Si reconocemos que el objetivo final del arte es mostrar los tejidos internos del alma, reconoceremos también la importancia de compartir sensibilidad, belleza, historia y conocimiento.

Los distintos grados de cultura le permiten a la sociedad mayor o menor movilidad a la solución de sus problemas; en ella se localizan las alternativas de transformación que permiten un mejor bienestar, es decir, un mejor vivir.

Gracias a los coleccionistas se pueden recuperar los fragmentos de la historia; los coleccionistas cumplen con una gran función que es la de preservar lo creado por la humanidad, exhibirlo y legarlo para las nuevas generaciones, además de cerrar el círculo de la compra-venta en el mercado de arte.

¿Cuánto tiempo y espacio dedica un coleccionista para reunir los objetos que son de su predilección?

Se sabe que desde la Grecia antigua existían coleccionistas que motivados por el interés por hacer públicos sus tesoros, considerados por ellos tan valiosos, convirtieron los lugares de exposición en los primeros museos conocidos. Esto nos hace comprender que el coleccionismo de arte viene de tiempos remotos y forma parte íntegra de la cultura humana desde que ésta existe como tal.

 

 

El arte es la expresión de los más profundos sentimientos de la manera más sencilla. Albert Einstein

 

Todos de alguna forma coleccionamos algo, desde ideas hasta objetos, que consideramos valiosos para cada uno de nosotros e incluso para la humanidad como ente colectivo cultural.

Por éstas y otras razones el hombre ha aprendido a acumular objetos que lo acompañan o que le explican cosas, todos tenemos alguna manera de hacerlo, coleccionamos desde pequeños; pensemos un momento en nuestros recuerdos y seguramente aparecerán las imágenes de juguetes, historietas, libros o la loza que usábamos en casa. Es así que en el mundo podemos encontrar un abanico enorme de colecciones y coleccionistas, hasta donde llegue la imaginación, a lo largo de la historia. Sin embargo, las colecciones de arte y sobre todo las públicas son de invaluable importancia, son del mismo estrato que una biblioteca, una catedral, en el sentido de cátedra–enseñanza, un bosque o un océano, pues de éstas se alimenta el espíritu.

Las colecciones de arte público están permanentemente ligadas a la opinión, tanto de legos como de expertos, pero lo que nunca debe de olvidarse es la belleza que les da sentido social y que permite compartir lo coleccionado y exponerlo a la vista de todos, bajo los riegos que implica la exposición pública.

¿Cuál hubiera sido el fin para muchas obras de arte, sin la existencia de los coleccionistas? Las colecciones han sido a lo largo de los años, el refugio del arte para la humanidad, y la verdadera responsabilidad social que conllevan las colecciones de este tipo, no es sino el compromiso real con la comunidad a la que se pertenece.

 

El legado

México es hoy la casa de un nuevo recinto cultural; el Museo Soumaya, institución con más de 16 años de existencia en Plaza Loreto, ha ido incrementando su acervo de manera tal, que requería de un nuevo espacio para exhibirlo apropiadamente. Con un proyecto que comenzó a construir en 2008, la Fundación Carlos Slim optó por erigir un nuevo museo, que además de ser una gran obra arquitectónica y un icono emblemático para el país, resguardara lo más importante: así como en el ser humano lo más valioso es lo que habita en su interior, la que ha sido llamada la colección de colecciones, con obras y objetos de periodos histórico culturales que abarcan desde el arte mesoamericano, pasando por los grandes maestros europeos de la escuela española como el Greco, el Españoleto, Zurbarán, Murillo; flamenca con artistas como Rubens, Hals, van Dyck; italiana con representantes como un taller de Leonardo da Vinci, el Tintoretto, Tiziano; alemana con Cranach, Martinus; el arte virreinal, los retratistas mexicanos del siglo XIX como Clavé, Gutiérrez, Bustos; los paisajistas mexicanos y europeos como Egerton, Chapman, Landesio, Löhr, Velasco; el Impresionismo con Manet, Monet, Degas, Pissarro, Renoir; las primeras vanguardias con van Gogh, Modigliani, Cézanne, Toulouse-Lautrec; el arte mexicano del siglo XX, con Rivera, Alfaro Siqueiros, Orozco, Soriano, Toledo; la Era de Rodin, con la colección más extensa de Rodin fuera de Francia; los objetos de las más variadas y distintas épocas, incluyendo la colección de monedas como el acervo de Licio Lagos, los marfiles, arte plumario y enconchados, y la colección de Ernesto Richheimer, el Señor de las Cucharas.

