El caballo que se convirtió en un símbolo
Los robustos y fuertes caballos escoceses, criados para el campo de batalla, pasaron de servir a los caballeros a la transportación de carbón y el tiro pesado, luego de que el Duque de Hamilton y John Petterson hicieran la cruza entre descendientes de la especie y algunos sementales de Flandes, en el siglo XVIII.
El nuevo equino, más grande, fornido y recio, que su antecesor, se hizo tan popular que pronto fue exportado a otras regiones de Europa, Nueva Zelanda, Australia. Este caballo, que recibe su nombre de la región de procedencia –hoy Lanarkshire–, tiene una alzada de 180 centímetros, cabeza pequeña y elegante, sobre un largo y potente cuello; su dorso es corto con extremidades largas y rectas, pezuñas adornadas por borlas que las rodean y mirada enérgica, características que, aunadas a su carácter amistoso, temperamento tranquilo, gran actividad y fuerza, lo hacen un espécimen fascinante.
Digno de la realeza
Antes de la Segunda Guerra Mundial, fueron reemplazados por automotores y era poco frecuente verlos en faenas pasadas; sin embargo, la nobleza que posee este ejemplar capturó la atención de la reina Isabel II al ver a uno que jalaba de un carro de leche; desde entonces pasó a ser una raza de exhibición, concursos y ceremonial.
Para preservación y fomento del desarrollo de esta especie, en 1877 se fundó la Clydesdale Horse Society y hoy es reconocido como uno de los caballos más bellos, fuertes y de aire distintivo que existen.
Texto: Amelia Watson ± Foto: 4EYES / PFC / 500PX / SOA