Los espacios oscuros de la mente

El museo Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen (K21) de la ciudad de Dusseldorf, recientemente inauguró la exposición Eija-Liisa Ahtila. La exhibición propone una revisión de los trabajos más destacados realizados en las últimas décadas de producción de la artista.

Desde mediados de los noventa Eija-Liisa Ahtila (Finlandia, 1959), ha hibridado indistintamente el mundo del cine y del video. Sus video instalaciones han contribuido a la creación de narrativas que fragmentan la percepción espacio-temporal en el arte contemporáneo.

 La muestra reúne videos como Me / We, Okay, Gray (1993), If 6 Was 9 (1995-96), Consolation Service (1999), The Present (2001), The House (2002) pieza que pertenece a la colección del K21, y Where is Where? (2007-08).

 

 

 

 

El trabajo de Eija-Liisa Ahtila teje delgadas redes entre la ficción y el documento, la realidad y lo Real, la psicología y lo teatral, la espacialidad y la conciencia, el texto y la voz. Una cosa es segura: la ambigüedad es una constante en la obra de Ahtila. Las estrategias de fragmentación temporal y simultaneidad espacial de su obra, hacen que nuestra percepción se convierta en un agente activo, en un descifrador.

Ahtila provoca nuestro entendimiento de la realidad, lo reta, juega con él. Nos presenta realidades fantásticas con las que de una u otra manera nos identificamos. Por ejemplo, The House, la historia de una mujer que atraviesa por episodios de psicosis, nos obliga a preguntarnos por los ambiguos límites de la locura y la cordura. Su narrativa es documental hasta cierto punto, porque se basa en investigaciones y entrevistas con mujeres que han padecido episodios psicóticos.

En una suerte de acto mimético con la percepción psicótica, Ahtila, recurre a la ficción como una estrategia de representación para aludir a esa extraña y tergiversada realidad de la que emergen sus personajes. Somos testigos activos de ese perpetuo estado de desorientación psíquica que se traduce en una alteración de la realidad y en la desintegración del aparato lógico con el que nos representarnos el mundo. “

 

 

 

 

I think the living room of my house is breaking down”, dice Elisa, la protagonista, y continua “It can’t keep things out anymore, can’t preserve its own space. My garden is coming into my living room.” Súbitamente surge una renegociación de lo que entendemos por realidad.

 Emerge un aspecto oscuro de las cosas para exponernos nuestra propia extranjería. Emerge lo Real, aquello que Lacan, sin más herramientas que el lenguaje, denominó: lo imposible. Las imágenes de Ahtila nos revelan el lado equívoco del mundo, su vestimenta falsaria. Pero tan pronto advertimos el vértigo incontrolable que implica renegociar nuestra capacidad de interpretación del mundo, la imagen viene a conjurar el daño.

A ponernos a salvo. Pensamos aliviados que se trata de la realidad intransferible de alguien más. Que no somos nosotros, que nunca hemos sido nosotros los que hemos dudado del estatuto ontológico de la realidad. Pero el peligro ha sido indicado.

 

 

Ahtila ha tocado delicadamente una de las llagas de la imagen y lo real. Cito brevemente a Clément Rosset en su libro Lo real. Tratado de la idiotez: “La imagen sirve aquí para recusar lo real, para alejarlo. Esta función es eficaz generalmente en las situaciones de urgencia, es decir, cuando uno se halla enfrentado a una realidad que, bajo pena de una grave crisis debe ser evacuada de inmediato, desplazada de cualquier modo.

La brutalidad del acontecimiento es entonces amortiguada por el espectáculo de su interpretación.” Lo real desaparece al momento de su representación. La representación siempre viene tardíamente.

The House, junto con otros cuatro videos, pertenece a un conjunto de obra que se llama The Present. Los cinco videos retratan -en conjunto y a modo de ficción- las experiencias que documentó Ahtila en entrevistas con mujeres psicóticas.

 

 

 

Y es otra obra, Scenographer’s Mind (2002) –que consiste en una serie de 18 fotografías de mediano y gran formato- la que arroja luces sobre los procesos de construcción de la imagen como equivalente a los procesos de construcción del sentido.

Esta obra constantemente hace referencia a The House y podríamos pensar que funciona como su remanente. Pero en este caso la imagen fija, a diferencia de la imagen en movimiento del video, explora delicadamente la importancia del espacio en la creación de una conciencia y en el mejor de los casos, en la creación de un sentido.

 En la obra de Eija-Liisa Ahtila, el espacio funciona como un reflejo del mundo interior de los personajes: un espejeo de la conciencia. En su obra, las realidades fantásticas, nos sumergen en los estados existenciales de sus personajes por medio de modificaciones a la percepción temporal y espacial. Y es mediante estas percepciones-reflejo que Eija-Liisa toca situaciones límite en la vida, como son el apego, la separación y el duelo, el penoso proceso de crecer, el encuentro con la muerte, el encuentro con el otro y sobre todo el encuentro con uno mismo y los oscuros rincones de la mente.      

 

 

 

 

Texto: Anarela Vargas ± Foto: Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen / Nauska*.