 

 

La Ciudad de México concentra importantes colecciones de arte; con los 152 museos que alberga, es una de las 6 ciudades con más museos en el mundo, sólo aventajada por Moscú, San Petersburgo, Londres, París y muy al parejo con Nueva York; museos que presentan colecciones que van desde el mundo precolombino hasta producciones actuales de los artistas contemporáneos; sin embargo son muy pocas las que contienen pintura y escultura europeas de los últimos cinco siglos, expuestas al público y que tengan la importancia o los valores estéticos que conmueven las emociones y que provocan a moverse por el mundo, con el afán de disfrutarlas en donde quiera que se encuentren. Ésta es una razón que diferencia al Museo Soumaya de otros.

El Museo Soumaya en Plaza Carso ubicado en la zona del Nuevo Polanco es un edificio con una estructura de acero recubierta de miles de hexágonos que entrelazados nos recuerdan una cota de malla o una colmena.

Su forma nos remite a innumerables interpretaciones que la consideran entre otras cosas como un cubo alargado por la torsión. Se trata de una hermosa geometría caprichosa, un ovoide que se expande como red hacia la tierra y hacia el espacio abierto, partiendo de un centro gravitatorio, logrando así estiramientos fantásticos a partir de este centro que gira suavemente creando enormes secciones curvilíneas que se fijan al suelo y a la vez pareciera que flotan por el aire, sin pensar en la cantidad de toneladas de acero que envueltas por estos hexágonos confinan la estructura, elevándose a poco más de 50 metros, por medio de una rampa en espiral ascendente que remata con una bóveda también conformada por una poderosa nervadura, que permite el paso de la luz natural y al mismo tiempo permite que no existan columnas de pared a pared, dejando un franco claro de 1800 m2 en la 6a planta, y con columnas intermedias para cada una de las cinco plantas restantes.

Está construido en una zona que no hace mucho tiempo fuera más de corte industrial que residencial, transformando la zona con la llegada de este nuevo recinto cultural.

Hoy en día esta edificación exhibe una selección de cerca de 6 mil piezas, de las 16 diferentes colecciones que conforman el acervo del Museo Soumaya y que generosamente se comparten.

Se trata además de un museo que es de tres paredes, es decir, que se encuentra abierto y no cerrado, ya que cuenta con programas que hacen más accesibles sus colecciones; la Fundación Carlos Slim desde el año 2000 ha realizado exposiciones itinerantes que han viajado por todo el mundo, con gran énfasis en los países de América Latina, en latitudes como Argentina, Perú, El Salvador o Panamá, por citar algunos, aunque también han estado en el Smithsonian en EE.UU., en España, en Japón y en otros países de Asia; en México ha presentado exposiciones en prácticamente todos los estados de la República. El Museo Soumaya realiza 45 exposiciones itinerantes anuales.

Visto desde este punto de vista, el Soumaya más que una colección privada, es una institución cultural con la misión de mejorar las condiciones actuales de nuestro propio entorno, con un énfasis en la creación de una realidad diferente para Latinoamérica, al compartir esta colección con toda la población.

La Ciudad de México es una urbe de grandes contrastes, de retos, de cultura, de un tráfico vehicular singular, de una población que se cuenta por decenas de millones, barrios pintorescos, rascacielos, históricas avenidas, actividades económicas, políticas y sociales de diversidad incontable; ciudad desafiante en diferentes aspectos, de manifestaciones públicas de todo género. Es en el sentido más coloquial, una ciudad que nunca duerme, o en perpetuo movimiento.

 

 

Considerado el primer gran genio de la Escuela Española, nos muestra el esmerado trabajo en las manos que dirige la atención hacia el protagonista central de la historia, así como un estupendo concierto de pinceladas flamígeras con los tres colores primarios.

 

Con un museo como el Soumaya, se reafirma la vocación del matrimonio Slim-Domit, al tiempo que se tienden puentes de comunicación formando una red que permite componer un nuevo tejido social, en el que todos los entramados comunitarios se encuentran y conviven. El interés y la sed del público por estar en contacto con estas obras de arte, nos unifican y nos muestran que el arte es como una máquina del tiempo, que fácilmente nos transporta y nos remite a otras épocas, otros mundos y otras maneras de vivir la existencia. Nos hace reflexionar sobre nuestro origen, nuestras raíces y el rumbo que le daremos a las nuevas civilizaciones.

