El año 2008 empezó muy bien, pues el poderoso dios del mar, Neptuno, se portó generoso con nosotros mandándonos buen tiempo y mar tranquila, a pesar de que en el resto del país las temperaturas estaban muy bajas.
Queriendo aprovechar la buena fortuna, decidí trasladarme a la isla de Cozumel para comprobar el estado de los arrecifes y su evolución después del paso de los huracanes del año pasado. Me acompañarían mi hijo Rodrigo y mi sobrino Diego de la Rosa.
Los primeros rayos del sol nos sorprendieron camino a Playa del Carmen, desde donde tomamos el barco que nos llevaría a nuestro destino final, la maravillosa isla de Cozumel.
Al llegar a la isla nos estaba esperando nuestro amigo y anfitrión Fidel Ladrón de Guevara y nos hicimos a la mar. La embarcación era cómoda y segura. Con ansias de principiantes armamos los equipos de buceo, fotografía y video para documentar lo que se nos presentara.
Cozumel es la tercera isla más grande de México, localizada a 18 kilómetros de la costa oriental de la Península de Yucatán, en la parte norte del Estado de Quintana Roo. Tiene una extensión de 55 kilómetros de norte a sur y 20 de este a oeste.
Su nombre proviene de los vocablos mayas “cuzam” (golondrina) y “lumil” (tierra de), resultando así la palabra “Cuzamil” (tierra de golondrinas). Con el tiempo “Cuzamil” se transformó en la españolizada “Cozumel”. En esta isla los antiguos mayas rendían culto a Ixchel, diosa de la fertilidad, bajo cuya protección las mujeres mayas iban a dar a luz o a buscar quedar embarazadas. De algún modo eso perdura hasta nuestros tiempos, actualmente Cozumel se conoce como “la isla de los enamorados” y es ideal para pasar la luna de miel.
La isla ocupó un lugar dentro del buceo internacional cuando en 1960 el famoso explorador submarino Jacques Ives Costeau arribó en su legendario barco Calipso. Después de explorar la isla durante unos días, el comandante contó por todo el mundo lo que había visto: maravillosos fondos coralinos.
La isla tiene un sinfín de lugares para la práctica del submarinismo, el más famoso es el Arrecife de Palancar, que por su gran tamaño se divide en tres partes: Cuevas de Palancar, Jardines y la Herradura.
Decidimos hacer la primera inmersión en las Cuevas. El día era bellísimo, el sol parecía de verano y el mar se mostraba semejante a una gran laguna por su tranquilidad, condiciones soñadas por cualquier amante del buceo.
Nos vestimos sin prisa mientras discutíamos el plan de buceo, acordamos que Fidel llevaría la cámara de video y yo haría fotos fijas. Rodrigo y Diego decidieron practicar sus habilidades de buceo libre.
Rompimos el espejo de agua. Había mucha visibilidad. Podíamos observar el fondo que se encuentra a una profundidad de 24.38 metros (80 pies). Al llegar al fondo penetramos por un laberinto de coral, esponjas y cuevas que nos llevó hasta la orilla del cantil, donde la profundidad nos invitaba a seguir descendiendo, invitación que no pudimos resistir. Cuando me di cuenta, mi computadora de buceo marcaba 45.72 metros (150 pies), y queríamos más.
Por suerte, a Fidel le entró la cordura y me hizo la seña de subir. Mientras regresábamos fotografiamos a las tortugas que comían apaciblemente sabrosas esponjas, mientras a lo lejos en el azul profundo se dibujaban siluetas de rayas pintas. Las enormes anémonas, las grandes esponjas y el muy preciado coral negro aparecían por doquier. La visibilidad era tan buena que desde 30.48 metros (100 pies) podía ver con facilidad el fondo de nuestra embarcación.
Regresamos a los 80 pies de profundidad. Nos estábamos estabilizando cuando vi pasar junto a mí a un joven cuerpo de atleta e inmediatamente detrás vi al segundo esnorqueleador. Eran mi hijo y mi sobrino que con facilidad pasaban la barrera de los 100 pies sin equipo de buceo autónomo. Al llegar a la profundidad que habían acordado dieron una mirada al maravilloso paisaje y retornaron.
Regresamos a la superficie llenos de optimismo, la buceada fue espectacular y los arrecifes se están recuperando rápidamente. Sólo hay que esperar que transcurra un tiempo y que los visitantes terrestres respetemos las reglas impuestas por las autoridades especializadas en medioambiente para seguir disfrutando de un arrecife en buen estado de conservación.
Qué agradable y espectacular manera de empezar el año, buceando junto a Fidel, mi amigo entrañable, y ver a mi hijo y a mi sobrino disfrutar de las bondades marinas.
En este pequeño rincón de patria en el Caribe mexicano la naturaleza se excedió en bellezas submarinas y terrestres. Es obligación de todos los que visitamos el lugar por única vez o permanentemente ayudar a proteger por todos los medios posibles a esta maravilla natural que es conocida mundialmente como “el paraíso del buceo de Arrecifes de Cozumel”.
Texto: Alberto Friscione Carrascosa ± Foto:Fidel Ladrón de Guevara y Alberto Friscione