En 1924, André Breton publicó su Manifeste du surréalisme, un texto que anunciaba el nacimiento de un movimiento artístico conocido como surrealismo.
El objetivo, escribió Breton, era "resolver las condiciones previamente contradictorias del sueño y la realidad en una realidad absoluta, una superrealidad". En esta búsqueda, los surrealistas exploraron la mente inconsciente, los sueños y el pensamiento irracional, ofreciendo una visión de la vida real a través de lo imaginado.
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, muchos artistas europeos, incluidos los surrealistas, buscaron refugio al otro lado del Atlántico. Algunos se establecieron en Nueva York, mientras que otros como Leonora Carrington, Bridget Tichenor y Gunther Gerzso encontraron su hogar creativo en México.
En México, los emigrados se mezclaron con los artistas locales, lo que llevó al movimiento a ampliarse y diversificarse. "Fue este crisol creativo lo que dio lugar a algunas de sus mejores obras", explica Diana Bramham, especialista en arte latinoamericano de Christie's. "El país se convirtió en un catalizador para su creatividad".
Lenguaje visual pancultural
Los impresionantes paisajes y la rica historia cultural de México cautivaron a los artistas surrealistas. De hecho, fue después de su primer viaje al país en 1938 que Breton elogió a México como "el lugar surrealista por excelencia".
La mezcla de misticismo prehispánico e influencia colonial del país ofrecía un contexto único. Artistas como Carrington se basaron en la confluencia de culturas en su propia obra. Fusionó su experiencia personal del catolicismo con la mitología y las prácticas religiosas de su país adoptivo, creando su propio lenguaje visual pancultural.
En Faet Fiada (La aparición de una bestia salvaje) (1951), Carrington reinventa un cuento de la mitología irlandesa, explorando su propia herencia celta. La pintura representa a San Patricio, el santo patrón de Irlanda, y a sus acólitos junto a una pequeña figura de hada. Los animales están dispersos por todo el fondo, mientras que la luna proyecta un resplandor desde arriba. Representada en un verde esmeralda luminoso, muestra los tonos joya por los que Carrington se hizo famosa.
Carrington continuó explorando los temas de la magia y la mitología a lo largo de sus ocho décadas de carrera. En Bird Seizes Jewel (1969), retrata una conocida historia mitológica en la que un pájaro roba una joya y un inocente es acusado del crimen.
En esta obra, las preocupaciones interculturales de Carrington se fusionan con sus seres surrealistas y antropomórficos: una serpiente y un burro beben té mientras un caracol con cabeza humana se cierne sobre la escena. "Gran parte de la obra de Carrington no es una representación de una historia mexicana, sino que se vincula con la mitología que prevalecía en México", dice Bramham. "Trajo el folclore de Europa y creó su propia lengua vernácula".
Mujeres del movimiento
"En aquella época existía una verdadera red de apoyo para estas artistas femeninas", afirma Bramham. "Eso se debió en gran parte a Inés Amor". Amor, la legendaria directora de la Galería de Arte Mexicano, promovió una cohorte de artistas femeninas que hoy se consideran las pioneras de la vanguardia mexicana, como María Izquierdo, Frida Kahlo y Remedios Varo. En 1956, se convirtió en la principal marchante de Carrington y es la protagonista de uno de los pocos retratos que realizó Carrington.
Pensador (también titulada Un petit déjeuner –Retrato de Inés Amor–) (1962) retrata a Amor sentada a una mesa, sondeando un corazón con un tenedor. Gatos y bestias salvajes flotan en el fondo mientras la cabeza de un gorila se encuentra sobre la mesa, enmarcada por una corona de flores. La pintura resalta la mezcla de componentes reales e imaginarios que caracterizan la obra de Carrington al tiempo que rinde homenaje a una figura clave del arte mexicano moderno.
Las pinturas de Tichenor también combinaban seres antropomórficos con una mezcla de lo real y lo surrealista. Al igual que Carrington, llegó a México desde Europa y se sintió igualmente atraída por la mitología y el misticismo.
En Misioneros (1965), Tichenor pinta una figura central impactante que evoca ideas de reinos mágicos. La figura está rodeada de rostros blancos, algunos flotando en el agua, otros sobre cuerpos de animales. Estos rostros aparecen en muchas de sus obras y se cree que son autorretratos de la artista.
"La obra de Tichenor no suele verse en el mercado", afirma Bramham, "y es especialmente inusual tener una de esta calidad". Con sus ricos colores y detalles intrincados, Misioneros captura el espíritu de la obra de Tichenor y destaca su capacidad única para transportar al espectador a otro mundo.
Abstracción surrealista
El surrealismo siguió infiltrándose en la comunidad creativa mexicana y encontró una expresión completamente diferente en la obra de Gunther Gerzso. Aunque nació en México de padre húngaro y madre alemana, vivió su juventud en Europa. Al igual que sus contemporáneos Carrington y Tichenor, más tarde encontró su hogar permanente en México en medio del conflicto de la Segunda Guerra Mundial.
La rica historia cultural precolonial de México resultó estimulante para Gerzso. Con sus extensos viajes por México, adquirió un profundo conocimiento de la arquitectura azteca y maya, que tradujo en su propia expresión distintiva del surrealismo.
Verde-azul-blanco-rojo (1975) ejemplifica la capacidad de Gerzso para evocar sutilmente la idea de la arquitectura precolonial dentro de una composición predominantemente abstracta. La paleta de colores vibrantes y audaces de la pintura y la yuxtaposición de tonos cálidos y fríos ejemplifican la sensación de dinamismo que supo capturar en toda su obra.
"Gerzso pintaba con un estilo muy particular al mismo tiempo que estas mujeres clave trabajaban en el surrealismo", afirma Bramham. "Todas se conocían y tenían profundas relaciones artísticas que se basaban en sus preocupaciones compartidas. Fue un momento de verdadera sinergia creativa".
El impacto del surrealismo mexicano perdura en el mundo del arte actual. Mediante una inspirada combinación de herencia cultural local y movimientos artísticos globales, estos artistas surrealistas mostraron la rica diversidad de la escena de vanguardia mexicana. Juntos, transformaron el movimiento, llevando el surrealismo más allá de lo que nadie hubiera imaginado.