Es imposible hoy en día no ligar, por ejemplo, la pintura rupestre con el arte actual, aunque resulte un ejercicio increíble, están tan cercanos uno del otro, primero porque todo arte vive en el presente, y segundo porque gracias a las nuevas tecnologías y a la manera de la presentación contemporánea de los museos actuales, parece que entre los objetos no han transcurrido siglos de historia.

Pareciera que la misión del Museo Soumaya es la de darle a la humanidad el tiempo y la dedicación que tiene cada obra a lo largo de su historia, conservarla y compartirla, para que todos los que lo deseen la puedan disfrutar. Hay que darse el tiempo de conocerlo y de vivirlo; nos da la oportunidad de abrir canales de comunicación que nos permiten llegar directamente a la obra misma, sin marcos que la constriñan. Una obra de arte es entonces como un perfecto psicoanalista, que le permite al individuo explorar su propia trascendencia; además el contacto directo con el arte nos impulsa a volvernos más sensibles y por lo tanto, más conscientes de las necesidades de otros, más tolerantes y respetuosos de la pluralidad que caracteriza a nuestra civilización.

De ahí la importancia de un legado del tamaño del Museo Soumaya.

Un legado nos deja el compromiso de ser el futuro de la sociedad; un futuro con un enorme pasado, respecto al cual estamos y estaremos siempre en deuda. En palabras de Umberto Eco, no se trata “de ser el contemporáneo de su propio éxito, sino de lanzar esa botella al mar esperando que alguien, indefinido e indefinible, sea capaz de encontrar algún día la belleza que el hombre del pasado encontró en las palabras o en las imágenes”.

Ése es quizá el mayor legado que pudo dejarnos este museo: echar esa botella al mar y esperar que quienes la hemos encontrado, la aprovechemos y la transmitamos.

“Tenemos que encontrar la manera de hacer que todas las cosas fundamentales y deseables, sean universalmente accesibles.”

Ing. Carlos Slim Helú

 

Ésta es una de las primeras maquetas para la fachada de la Ópera de París; aparece aquí Eros, este niño cuya mirada es francamente maliciosa. El amor que agita el corazón de los hombres, lo mueve y lo trastoca, el amor que se escapa; una alegoría del poeta inspirado, en la locura.

 

 

Eros se clavó accidentalmente una de sus flechas de oro y quedó enamorado de la bella y mortal Psique, a quien desposa pero no le permite conocerlo, por lo que sus encuentros sólo podrán darse cobijados con el manto de la noche; Psique se atrevió a mirarlo mientras dormía y al inclinarse a besarlo, una gota incandescente de su lámpara le quemó un ala a Eros, y se rompió el pacto. Muchas pruebas tendrá que pasar la bella Psique para que Zeus permitiera su unión y el matrimonio perfecto entre mente y amor por fin pudiera darse.

 

 

 

 

Recorriendo el Soumaya

 

 

Con su innovadora y sugerente arquitectura, el Museo Soumaya nos invita a encontrarnos con un universo de tonos, texturas y volúmenes, inimaginables en cualquier otro punto de nuestra geografía; nada más cruzar el umbral, nos recibe un amplio vestíbulo que nos llena los ojos de arte, sea cual fuere la dirección en la que miremos, un avance monumental de lo que habrá más allá: dentro del plexo, un sentimiento sólo comparado al del niño que entra en la dulcería o al del melómano en la sala de conciertos, justo en el momento en el que el director levanta la batuta.

Una escultura, volúmenes que resaltan y la atención inmediatamente se centra en el imponente bronce de El Pensador, versión agrandada como la que se encuentra en el Museo Rodin de París; de cerca, los detalles de cada parte de su cuerpo nos llevan a sus íntimas motivaciones, sus reflexiones; de lejos, su anatomía imposible armoniza el todo con sus partes, y nos crea una estética que abandona la uniformidad para instalarse en la belleza de su deformidad. El saberse tan cerca de una pieza tan especial, tenerla ahí, al alcance de la mano, y poderla contemplar sin prisas y desde todos los ángulos imaginables, vale por sí mismo la visita al museo. A sólo unos pasos nos encontramos con La Pietá, bronce de la escultura en mármol de Miguel Ángel Buonarroti, obra con un margen de error del 0.01% sobre el original. Intimismo y soledad, la obra es en sí misma la abstracción del dolor y la conciencia de la muerte, al mismo tiempo que muestra el sacrificio supremo y el amor más sublime.

