La ambición de reducir 1.5 °C la temperatura del planeta se está volviendo inalcanzable.
Como se destacó en The State of Climate Action, lograr el 1.5 °C requeriría una reducción anual de emisiones de alrededor del 7% a nivel mundial, más que el impacto de la COVID-19 y contra una tendencia de +1.5 % anual.
Si bien el camino es cada vez más empinado, el progreso en la acción climática sigue siendo insuficiente, desde los compromisos y acciones nacionales y corporativos hasta la ampliación y financiación de la tecnología verde.
Se necesitan medidas de mitigación drásticas e inmediatas contra cada décima de grado de calentamiento. La COP28 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) mostró nuevas medidas de impacto, como el reconocimiento de la necesidad de abandonar los combustibles fósiles y los compromisos de triplicar la energía renovable y duplicar la eficiencia energética para 2030, y de recaudar más fondos para las pérdidas y los daños y la mitigación en el Sur Global. Pero se necesita mucho más.
Si bien se toman cada vez más medidas, la suma aún es insuficiente. Persisten importantes limitaciones sistémicas, como los altos costos y las tasas de interés, la baja disposición a pagar o la falta de regulaciones estables. Esto exige que las empresas y los gobiernos pasen rápidamente de las medidas incrementales a aquellas que puedan transformar los sistemas, superando así estos obstáculos y posibilitando un impacto exponencial.
Los gobiernos necesitan reescribir las reglas
Los gobiernos tienen la gran responsabilidad de acercarse a cero emisiones netas y, al mismo tiempo, garantizar una transición justa que beneficie a los más vulnerables. Pueden establecer ambiciones más audaces y de más corto plazo. Tienen el poder de apoyar a los líderes y penalizar a los rezagados. Pueden cambiar el contexto de las empresas (y de sociedades enteras) con políticas inteligentes y mejores compras, y mediante la fijación de precios de las externalidades (efecto secundario, positivo o negativo, de producción o consumo), apoyando al Sur Global e incentivando nuevas tecnologías.
Pero las medidas adoptadas por los gobiernos hasta ahora han sido sumamente insuficientes: existe una brecha global entre ambición y acción. A día de hoy, solo el 35% de las emisiones están cubiertas por compromisos nacionales de cero emisiones netas para 2050 y apenas el 20% para 2030 con compromisos que se acercan al menos a una trayectoria de 1.5 °C. Las políticas son aún más insuficientes: solo el 7% de las emisiones están cubiertas por compromisos suficientes respaldados por políticas sólidas.
Los gobiernos deben cerrar urgentemente estas dos brechas, priorizando los impactos de corto plazo y de gran magnitud para garantizar un clima sostenible pero también para generar beneficios sociales sustanciales (por ejemplo, creando los casi 40 millones de empleos verdes necesarios para 2030).
Las empresas pueden liderar un cambio sistémico
Más allá del papel de los gobiernos, el sector privado tiene una gran responsabilidad y oportunidad de acelerar la acción, en particular para fortalecer la resiliencia de sus empresas y ecosistemas. Las empresas deben mirar más allá de sus propias operaciones y buscar formas de generar un impacto sistémico reestructurando las cadenas de valor, las industrias y las políticas.
Para cada tipo de acción, ya existen numerosos ejemplos de alto impacto que muestran caminos prácticos hacia el éxito:
El Proyecto Carbono Cero de Schneider Electric redujo en un 25% la intensidad de emisiones operativas de 1,000 proveedores en tres años, aprovechando en particular capacitaciones prácticas, herramientas digitales y apoyo de implementación en sitio.
Tesla revolucionó el mercado automotriz al hacer que los autos eléctricos fueran más atractivos que los que funcionan con combustibles fósiles para muchos clientes, antes de la paridad de precios, liderando en diseño, rendimiento y características digitales.
Kloeckner, distribuidor mundial de acero, introdujo el primer estándar de “acero verde” del mundo, que inmediatamente desbloqueó una demanda naciente y la voluntad de pagar por acero con bajo contenido de carbono.
Los más de 90 miembros de la Coalición de Primeros Movimientos comprometieron 15 mil millones de dólares en compras para crear una demanda temprana para 2030 de tecnologías clave en siete sectores difíciles de reducir.
Maersk aboga firmemente por un ambicioso impuesto al carbono para el sector naviero, para ayudar a que la industria cambie hacia combustibles más limpios.
La narración puede sonar anticuada, pero no deja de ser cierto: el tiempo avanza y se acaba el tiempo para evitar el desastre. Ya no es el momento de preguntarnos si podemos hacerlo, sino de averiguar cómo lo haremos.