De entre todos los peces que hay en el mundo, son las mantarrayas gigantes quienes poseen el cerebro más grande, aunque se alimentan con algunos de los organismos más microscópicos del océano a través de un sistema de filtrado.
Es considerada una de las criaturas más imponentes y de los peces más gráciles que habitan en el océano; su fisonomía está formada por una cabeza ancha, grandes aletas, cuerpo esbelto y un largo aguijón que, si bien representa peligro para muchos, no posee veneno alguno; el animal puede llegar a pesar más de mil kilos y medir hasta 8 metros.
Si bien hay dos especies de mantas, es la oceánica gigante la que migra por aguas abiertas en cualquier parte del planeta Tierra. Su pariente vivo más cercano es el tiburón, sin embargo, las mantarrayas gigantes no tienen dientes. Su alimentación se basa en atrapar plancton usando unas hileras de pequeñas plantas que tiene en la boca para filtrar el agua mientras nada y cuya ingesta puede ser de hasta 30 kilos por día.
Es una especie longeva y de lenta reproducción. En algunos casos, ha habido registros de que puedan llegar a vivir hasta 50 años; suelen ser solitarias y reunirse únicamente en épocas de apareamiento y la gestación llega a durar hasta un año.
Su principal amenaza es la pesca incidental para comercialización y consumo del humano o para ser utilizada como medicina; también quedan atrapadas entre basura marina, se ven afectadas por la contaminación de plásticos y degradación de su hábitat.
A diferencia de otras especies de peces cartilaginosos, las mantarrayas gigantes han demostrado, en numerosas ocasiones, ser un poco más tolerantes a la presencia humana. Científicos y buceadores afirman que a menudo pueden ser vistas en los arrecifes, atolones e islas, a profundidades de hasta 30 metros.