 

 

Por otro lado, con esa vocación característica del Museo Soumaya de invitarnos a presenciar un diálogo entre la obra plástica de distintos orígenes, escuelas y técnicas, en la parte baja podemos apreciar el último mural realizado por Diego Rivera, una pieza de mosaico con el tema del Río Juchitán, en la que podemos distinguir un frente y un detrás, lo que le da una vida especial a la obra; en la parte superior tenemos la oportunidad de contemplar un mural de Rufino Tamayo, Naturaleza muerta: los colores de nuestra bandera: el verde, el blanco y el rojo en las sandías con las semillas buscando que todos los mexicanos trabajen por un mismo fin y en medio las botellas de vino y las ciruelas que son frutos que no son oriundos de América y representan ese mosaico cultural del que somos parte como mexicanos ante una gran mesa nacional.

 

 

 

 

Sala 1

Entre los mundos: oro y plata 

Monedas mexicanas de oro y  plata, billetes y marfiles.

Ascendemos por la rampa en espiral a la siguiente planta, para descubrir la colección más importante de medallas, monedas virreinales, republicanas y del Segundo Imperio Mexicano, billetes antiguos de América, y la colección de marfiles; la colección numismática que tenemos ante nuestros ojos, nos brinda un panorama histórico muy detallado de las distintas etapas de las afamadas casas de moneda mexicanas, completado con fotografías, pruebas y papel moneda de finales del siglo XIX y principios del XX.

En esta misma sala tenemos también una cautivadora colección de marfil; el marfil para el siglo XVII ya había pasado de moda en Europa, pero en América, con la llegada desde China y Filipinas de imágenes talladas de marfil de santos, cristos y vírgenes, se revaloró este material. El tallado de marfil proveniente de las colonias asiáticas de España y Portugal se ha denominado como estilo iberoriental  y está dividido en dos: el hispanofilipino y el indoportugués, realizados en China o en Manila el primero, y el segundo en la India y África; un mundo global comunicado a través de textiles. Mención aparte se merece la colección de Ernesto Richheimer, el Señor de las Cucharas, por medio de la cual nos acercamos a los distintos diseños, usos y rituales que han acompañado a estos indispensables instrumentos en el desarrollo cultural de la humanidad. Una pieza más, es la custodia del Virreinato de Nueva Granada, hoy Colombia, con incrustaciones de perlas, diamantes, amatistas y esmeraldas de gran exquisitez, llama la atención. También encontraremos los llamados incunables americanos. Libros en primeras ediciones cuya palabra es puente entre indígenas y conquistadores.

 

 

 

Sala 2

El hombre y sus objetos 

Retrato mexicano del siglo XIX y artes aplicadas.

Seguimos ascendiendo por esta promenade en espiral y entramos a la sala dedicada al retrato mexicano del siglo XIX; la práctica de este género tomó tres rumbos principales en nuestro país durante los siglos XVIII y XIX: el de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, con la llegada del pintor catalán Pelegrín Clavé desde entonces su director, y que continuaran otros como Felipe Santiago Gutiérrez. El segundo rumbo fue el de las principales academias de provincia con pintores como José María Estrada y José Agustín Arrieta, entre otros. Y por último, los retratos populares de artistas que aprendieron de forma autodidacta, auténticos e intuitivos, como los cuadros de Hermenegildo Bustos y otros autores. Conviven con pinturas de castas que hablan del mosaico cultural de nuestro país y ceras de tipos populares del siglo XIX, de extraordinaria factura.

 

 

 

 

 

Nos encontramos también con piezas de artes aplicadas, como muebles, mesas, gabinetes, marquetería, marfil, concha nácar, madera de carey, cajas e instrumentos de música.

Con estos objetos podemos darnos una idea del modo de vida que se estilaba en distintas épocas; la colección incluye vestidos de 1800 a 1910, y resalta la dificultad que representaba para las damas de sociedad, incrustarse dentro de los ceñidos talles, las fajas y los corsés de la época; muestrario inconcebible de muebles y accesorios que dan mayor variedad a la interpretación de las eras, que también relucieron por la vida privada y los objetos que las vistieron.

 

 

 

 

 

Sala 3 

Antiguos Maestros 

Europeos y Novohispanos.

