El florecimiento y reconocimiento de Fabergé data de 1882, cuando el zar Alejandro III quedó prendado de la colección de piezas exhibidas por la casa joyera en la Exposición Pan-Rusa de ese año.
El zar Alejandro III dio la orden real a Peter Carl Fabergé para la elaboración de una muestra de alhajas y exponerla en el Museo Hermitage, con la finalidad de mostrarle al mundo la exquisita joyería rusa. Como resultado, los objetos expuestos se convirtieron en imprescindibles entre la élite de Europa.
Fue tal la aceptación de las joyas de Fabergé, que en 1885, el zar encargó a Fabergé un Huevo de Pascua para obsequiárselo a su esposa, la zarina María Feodorovna, mismo que provocó gran revuelo por su refinamiento, recibiendo la casa Fabergé el título de “Proveedor de la Corte de Su Majestad Imperial”.
Al año siguiente, 1886, el zar encomendó a Fabergé un segundo Huevo de Pascua, y a partir de ese momento la casa joyera emprendió la fabricación de los famosos Huevos de Pascua, con el detalle de que cada uno incluía en su interior una sorpresa.
En la actualidad, Fabergé es famosa por los 50 Huevos de Pascua elaborados, sin embargo, son una fracción de su creación artística. Con el paso del tiempo Fabergé convirtió los objetos cotidianos –desde pitilleras hasta relojes de sobremesa, pasando por marcos, animales tallados en piedra dura, flores, campanas y joyas– en verdaderas obras de arte, mediante sofisticadas técnicas de esmaltado –concibieron más de 145 nuevos tonos–, orfebrería y engaste de piedras; las creaciones producidas en sus talleres empezaron a ser buscadas por las cortes reales de Europa.
Incluso, los competidores de Fabergé de ese período, Cartier y Tiffany, fueron inspiradas en la casa rusa. Con la gran demanda, Peter Carl, heredero de la firma fundada por su padre, Gustav Fabergé en 1830, abrió diversos talleres en Rusia, donde cada maestro joyero le imprimió su toque personal a las creaciones, las cuales recibían al final el visto bueno de Gustav antes de ser entregadas.
La corte imperial rusa era famosa por proporcionar generosos obsequios Fabergé a sus dignatarios y visitantes extranjeros, una tradición que floreció durante el reinado del zar Nicolás II, reporta la casa de subastas Christie’s. Por ello, las piezas con el visto bueno imperial tienen procedencia diplomática, entre ellas pequeños objetos de joyería como broches, gemelos y alfileres decorados con símbolos imperiales, concedidas para conmemorar aniversarios, ofrendas diplomáticas y trofeos.
Hoy en día, la Colección Real Británica es una de las más grandes e importantes, y está compuesta con el intercambio de regalos de cumpleaños y Navidad entre las familias reales rusa, danesa y británica. Para conocer más fondo de estas joyas, en Rusia están el Museo Fabergé en San Petersburgo y la Armería del Kremlin, en Moscú.