La calidad artística de Lucifer tiene una larga historia, su triunfal y reciente carrera por las carteleras cinematográficas es cosa nimia frente a sus éxitos musicales para siempre.
La moda tiene caprichos de vedette pero es además tan veleidosa y contradictoria como corista joven, guapa y en cartelera. Y sucede que el diablo está de moda. Es tema de películas y novelas sensacionales. Aunque la verdad sea dicha, el demonio y todos sus ensalmos siempre han sido fuente inagotable de inspiración en todas las artes. Pocos recuerdan, por ejemplo, que en el fascinante mundo de la música, lo diabólico nunca ha dejado de estar presente y es difícil pensar que alguna vez vaya a desaparecer de los repertorios. Comentar la presencia demoniaca a través de la música es descubrir un género prácticamente inagotable, en todo su esplendor. Hablemos pues, de algunas de las obras que incluyen a Lucifer o que se refieren a él.
Giuseppe Tartini fue un gran violinista, maestro y compositor. Escribió por lo menos 150 sonatas, 50 tríos y posiblemente 200 conciertos. Empero, su obra maestra es la sonata El trino del Diablo. Se cree que Tartini la escribió en 1713, al refugiarse en el Monasterio de San Francisco de Asís. En palabras del propio Tartini conocemos la extraordinaria experiencia de su creación: “Soñé una noche que hice un pacto con el diablo. A cambio de mi alma, el diablo juró estar siempre a mi lado cuando lo necesitase. Adivinaría cada uno de mis pensamientos. Como ocurrencia le di, en sueños, mi violín para ver qué clase de músico era. Para mi asombro, la música que hizo fue exquisita con una maestría y belleza tan inconmensurables que no me pude mover durante la ejecución. Se me detuvo el pulso, me quedé sin aliento y desperté. Tomé mi violín, empecé a tocar de inmediato tratando de recordar lo que había escuchado en sueños. Casi con fiebre escribí para no olvidar nada de aquella música inefable. Es lo mejor que he hecho, aunque no se puede comparar con lo que tocó el demonio en mi sueño. El mejor intérprete de esta Sonata ha sido un ser que no aparece nunca en las salas de concierto”. Sea o no el diablo quien estuvo de por medio, la verdad es que la Sonata tiene fines didácticos, por los trinos que desarrollan el uso de la mano izquierda. Además, ¡La obra es divertidísima!
Por otra parte, la música rusa siempre se ha señalado por aprovechar las ricas fuentes folklóricas que se trasmiten de generación en generación. Podemos imaginar a los abuelos reunidos con sus nietos alrededor del fuego, narrando maravillosas hazañas, mientras el invierno ruge más allá de la ventana. Modeste Moussorgsky, el gran compositor, se inspiró en una obra de Gogol, Noches en las granjas de Dekanka, para escribir una ópera cómica en la que el diablo aparece en dos escenas; aunque aquí interviene para que una joven pareja de campesinos pueda casarse y ser feliz. Lo logra bajo la efigie de un puerco que, cuando se asoma por la ventana, asusta a los villanos y divierte a los héroes. La música de Moussorgsky es alegre y contagiosa, llega a su clímax en el famoso Interludio Noche en la árida montaña, que conmemora un festín de brujas hasta el momento en que la campana de una iglesia aleja todas las visiones de maldad. Moussorgsky no vivió para terminar la ópera; sin embargo, como siempre le sucedió, otros se encargaron de hacerlo. Shebalin recopiló las ideas y pulió la presentación, dejándonos algo que bien vale la pena: La Feria de Sorochintsy (1911).
Otro ruso endemoniado fue Anton Rubinstein. En 1875 estrenó su ópera El Demonio en San Petersburgo. El argumento narra las maldades de Lucifer para poseer a Tamara. Primero provoca a los Tártaros para que maten al prometido de la joven, después la sigue hasta un convento en donde le ocasiona la muerte con su primer beso. Los ángeles se encargan del engendro infernal y acaban por llevarse a la bella Tamara a un lugar más tranquilo: el cielo. Fue esta la primera ópera rusa que conoció la ciudad de Londres en su idioma original. La obra de Rubinstein es muy melodiosa y el absurdo argumento no deja de tener una buena dosis de entretenimiento. Pero, aún cuando existen dos grabaciones excelentes, ha caído en el olvido.
Lleguemos a Francia. Charles Gounod es autor de la ópera diabólica más famosa: Fausto, estrenada en 1895 y basada en la obra de Goethe. Fausto es un viejo filósofo que cambia su alma por el poder y la juventud. “Aquí tú serás mi dueño…pero allá abajo…allá abajo”, le dice Mefistófeles, la encarnación del mal. Se le considera la ópera francesa por excelencia, todo se combina en ella para divertirnos. Los personajes son interesantes, el argumento se desenvuelve con emotividad… Hay una portentosa festividad de brujas y deidades en la famosa Noche de Walpurgis que Gounod realizó en un ballet de extraordinaria efectividad. Fausto, sin ser villano es un egoísta; se condena cuando muere su amada Margarita y es transportada al cielo. Mefistófeles es el típico caballero negro, lleno de maldad, aunque divertidísimo: sabe vivir bien, le gusta bromear… No es un diablo que asuste, al contrario...
DISCOGRAFÍA
± Sonata “El Trino del Diablo”
(Tartini)-Oistrakh, Bauer (Melodiya/EMI).
± La Feria deSorochintsy (Moussorgsky)
Producción del Teatro Musical Stanislavski y Nemirovitch-Danchenko, Vladimir Yesipov, Director
(Melodiya/Harmonia Mundi).
± El Demonio (Rubinstein)
Producción del Teatro Bolshoi de Moscú, Alexei Ivanov, Ivan Kozlovsky, Alexander Melik-Pashaev, Director) (Melodiya/Harmonia Mundi).
± Fausto (Gounod)
Producción del Metropolitan Opera, Steber, Siepi, Conley, Fausto Cleva, Director) (Sony).
± La Condenación de Fausto (Berlioz)
Kasarova, Groves, White Staatskapelle, Berlin, Orfeón Dionastiarra, Sylvan cambreling, Director (Arthaus Musik DVD).
± Mefistófeles (Boito) Tebaldi,
Del Monaco, Siepi, Academia de Santa Cecilia,Serafin (Decca).
Texto: Ricardo Rondón ± Foto: F. Axel Carranza