Avanzamos hacia arriba y nos adentramos a la sala dedicada a los Antiguos Maestros Europeos y Novohispanos, en la que nos recibe el biombo de Las cuatro partes del mundo del artista Juan Correa. Imágenes de la Virgen María: la Virgen de Guadalupe y la Dolorosa. Más allá dos geniales cuadros de Jacopo Robusti, mejor conocido como el Tintoretto, una de las más grandes influencias de Doménikos Theotokópoulos, el Greco, de quien podemos admirar La Sagrada Familia con María Magdalena y plato de frutas, Las Lágrimas de San Pedro y Cristo en la cruz en un paisaje con jinetes, entre otras obras; en ésta última podemos ver como el Greco acompaña a la crucifixión de Jesús con el color de las nubes, las que a medida que se van acercando a su espalda se van oscureciendo cada vez más, dando cuenta de la espiritualidad de su autor.

 

 

 

 

 

 

El fervor y misticismo que alongaron sus figuras hacia un plano superior fueron constantes en las obras del Greco, junto con la femineidad que emana de las manos de sus personajes. En contraste, las obras de Brueghel por ejemplo, que tocan el mismo tema, no centran su atención en el crucificado, sino que ilustran una variedad de temas cotidianos. Resaltan las obras de José de Ribera, el Españoleto, que caracteriza a sus personajes por la vestimenta sencilla y hasta humilde que aparece en sus pinturas, como en San Pedro en penitencia, a diferencia de los ricos atavíos que utiliza el Greco. Poderse acercar a distinguir el craquelado de la pintura sobre el lienzo, nos concede el placer de distinguir las pinceladas y los toques que cada maestro le imprimió a su obra.

En el caso de Inmaculada Concepción de Bartolomé Esteban Murillo, resaltan los rostros angelicales que refuerzan las intenciones de la doctrina de la Contrarreforma de apelar con dulzura a la devoción popular, destacando su vestimenta blanca que simboliza la pureza de la Virgen María sin la mancha del pecado original, y su túnica azul, que simboliza realeza y la presencia del Espíritu Santo. Más adelante nos encontramos más obras de la escuela española, italiana y flamenca, entre ellos mención aparte se merecen las obras de Peter Paul Rubens, Van Dyck y Hals, entre otros.

En analogía, los Antiguos Maestros Novohispanos reinterpretaron el modelo europeo con la sensibilidad americana. Cabrera y un biombo con Meleagro y Atalanta, José Juárez y su San Agustín, que mira con fervor al Francisco de Zurbarán.

Estofados guatemaltecos, enconchados y arte plumario completan un recorrido por cuatro siglos de creaciones artísticas, en las que asombra un espejo de obsidiana de tradición mexica, pintado en el siglo XVI con una Oración en el huerto de Getsemaní.

 

 

 

Sala 4

Naturaleza y pinceles del Impresionismo a las Vanguardias. 

Paisaje mexicano y europeo del siglo XIX. 

La espiral ascendente nos lleva a la siguiente sala, que nos presenta una variada colección con los paisajes como eje temático; por un lado tenemos marinas y también tenemos obras sobre vistas mexicanas de Conrad Wise Chapman, August Löhr, Eugenio Landesio, Luis Coto y Maldonado y las obras de José María Velasco, como Ahuehuetes de Chapultepec.

Si continuamos el recorrido hacia las marinas, podremos distinguir en los paisajistas mexicanos la influencia de los impresionistas, y más aún, podremos introducirnos en la sección dedicada a estos maestros europeos, que con pinceladas provocativas y libres, nos descomponen los objetos en manchas y trazos de color. Nos maravillamos ante obras como Una parisina (o Mujer con sombrero café) de Édouard Manet: belleza por medio de la mixtura del detalle vano de un sombrero que contrasta con la expresión de un rostro nostálgico y tal vez afligido; Claude Monet, y sus paisajes inasibles y naturales, sin reflejos mentirosos; los pasteles, óleos y cerámicas de Camille Pisarro; las pinceladas fluidas, flexibles, llenas de vigor pero con efectos de transparencia de las obras de Pierre-Auguste Renoir en todas sus etapas; las intrusiones a la intimidad de la mujer común en las obras de Edgar Degas; todo esto como un preámbulo para llegar a las primeras vanguardias, nunca mejor representadas que con las obras de Vincent van Gogh; podemos llenarnos los ojos con Paisaje en Drenthe, Después de la tormenta (o Pastor con un rebaño de ovejas), y con Cabaña con campesino regresando a casa. Las pinceladas tremulantes y el uso del color que serán característicos de su obra más adelante, no aparecen todavía en estas pinturas; se trata de su etapa holandesa, caracterizada por la oscuridad que anegaba el estado de ánimo del artista alrededor de 1884, tal vez como reflejo de una profunda soledad, y de su profundo compromiso con su arte y sus sentimientos.

