Es extensa e importante la lista de artistas extranjeros que han llegado a México a estudiar, a perfeccionar sus técnicas, a ampliar y aplicar sus conocimientos. En ocasiones, algunos de ellos fueron llevados por el destino a habitar de manera permanente en el país. Es decir, México atrajo la atención y la presencia de los artistas debido, entre otros factores, a las escuelas, las costumbres, el clima, las mayores posibilidades de desarrollo económico —en relación con otros países de América Latina durante el siglo XX—. Son éstos los principales factores por los cuales diferentes ciudades recibieron el beneficio de la influencia y el talento de creadores de diversas latitudes del planeta.

Por supuesto que hay un aspecto que no podemos dejar de mencionar, y es que muchos vinieron y se quedaron porque creyeron que era importante la cercanía geográfica con Estados Unidos de América. Si bien esta idea puede ser verdadera, de que desde aquí es más fácil conquistar ese mercado, hay cierta falsedad en ella, hay un espejismo en la mayoría de las ocasiones. No es el caso de los maestros que a continuación menciono, en su momento más bien fueron conquistados por sus propios hallazgos en el país o se localizaron a suficiente distancia de dictaduras, viviendo su exilio desde otra perspectiva.

 

 

Recordemos a los huérfanos que llegaron de la Guerra Civil española, que fueron conocidos como “los niños de Morelia”, ciudad en la que se localizara su residencia. Entre éstos se formaron talentos en diversas disciplinas artísticas y uno de ellos es Julián Martínez, artífice de más de una centena de esculturas urbanas para casi todas las capitales y muchos municipios del país. Destaca el monumento al general Emiliano Zapata, a la entrada del Paseo Tollocan, camino a Toluca, en el Estado de México. Es una de las obras ecuestres más grandes de nuestro continente, en términos de proporción y belleza. O pensemos en Remedios Varo, que habiendo nacido en Cataluña, España, en 1913, vino a vivir a México, donde habitó desde 1942 hasta el día de su muerte, en 1963. Esta artista enriqueció el acervo nacional, desde su perspectiva pictórica del llamado “surrealismo”, lográndolo de manera singular. Parte importante de sus trabajos se albergan en el Museo de Arte Moderno, en la Ciudad de México.

A principios de los años veinte llegó al país, con su madre, Jean Charlot, quien fue acogido por el pintor Alfredo Ramos Martínez, que tiempo atrás fue director de la Academia de San Carlos. Al poco tiempo compartiría su experiencia en la Escuela al Aire Libre de Coyoacán, en ese entonces dirigida por Fernando Leal, uno de los más importantes fundadores del muralismo. Su paso por México quedó plasmado en el mural de la Escuela Nacional Preparatoria —hoy Museo de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la capital del país—, que lleva por título Masacre en el Templo Mayor, y que sirviera como experimentación técnica para la recuperación del uso del fresco. Charlot murió en Hawai en 1979.

 

 

Otro caso por destacar es el del pintor Pablo O’ Higgins, nacido en Utah, Estados Unidos, en 1904. En 1923 vino a “conocer más a sus vecinos”, como él decía. Vivió durante un tiempo en las casas de los mineros en el Estado de Durango, donde se sensibilizó sobre la problemática social. En esa década se incorporó como ayudante de Diego Rivera, logro que obtuvo por su facilidad con el idioma español y su habilidad pictórica. En poco tiempo esto le dio la libertad para ejecutar sus propios murales y obras de caballete, como los realizados en los Talleres Gráficos de la Nación.

Artistas que marcaron honda huella fueron: Carlos Mérida (Guatemala 1891-1984), Francisco Zúñiga (Costa Rica 1913-2000) y Matías Goeritz (Danzig, Alemania 1915-1990), quienes de manera indiscutible forman parte importante de la historia del arte universal.

 

 

¿Qué decir de los estudios que hiciera Mérida acerca del folclore y las costumbres étnicas de los diferentes grupos sociales que conforman México?, sin olvidar sus obras geométricas con un tratamiento del color que sólo él lograba y a su vez pionero del arte de vanguardia. Es innumerable la cantidad de trabajos realizados por este artista y que hoy están en instituciones públicas y privadas, además de los que conservan sus coleccionistas. Desafortunadamente, parte de sus obras públicas quedaron sepultadas por el sismo de 1985 en lo que fueran los edificios multifamiliares Juárez, a pesar de ello podemos contemplar en la UNAM, sobre Insurgentes, su último mural trabajado en mosaicos blancos y azules, como parte del Centro Cultural Universitario.

En el caso de Zúñiga, rescató y recuperó, con maestría, valores del orgullo indígena, sobre todo de la región del Istmo de Tehuantepec, la fuerza de las tehuanas, conformándoles un rostro de dignidad. Trató la pobreza desde la riqueza que emana del ser humano y no de su condición económica, lo que lo llevó a ser reconocido como maestro de la escultura contemporánea hispanoamericana, lo cual se comprueba en numerosas obras suyas, pero especialmente queremos destacar aquí las fuentes de la primera sección en Chapultepec, Física nuclear y Muchachas corriendo, terminadas en 1964.

 

 

Mathías Goeritz es punto y aparte, representa un parteaguas de la escultórica contemporánea. En 1957 este artista y el arquitecto Luis Barragán instalaron las conocidas Torres de Satélite, poderosas estructuras forradas de concreto que señalan la entrada norte de la Ciudad de México. Además, en 1968 fue el coordinador responsable de las esculturas realizadas por escultores de varios países para conmemorar los XIX Juegos Olímpicos de México (“Ruta de la Amistad”, conformada por 22 estaciones, en el bulevar Adolfo López Mateos, Periférico sur).

En cuanto a artistas que han vivido aquí durante periodos importantes de su formación y que gozan de fama internacional podemos mencionar a los colombianos Rodrigo Arenas Betancourt (1919), Omar Rayo (1928) y al reconocido Fernando Botero (1932). Este último vivió en México durante los años cincuenta, cuando era un joven estudiante e inquieto pintor.

 

 

También el reconocido Oswaldo Sagástegui, nacido en Llata, Huánuco, Perú, quien además de ser pintor por más de 25 años fue el caricaturista editorial y de la sección de política del periódico Excélsior, lo que le valiera ser reconocido con el Premio Nacional de Periodismo. Hoy podemos seguir admirando sus obras.

Es innegable la influencia que ha ejercido la genial inglesa Leonora Carrington (1917), clave en el desarrollo del movimiento surrealista en México, así como también el canadiense Arnold Belkin (1930- 1992), que vivió en México desde 1948 y dejó una parte importante de sus murales en la Universidad Autónoma Metropolitana. Sería prácticamente imposible enumerar uno por uno a los artistas que han habitado nuestra tierra desde la época del México independiente hasta nuestros días, baste para justificar estas palabras la mención de estos grandes creadores.

 

 

Sirva también este espacio para remembrar a uno de los críticos e investigadores más importantes de habla hispana, el maestro Juan Acha (Perú 1916 - 1995). Vivió una parte importante de su existencia en nuestro país, dejando más de una veintena de libros acerca del arte —verdaderos tratados sociológicos y estéticos—, además de cientos de ensayos sobre el trabajo de los artistas en las publicaciones de sus catálogos. Maestro universitario hasta el último de sus días, este prolífico intelectual dejó de existir hace diez años.

 

 

Texto: Miguel Peraza ± Foto: Archivo