus rivales del siglo XIX, como Tiffany & Co. y Cartier, se inspiraron claramente en el gran joyero ruso. Al estudiar la variedad de objetos creados por Fabergé –entre los que se incluyen marcos, figuras de animales de piedra dura, flores, pulsadores de campana y joyas– podemos comprender su importancia, ya fuera como regalos imperiales o como obsequios personales.
En 1885, la Casa Fabergé recibió su primer encargo para un huevo de Pascua imperial y fue nombrada «Proveedor de la Corte de Su Majestad Imperial». Solo se fabricaron 50 huevos Fabergé, y cada uno requirió un año de trabajo para la firma. Es excepcionalmente raro, y por lo tanto muy emocionante, cuando uno de estos objetos sale al mercado.
Cuando Carl Fabergé y su hermano Agathon se hicieron cargo del negocio de joyería de su padre, Gustav, en 1882, la producción aumentó tan rápidamente que no podían gestionar todos los talleres ellos solos. Por este motivo, se decidió contratar a orfebres altamente calificados para que dirigieran sus propios talleres bajo el nombre de Fabergé.
Estos artesanos, conocidos como maestros orfebres, desarrollaron sus propios estilos característicos, y el producto final era aprobado por Carl Fabergé o uno de sus ayudantes. Al observar una pieza, resulta muy útil comprender los tipos de objetos en los que se especializó cada maestro orfebre y sus particularidades estilísticas.
Las piezas de presentación imperiales de Fabergé constituyen otro importante ámbito de coleccionismo, y a menudo tienen procedencia diplomática. La corte imperial era famosa por obsequiar suntuosos regalos a dignatarios rusos y extranjeros, una tradición que floreció durante el reinado de Nicolás II.
Fabergé llegó a emplear a unos 500 artesanos de diversas especialidades, que abarcaban todos los aspectos de las creaciones de la firma, incluidas las cajas donde se guardaban las piezas. Si bien Fabergé a veces variaba el tipo de madera y el color del forro, las cajas originales suelen estar hechas de madera de acebo y forradas con seda y terciopelo color crema.
Los diseños solían ser obra del propio Carl Fabergé. El trabajo se realizaba por etapas: engaste de las piedras preciosas; esmaltado de las flores; adición de los tallos y hierbas de oro; y, finalmente, ensamblaje de las flores. La calidad de los engastes, la individualidad de sus partes y la meticulosidad del diseño son indicadores clave de que la obra es de Fabergé.
Las obras monumentales en plata de la firma se elaboraban exclusivamente en Moscú y a menudo se diseñaban en estilo neorruso. Estas obras de gran imaginación, que se encuentran entre los objetos más exquisitos de Fabergé, solían realizarse como regalos diplomáticos o trofeos, o para conmemorar aniversarios importantes.
La Casa Fabergé contaba con talleres en diversas ciudades, como Moscú, San Petersburgo y Odesa.