 

 

 

 

 

 

Sala 5

Del México antiguo al moderno.

Culturas mesoamericanas del occidente, arte mexicano del siglo XX.

Es interesante ver otro tipo de perspectiva volumétrica a partir de otra de las colecciones en un diálogo distinto que cruza de manera abrupta la transformación, pero que refiere también al contacto con México, un contacto con identidad en una de las colecciones más interesantes y de reciente suma al acervo del Soumaya como comodato con el INAH; es una colección de verdad extraordinaria, forma parte de enterramientos que tienen tiros de hasta 500 m con una gran cámara funeraria debajo, todos vinculados a las culturas del occidente, Nayarit, Colima, Jalisco y una parte del actual estado de Guanajuato; aquí los contorsionistas, y los guerreros dialogan con las maternidades. Abarcan desde el periodo preclásico, clásico y postclásico, pero destaca el periodo clásico alrededor del año 200 de nuestra era con relaciones realmente atractivas.

 

 

 

 

En esta sala también encontramos el arte de los calendarios de la imprenta Galas de México, un arte que nos ayuda a entender cómo se entreteje una relación con el eterno femenino, los volcanes y un artista centenario como Jesús de la Helguera.

 Tiempo de la escuela mexicana de pintura, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, representando a esas mujeres a veces recelosas, ultrajadas, a veces reconstruidas, obras que finalmente dan paso a un mural sorprendente que presenta el Soumaya en comodato de la colección Suárez y Suárez, donde encontramos desde el título una posición atractiva: La tierra como el agua y la industria nos pertenecen, el cual está siendo restaurado directamente en las salas, y en juego de espejo dialoga con El pueblo a la Universidad. La Universidad al pueblo. Por una cultura nuevohumanista de profundidad universal. En contraste con otros grandes artistas del siglo XX mexicano, también tenemos a mujeres artistas y de la ruptura abre Juan Soriano en materiales nuevos, esquemas que insertan a México en la modernidad desde una perspectiva y prospectiva siempre incluyentes.

 

 

 

Sala 6

Sala Julián y Linda Slim

La Era de Rodin. 

El remate de la espiral ascendente que comunica a las distintas salas del museo es este gran espacio de más de 1800 m2 libre de columnas, coronado por una gran nervadura de acero que protege una de las colecciones más importantes del Soumaya: la Era de Auguste Rodin. Reto a la ingeniería más que a la arquitectura, una planta que se suspende a 45 m sobre el nivel de la calle.

La obra que recibe al visitante, con la cual Rodin entra al Salón de París, es La Edad de Bronce. La crítica la sentenció y Rodin incluso tuvo que ir a juicio por el delito de haber matado a ese modelo, Auguste Neyt, el soldado belga quien tuvo que salir a declarar que estaba vivo. A partir de esa experiencia, Rodin hablará de movimiento, de escala humana, pero sobre de todo de verdad y emoción al momento de esculpir.

 

 

 

El Salón de París, artistas que fueron los maestros directos de Rodin, como el caso de Albert-Ernest Carrier-Belleuse o indirectos como el caso de Jean Baptiste Carpeaux, quien fuera comisionado por el estado francés para realizar la fachada de la Ópera de París. Son formas con armoniosas proporciones anatómicas, como parte del Romanticismo; sin embargo, Rodin dirá que no basta eso en el arte, y él propondrá una pieza que fue rechazada: La máscara del hombre de la nariz rota. ¿Qué cualidad artística tiene un hombre que físicamente tiene una nariz quebrada? Rodin decía que todo: hay que encontrar en la parte más fea o agreste la parte sublime, pero también en lo sublime tendríamos que encontrar la fealdad.

Rodin aprende de Bazanti en la posibilidad de recorrer la pieza. Es interesante cómo el florentino maneja las perspectivas del volumen, relación con el espacio, cómo empiezan a confluir distintos acentos de luces y sombras, donde podemos encontrar ésa relación de la rotación del espacio y que le permitirá a Rodin realizar su obra.

