Toda gran creación nace de una decisión valiente. En el universo del whisky, pocas son tan consistentes y trascendentes como la que tomó The Macallan en 1824: perfeccionar el arte del single malt sin comprometer la calidad… ni el futuro del planeta.
En las tierras altas de Speyside, Escocia, donde la neblina abraza los campos verdes y el río Spey dibuja su cauce con paciencia milenaria, se encuentra The Macallan Estate. Son 193 hectáreas donde el tiempo parece inmóvil y donde cada elemento –la madera, el agua, el suelo, la temperatura– se integra en un ciclo virtuoso de respeto, precisión y sostenibilidad. Allí, la elaboración de whisky es más que un oficio: es una forma de gratitud hacia la naturaleza que lo hace posible.
Esa relación sagrada entre arte y entorno ha tomado un nuevo rumbo. The Macallan ha reafirmado su compromiso de garantizar trazabilidad forestal, restauración ambiental y operaciones neutras en carbono para 2030, con una visión de cero emisiones netas globales para 2045.
Desde finales de 2021, la finca opera sobre una base neutral en carbono, un logro posible gracias a la combinación de energía renovable (99%), manejo responsable del suelo y compensación natural de carbono.
La electricidad que alimenta la destilería proviene de turbinas eólicas y biogás derivado de coproductos de la destilación, mientras que el vapor de biomasa, generado a menos de dos km del sitio, utiliza madera certificada por el Forest Stewardship Council (FSC). Hoy, más del 97% de su energía procede de fuentes renovables o no fósiles, respaldadas por un sistema inteligente de recuperación de calor y control de vapor que optimiza cada proceso sin alterar el delicado equilibrio ecológico del entorno.
El agua, elemento esencial en la alquimia del whisky, es extraída de pozos propios, tratada cuidadosamente y devuelta al río Spey –una Zona Especial de Conservación (ZEC) protegida por la Scottish Environment Protection Agency (SEPA)– en condiciones puras y sostenibles.
El ciclo continúa con la madera. Los robles españoles, franceses y estadounidenses destinados a las barricas son seleccionados con rigor y sometidos a un proceso artesanal que dura hasta cinco años, incluyendo un añejamiento con jerez de 18 meses antes de viajar a Escocia. Esa paciencia define el carácter y la complejidad aromática del whisky, pero también asegura un manejo forestal ético y responsable.
El horizonte inmediato es claro: reducir las emisiones en un 50% para 2030. Para lograrlo, los equipos de The Macallan trabajan en una hoja de ruta basada en innovación, alianzas estratégicas y ciencia aplicada, extendiendo su compromiso más allá del producto hacia toda la experiencia de marca.
Esa filosofía se refleja en proyectos como The Harmony Collection, elaborada con materiales reciclados e inspirada en la conexión entre naturaleza y creación, o en espacios sensoriales como The Macallan Gallery en Bogotá y la Pop-Up Store en São Paulo, que invitan al consumidor a reconectar con lo esencial.
Incluso la estética evoluciona hacia la sustentabilidad. La nueva imagen de las Timeless Collections –Double Cask, Sherry Oak y Colour Collection–, a través de bodegones fotográficos concebidos por el diseñador David Carson, celebra la transparencia material, la herencia arquitectónica escocesa y el diseño consciente.
En tiempos donde el lujo se redefine por su responsabilidad, The Macallan demuestra que el verdadero refinamiento no solo se mide en años de añejamiento, sino en la capacidad de una marca para honrar la tierra que le da origen.
Un whisky que no solo se bebe: se contempla, se respeta, se hereda.