Las orcas producen fantásticos sonidos no solo para comunicarse, sino para ecolocalizarse, encontrar su camino y encontrar alimento. Pero a veces puede resultar complicado, porque a veces tienen el ruido de un barco que pasa cerca.

Cuando pensamos en contaminación marina, solemos pensar en plásticos Tal vez en químicos tóxicos o incluso en la acidificación causada por el cambio climático.

Hace poco me di cuenta, mientras escribía un reportaje para la revista científica Nature, de que el ruido constituye otra clase importante de contaminación, que a menudo ignoramos. Tal vez hayan oído hablar del movimiento cielo oscuro, que trata de concienciar sobre el problema de la contaminación lumínica para permitir que haya reductos no iluminados en la noche, de modo que las personas y los animales disfruten de forma más natural los ciclos de luz y oscuridad, noche y día.

De la misma manera, hay personas que están llamando la atención sobre el problema de la contaminación acústica tratando de crear reductos de silencio en el océano, para que la vida marina pueda disfrutar de un paisaje sonoro más natural.

Esto es importante. El ruido no solo es una molestia. Puede provocar estrés crónico o daños físicos. Puede reducir la capacidad de la vida marina para encontrar alimento y aparecer, y detectar depredadores, entre otras cosas.

Piensen en todos los sonidos que vertemos al océano. Tal vez uno de los más intensos sean los sondeos sísmicos, para detectar petróleo y gas. Las armas de aire comprimido producen fuertes detonaciones, en ocasiones a intervalos de 10 a 15 segundos, durante meses enteros.

 

Amura,AmuraWorld,AmuraYachts, Los grandes navíos producen ruido que afecta a los habitantes del mar. Los grandes navíos producen ruido que afecta a los habitantes del mar.

 

Luego está el sonido de la perforación para extraer petróleo y gas, la construcción de parques eólicos marinos, radares y, por supuesto, el tránsito casi constante de más de 50,000 barcos de la marina mercantil a nivel global.

De por sí, el océano no es precisamente un lugar silencioso, si metes la cabeza bajo el agua, puedes oír el crujir del hielo, el viento, la lluvia, el canto de las ballenas, peces roncadores e incluso el camarón pistola. En conjunto, el paisaje sonoro puede alcanzar de 50 a 100 decibelios, en función de cuándo y dónde te encuentres.

Pero el aporte del ser humano ha sido terrible. Se calcula que los barcos han añadido tres decibelios de ruido al océano cada 10 años en las últimas décadas. Puede que no parezca mucho, pero los decibelios se cuentan en una escala logarítmica, como la escala Richter para los terremotos.

Así que una cifra pequeña puede suponer un cambio enorme. Tres decibelios son el doble de la intensidad del ruido del océano. Y solo es una estimación, porque nadie está calculando cuánto ruidoso es realmente el océano en todo el mundo.

Hay una entidad, Experimento Internacional por el Silencio en los Océanos, una de cuyas misiones es remediar esa falta de datos. Por ejemplo, el año pasado lograron convencer al Sistema de Observación Global del Océano para empezar a incluir el ruido como una variable esencial en la monitorización, junto con otras como la temperatura o la salinidad.

Sabemos algunas cosas. Sabemos que un sonar puede ser casi tan ruidoso como un volcán submarino, un superpetrolero puede producir tanto ruido como el canto de una ballena azul.

Los ruidos que vertemos al océano tienen diferentes frecuencias y pueden atravesar grandes distancias. Los sondeos sísmicos en la costa este de Estados Unidos pueden escucharse en la mitad del Atlántico.

En los años 60 llevaron a cabo un experimento en el que detonaron un fuerte sonido en la costa de Perth, Australia, y lo detectaban en las Bermudas, a 20,000 kilómetros de distancia.

¿Cómo le suena todo esto a la vida marina, qué escuchan? Es difícil de describir. El sonido viaja lejos, más rápido en el agua que en el aire, y produce un efecto diferente. Así, un sonido con la misma presión tendrá diferente intensidad si lo mides en el aire o bajo el agua. Además, las ballenas no tienen oídos como nosotros. Criaturas como el zooplancton ni siquiera tienen oídos tal como los entendemos.

Entonces, ¿qué impacto tiene en toda la vida marina? Puede que para los científicos resulte muy sencillo medir el efecto de un ruido agudo, de estallidos muy fuertes y puntuales, que pueden provocar daños físicos o pérdida de audición. Cetáceos como los zifios, por ejemplo, pueden hacer zambullidas histéricas ante sonidos fuertes, lo que les puede llevar a padecer algo similar al síndrome de descompresión.

En los años 60, tras la aparición de tecnologías de sonar más potentes, el número de zifios machos varados en masa aumentó alarmantemente. Pero no solo afecta a los mamíferos marinos; en los peces, si se encuentran demasiado cerca de la fuente de ruido, sus vejigas pueden explotar.

Una detonación de arma de aire de los sondeos sísmicos puede aniquilar una masa de zooplancton, esas pequeñas criaturas en la base de la cadena alimentaria, y puede deformar a las larvas de las vieiras durante su formación.

¿Y qué me dicen del ruido crónico, ese problema acuciante causado por el aumento del ruido de fondo de los barcos? Puede descubrir o ahogar el paisaje sonoro natural. Algunas ballenas han respondido a esto cambiando sus tonos, como cuando la gente chilla en un bar ruidoso.

Algunos peces pasan más tiempo patrullando sus fronteras que cuidando de su descendencia, como si estuvieran en alerta máxima.

 

Disminuir la velocidad

En 2017, la Autoridad Portuaria Fraser de Vancouver comenzó a pedir a los barcos que eran más despacio cuando atravesaban el estrecho de Haro, donde las ballenas asesinas del sur se alimentan al final del verano. Los barcos más lentos son más silenciosos. Casi todos los barcos obedecieron, sumaron media hora a su trayecto y redujeron el ruido en unos 1.2 decibelios o 24% de intensidad de ruido. Este año han decidido ampliar la duración y el área en la que solicitaban reducir la velocidad de los barcos, así que esperemos que tenga un impacto positivo en esas ballenas.

Sabemos lo suficiente como para afirmar que un mar silencioso es un mar más sano, pero ahora los científicos se están afanando en conocer los detalles.