Proyecto quizá más destacado es La Puerta del Infierno, pórtico de acceso al Museo de Artes Decorativas de París, que nunca se concretó y el maestro comienza a concebir las piezas de manera independiente. Las obras más importantes de Rodin parten de Adán y Eva forjan esa entrada de la puerta que tiene su contraparte: La Puerta del Paraíso. Inspirado en tres fuentes literarias que quiso representar a través de tres cuerpos que son tres sombras en reflejos del David de Miguel Ángel. El Infierno, que se representa a través de La Divina Comedia de Dante Alighieri; por otro lado, en el espacio intermedio que es el purgatorio aparece la figura de Ovidio, poeta latino y sus Metamorfosis, y la parte más velada son los Versos Malditos y Las Flores del Mal de Charles Baudelaire. A un lado vemos a una Eva erotizada, juega con su cabello, al tiempo que muestra arrepentimiento, vergüenza por haber quebrado ese pacto original, ella está embarazada y es la madre de la humanidad. 

 

 

 

 

Por más ingenua que sea la apariencia de Cupido, se adivina en el fondo a un dios poderoso, al que incluso su propia madre le tenía muchas consideraciones y cierto temor.

 

Sentadas, cuatro mujeres maduras escuchan el relato de una de ellas; prima el suspenso, la atención vehemente y la expresión de asombro al develar lo desconocido. Camille Claudel expresa con seres desnudos y sin escenarios el atractivo que encontraba en la vida cotidiana.

 

La vida de Francia se representa con el proyecto de Los burgueses de Calais. Abre Huérfana alsaciana, que representa el resultado de la Guerra Franco-Prusiana, y se habla más que de la patria, de la matria, la madre. Una niña que ha perdido a su madre Francia, y ve la desolación, el desamparo, antecedente inmediato de la Primera Guerra Mundial. 

Entonces los franceses decidieron buscar en los anales de la historia un proceso en el cual en el pasado hayan podido salir adelante. Estos personajes lucharon en la Guerra de los 100 Años. El proyecto le permitirá a Rodin explorar el volumen desde nuevas perspectivas. ¿Cómo una parte puede significarlo todo? En la Gran mano crispada se observa una gran tensión muscular, angustia, la sensación de estar desolado y, al mismo tiempo, expresar todo lo que implica el proyecto de la guerra. A partir de ahí, Rodin explorará La Catedral con dos manos derechas que apenas se tocan en el sentido de vacuidad de las catedrales góticas. Por otro lado, acentos musicales conviven en La mano del pianista, llevándonos a uno de los temas centrales, que habla de una de las pulsiones más interesantes de Rodin: el amor a través de El beso.Es importante verla hacia abajo, y descubrir en realidad los detalles que muestra la escultura. Es uno de los iconos más importantes de la cultura universal. Sin embargo, vale la pena asomarnos, porque decía Rodin que había que encontrar no la parte bella, sino la siniestra. Sabemos los nombres de estos amantes, los recoge Dante en su Comedia, Francesca da Rimini, casada con Gianciotto Malatesta, quien tiene un hermano, Paolo, el hombre que besa a la joven; eran cuñados, y pasaban las tardes leyendo Las aventuras de Lancelot, libro desplegado y con una hoja separada.

 

 

En el momento en que la reina Ginebra traiciona al rey Arturo y besa a Lancelot, Paolo y Francesca se funden en un beso. Gianciotto los descubre, los arroja a un pozo sin fondo y quedarán capturados en el segundo círculo del infierno por el pecado de la lujuria. Una cuestión atractiva es que no hay beso. Si el visitante se asoma, ellos están a punto de rozar sus labios. Sin embargo, hay una segunda versión de la obra, también realizada en el mismo año, y una mala fundición hace que la mano toque el muslo y aquí sí se funden los labios. De las nueve versiones que Rodin hizo de El beso, las nueve forman parte de la Fundación Carlos Slim, dos aquí y las otras en el Soumaya de Plaza Loreto.

En contraste y cercano a los prerrafaelitas, se encuentra Amor secreto, atribuido a Antonio Rosetti, quien ha cubierto el rostro del hijo de Venus, la Afrodita griega. El dios del amor, tiene flechas de punta de plomo y otras de oro; si las puntas de plomo se clavan en el corazón de una persona, a la primera que viera la odiaría para siempre; pero si las flechas de oro se clavan en el corazón de una persona, de la primera que viera caería irremediablemente enamorado. 

