Un oasis en el mar
Este viaje empezó igual que muchos otros, a la carrera, a pesar de haber tenido el tiempo de prepararme, no lo hice, así que me dio la media noche cerrando mi pequeña maleta de ropa y las dos grandes cajas herméticas donde transporto mis equipos de buceo y de fotografía o video.
Tenía algún tiempo de no visitar la Paz. A mi arribo, me encontré con un aeropuerto pequeño, pero muy funcional, un malecón adornado con motivos marinos, una gastronomía extraordinaria y sobre todo la amabilidad de su gente.
Gocé las casi dos horas que nos llevó el trayecto de carretera a los Cabos, ya que tiene algunas curvas muy pronunciadas y una vegetación que no estoy muy acostumbrado a ver, cauces de ríos totalmente secos, algunas palmeras y la arquitectura de sus casas... todo un mundo diferente.
Tenía tres años de no regresar a Cabo Pulmo, y para mi sorpresa lo encontré casi igual que como lo recordaba, una comunidad pequeña, de apenas unos cuantos habitantes, de calles sin pavimentar, uno que otro restaurante. Sus pobladores, en su mayoría, gente de bien, que busca la tranquilidad y la paz que sólo pueden dar el mar y el desierto juntos, donde a falta de luz eléctrica se pueden observar las estrellas brillar con intensidad.
Llegamos por la tarde pero todavía con ganas de meternos al mar para realizar nuestra primera inmersión. No nos costó trabajo encontrar a don Mario Castro, uno de los primeros habitantes de la zona, que antes de ser prestador de servicios fue pescador, por tal motivo conoce los fondos marinos mejor que nadie en la región. Después de los saludos de rigor nos dijo que no podíamos salir al mar pues el tiempo estaba muy inestable y se esperaban turbonadas muy fuertes, que era mejor esperar al siguiente día para tener agua más clara.
La noche se fue rápido, y al amanecer ya estábamos con nuestros equipos de buceo en un carrito para ir a la lancha y visitar los arrecifes de Cabo Pulmo.
El área marina tiene una superficie de 7 mil 111 hectáreas, el 99% corresponden al mar. Gracias a una regulación y zonificación sin precedentes, la comunidad acordó prohibir todo tipo de actividades extractivas comerciales dentro de la zona, cualquier construcción de obra pública o privada, así como las acciones que alteren las condiciones naturales del Parque Nacional Cabo Pulmo, esto incluye el anclaje y la acuacultura
No recorrimos mucho cuando el capitán nos dijo, que habíamos llegado. Tomé mi cámara y me deslicé por la borda con suavidad, a fuerza de aleta desciendo en un mar de aguas claras que contienen muchos seres vivientes como plancton y otros organismos que son el alimento favoritos de las ballenas, de las mantas, y de los tiburones ballena. Llegué al fondo a 100 pies, el agua era más fría de lo normal, fue en ese momento que apareció un lobo marino realizando piruetas y nadando con tal velocidad que apenas hice una o dos malas fotos, lo vi subir a la superficie y lo seguí, ahí se detuvo un momento y aproveché para observarlo a detalle. Volví a descender pero ya no vi al resto del grupo; ahora tenía frente a mí, una tortuga que dormía plácidamente en una cueva, disparé algunas fotos, algo llamó mi atención, apenas unos metros adelante salió de su cueva una morena enorme, y posó para mí, tenía un raro color dorado y no se espantó con mi presencia. No llevaba ni 15 minutos y ya tenía registrado en mi lente varias especies diferentes. Encontré una concha grande viva en la arena, y que no se cerró a mi paso, mientras filtraba el agua del fondo para adquirir su alimento a base de plancton. Pero en ese momento recordé que estaba solo y quizá mis compañeros estuvieran preocupados. Cuando llegué a la embarcación encontré a todos felices, narrando sus encuentros con los diferentes habitantes marinos.
Descendimos, esta vez desde la superficie hasta la profundidad de 55 pies nos encontramos con un cardumen de jureles, eran tantos que parecía una pared en movimiento. Lo mejor es que no huían de nosotros, regresaban dándonos la bienvenida, lo que más me gustó fue cuando se pusieron a nadar en círculos formando esa gran chimenea que tanto y en tan diversos lugares había tratado de ver, y ahora estaba frente a mí, aquí en mi país, en Cabo Pulmo. Cuando la mancha de jureles se alejó, un gran pez cirujano que tampoco tenía temor de nosotros se quedó comiendo cerca nuestro. Al tocar el fondo, los peces pargos de aleta amarilla llamaron nuestra atención. En las cuevas los peces globo salían a darnos la bienvenida. Si no veíamos algún pez los abanicos y gorgonias de atrevidos colores morados llamaban nuestra atención y de ellos colgaban caracoles sin concha llamados nudibranquios.
Los corales duros estaban por doquier y de diferentes formas y colores. Ahora entiendo porque mis padres me decían hasta dónde podía o debía meterme al mar, pues es muy fácil perderse en su grandeza.
Fue increíble bucear en Cabo Pulmo, donde en un sólo día pudimos encontrar más peces depredadores top, de gran tamaño, de los que se podrían ver si buceáramos varias semanas en muchos lugares del mundo, donde las agregaciones de pargos o cabrillas, siguen recuperándose año tras año.
Pudimos constatar que de las 857 especies de peces que habitan en Baja California, 226 se encuentran aquí en Cabo Pulmo, al igual que la más amplia capa coralina: de las 14 especies de corales duros, aquí habitan 11.
Si se trata de moluscos como caracoles Murex, ostras de perla, las podemos observar también en este pequeño, pero rico rincón de la patria. Es por eso que los gobiernos federal, estatal y municipal, así como la comunidad científica se pusieron de acuerdo y en 1995 fundaron el Parque Marino Nacional Cabo Pulmo.
Después de 14 años de protección, Cabo Pulmo es una historia diferente al resto de los parques marinos. Por un lado sus habitantes han incrementado su calidad de vida, sin tocar el entorno natural. Por otro lado, ha seguido el camino opuesto a la mayoría de los arrecifes en el Golfo de California, cuya degradación se nota día a día.
La protección de los océanos es la causa más real, emocional y justa que jamás se emprendiera en la historia de la especie humana. Cabo Pulmo, es la Joya de la Corona del Mar de Cortés.
Texto: Alberto Friscione Carrascosa ± Foto: Alberto Friscione Carrascosa