Siglos de Historia

Así lo indica el propio nombre de este árbol, que procede de Oriente Medio. Desgraciadamente, en la actualidad, casi ha desaparecido de las montañas libanesas debido a la presión a la que fueron sometidos sus bosques desde hace milenios por su apreciada madera. No obstante, se mantiene extendido aún por la Anatolia meridional, incluso se pueden encontrar todavía ejemplares en estado silvestre con una edad estimada de 2.000 o 3.000 años.

El cedro del Líbano (Cedrus libani) es el cedro por antonomasia. Las hojas son verdes y pequeñas. Tiene el tronco más grueso y erecto, puede alcanzar los cuarenta metros de altura. En los ejemplares adultos presentan su porte característico en estratos horizontales, abandonado la forma cónica de la juventud. Se usa mucho en jardinería como árbol decorativo.

Es un árbol de alta montaña, propio de un país tan arriscado como es Líbano. Su hábitat se sitúa entre los 1.200 y 2.000 metros de altura, por tanto, soporta inviernos fríos (temperaturas de hasta 30 ºC bajo cero) y precipitaciones poco abundantes. El árbol se debe plantar en lugares soleados y en terrenos que drenen; aunque sean secos, deben de tener agua en profundidad.

Los cedros son coníferas de ramas largas, extendidas horizontalmente, y hojas aciculares, persistentes, reunidas en fascículos sobre braquiblastos. En su copa brotan piñas ovales, erectas, de escamas muy apretadas, con semillas triangulares. Las flores masculinas duran todo el verano en forma de conos verdes de cinco centímetros y esparcen su polen a fines de otoño.

 

 

 

Símbolo Nacional

Es proverbial la lentitud de los cedros, pues no solo son lentos en el crecimiento del tronco, sino que tienen ralentizado todos los ciclos vitales. Por ejemplo, entre la polinización y la fecundación transcurre aproximadamente un año y medio, los conos alcanzan la madurez entre el segundo y el tercer año.

A pesar de poseer una madera apreciada por los antiguos griegos y romanos, y que en idiomas como el griego se utilice el término “kedros” comercialmente para designar la madera de cualquier árbol, esta especie fue desconocida en Europa occidental durante mucho tiempo. Como prueba de ello, el gran botánico sistematizador Carl von Linné (1707-1778) reconoce haber visto solo un único ejemplar, justamente el primero que se plantó en Inglaterra en 1638, o según otras fuentes, en 1670 o 1680.

Debido a su talla considerable, a su follaje perenne y a su madera excelente e incorruptible, aparece como emblema de grandeza, nobleza y persistencia en numerosos pueblos antiguos que utilizaron su madera y su resina para preservar y atesorar lo que más apreciaban.

 

 

 

 

En el mundo del antiguo Egipto, se vivía con la obsesión de escapar a la muerte mediante la incorruptibilidad, por lo que emplearon la madera de cedro para construir ataúdes, bajeles, estatuas, amuletos... En la época de reino de Judá, el cedro se consideraba madera preciosa, era muy cotizada y alabada. El Rey David vivía en un palacio de cedro, en cambio el Arca de la Alianza todavía seguía en una tienda. Dijo el rey al profeta Nathán:

 

“Mira ahora, yo moro en edificios de cedro y el Arca de Dios está entre cortinas”. (2 Samuel 7,2)

 

Y esto fue lo que Salomón dijo ante la embajada del rey fenicio Hiram de Tiro (actual Líbano), que le fue enviada nada más saberse la noticia de que había sido ungido rey:

 

 “Tú ya sabes cómo David, mi padre, no pudo construir la casa al nombre de Yavé, su Dios, a causa de las guerras que en rededor le movieron, hasta que Yavé puso a sus enemigos bajo las plantas de sus pies. Pero ahora Yavé, Dios, me ha dejado tranquilo en derredor; ningún enemigo, ninguna adversidad. Heme, pues, resuelto a construir un templo al nombre de Yavé, mi Dios, según Yavé dijo a David, mi padre: “El hijo tuyo, que yo pondré en tu lugar sobre tu trono, ese edificará el Templo a mi nombre”. Así, pues, ordena que se me corten cedros del Líbano”. (1 Reyes 5,16-20)

El relato veterotestamentario señala que Salomón también recubrió los veinte codos de la parte posterior del templo con planchas de cedros, desde el suelo hasta las vigas, y destinó el interior para el Santísimo; y los cuarenta codos delante del Santísimo constituían el Santuario. 

De cedro era todo el interior del edificio, con bajorrelieves de coloquíntidas y guirnaldas de flores. Todo era cedro. Nada de piedra se veía. Este es el mítico “Templo de Jerusalén”, construido en el siglo X a.C., del cual solo sobrevive parte de las murallas que edificó Herodes cerca de mil anos después, en su reconstrucción del templo. Estos restos históricos son conocidos actualmente como el Muro de las Lamentaciones. Tras la finalización del templo, Salomón mandó edificar un nuevo palacio como vivienda y sede de gobierno. Tanta fue la madera de cedro que debió emplear, que el nuevo palacio se conoció como el “Bosque del Líbano”. Entonces se dio Salomón a construir un palacio, durante trece años, hasta que quedó totalmente terminado. Edificó el palacio de cien codos de largos, cincuenta de ancho y treinta de alto, sostenido sobre cuatro hileras de columnas de cedro, en las que se apoyaban vigas de cedro y un techado de cedro también. 

El cedro es apropiado para construir moradas a dioses y reyes porque en su interior, como el oro, guarda los atributos de nobleza, pureza y riqueza. Jesucristo se representa, en ciertos casos, en el corazón de un cedro.

 

“¡Qué hermoso eres, amado mío, 

qué encantador!

¡Todo verdor nuestro lecho! 

Vigas de nuestra casa son los cedros 

y cipreses, los artesonados”. (Cant 1,16-17)

 

 

 

 

Texto: Amura ± Foto: NATIONAL GEOGRAPHIC / KEW WPD / MS / WKM / AYACATA / SAMUEL SNATOS