Un día accidentalmente Eros se clavó una de sus flechas de oro y quedó prendado de la bellísima y humana Psique; Rodin resignificará el mito en su mármol Psique contemplando al amor. Ella cobijada por el manto de la noche, descubre la identidad de su marido. En la tercera posición del ballet clásico seduce a los visitantes a romper el pacto para finalmente consentir el matrimonio de Psique, y Eros.

 

 

El vulgo –diría Rodin- se imagina fácilmente que lo que considera feo en la realidad no constituye materia artística. Querría prohibirnos representar lo que le disgusta y le ofende de la Naturaleza.

 

 

De la mano del Todopoderoso, apoyada sobre una gran roca, emergen en remolino dos figuras: el primer hombre y la primera mujer. Con esta sublime interpretación del Génesis, Rodin mostró, primero en piedra y después en metal, la fuerza primigenia.

 

El amor hasta la locura de Jean Baptiste Carpeaux, es una de las primeras maquetas para la fachada de la Ópera de París. El amor que agita el corazón de los hombres, lo mueve y lo trastoca, como ha trastocado el amor de su madre con el mito de Adonis o con el Amor fugitivo, el amor que se escapa, o con las perversiones más sentidas de los versos de Charles Baudellaire aquí en Mujeres malditas o Mujeres Condenadas. Para hablar de estas violencias del amor, tenemos también El beso del fantasma y la doncella en bronce y en mármol, Juventud triunfante, La muerte o El despertar de Adonis. También con esas pasiones a ultranza, encontrar a la pareja ideal. El rol de la pareja ideal en esa atrocidad del amor con y sin sentido.

Aparece también una gran mano derecha, La mano de Dios, que representa al mismo tiempo una reinterpretación rodiniana del Génesis: Adán y Eva sin costillas de por medio, surgen de un beso...

Es Camille Claudel y Auguste Rodin, una relación pasional y de influencia mutua. De la gran escultora el Soumaya exhibe dos versiones de El Vals, La ola, con ecos del músico Claude Debussy o Las confidentes. También atractivo es ver la representación de retratos desde los más tempranos de Rodin hasta los más tardíos con Lady Sackville o su relación con la escultura moderna; Balzac irónicamente dispuesto con hábito de monje dominico, que no es más que una bata, en el momento de la creación en la intimidad de la noche para crear las formas realistas de la literatura de Balzac. En diálogo con El pensador, la obra que lo inspiró: Ugolino devorando a sus hijos de Carpeaux.

El pensador resignificado por muchos artistas; las vanguardias también lo abrazaron. El Surrealismo lo abraza en su Gabinete antropomórfico. Aquí, a diferencia de ese pensador moderno, hablaba de esas preguntas que se ha hecho occidente desde que es tal: ¿quién soy?, ¿de donde vengo?, ¿hacia dónde voy? Ésta mira hacia adentro, hacia el psicoanálisis freudiano y en cajones como secretos inconfesables, analogías entre las colecciones de la Fundación Carlos Slim. Tensiones que suspenden una perene manzana que cae y un cuerpo atravesado del Newton surrealista. Esta misma pasión que tiene por el volumen Salvador Dalí, también es la misma pasión que tiene por las mujeres, y de ahí entender a todas ellas, desde la Mujer jirafa, la Venus espacial hasta la Bailarina daliniana, o la propia Alicia en el país de las maravillas quien ha transmutado su rostro en un tronco y sus cabellos en rosas y que conviven con relojes que se deshacen o un espectáculo de animales fantásticos.

La cantidad de obras que puede uno disfrutar en esta maravillosa casa para las musas, no nos dejaría enumerarlas en un artículo de estas dimensiones. Baste decir que las obras que hemos mencionado, son sólo una muestra de un universo en verdad vasto de arte que se tiene que apreciar con el debido tiempo y dedicación, por lo que nuestra sugerencia es que no se quede con lo que le hemos presentado aquí, sino que se de el gusto de visitar este nuevo museo, y que viva en carne propia el placer de poder absorber con los sentidos, todas y cada una de las obras que lo llamen. Créame. No hay manera de que pueda quedar decepcionado.

 

 

 

Las tres sombras:

Estos anfitriones a la Puertas del Infierno dan cuenta del interés de Rodin por el cuerpo y el movimiento. En Las tres sombras prima el contrapposto acentuado según los secretos que escuchó de Miguel Ángel.

 

Texto: Gisselle Morán ± Foto: Colección Museo Soumaya.Fundación Carlos Slim, AMURA-León Felipe Chargoy