El muralismo mexicano, cuyos mayores exponentes fueron Diego Rivera, Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros constituyó un movimiento artístico con fuertes tintes políticos como puede verse en los cientos de murales pintados en edificios públicos.
Herederos de dos revoluciones, la mexicana y la rusa, los muralistas y los gobiernos de México, de 1920 a 1960, formaron una simbiosis muy conveniente para ambos.
El Todo y sus Variaciones. Homenaje a Manuel Felguérez, permanece abierta al público en el Museo José Luis Cuevas, Academia 13, Centro Histórico de la Ciudad de México hasta mayo de 2025. www.museojoseluiscuevas.com.mx
Afortunadamente, dentro de la eterna lucha de muchos mexicanos por ser modernos, en los años 50 del siglo XX, surge el movimiento de la ruptura que aglutinaba a un grupo de artistas mexicanos y extranjeros que vivían en México, reaccionando contra lo que representaba el muralismo mexicano.
Entre otros destacaron José Luis Cuevas, Vicente Rojo, Beatriz Zamora, Arnaldo Coen, Brian Nissen, Mathias Goeritz, Carlos Mérida y por supuesto Manuel Felguérez (1928-2020).
Manuel Felguérez nació en Valparaíso, Zacatecas. Empezó a estudiar en la Academia de San Carlos, pero renunció a los cuatro meses por su desacuerdo con la Escuela Mexicana de Pintura dominada por los muralistas. Después estudió en La Esmeralda y en las academias Colarossi y la Grande Chaumiére en París.
A su regreso a México formó parte de la primera generación de artistas abstractos que seguían lo que estaba pasando en Europa con Matisse, Picasso o Miró. En 1958 realizó su primera exposición individual en la galería de Antonio Souza.
Apoyando la rebeldía de Felguérez ante los dogmatismos del muralismo empeñado en implantar el socialismo en México, Octavio Paz escribió:
“…la generación a que pertenece Felguérez… emprendió una tarea de higiene estética e intelectual: limpiar las mentes y los cuadros… Rodeados por la incomprensión general… se atrevieron a abrir las ventanas. El aire del mundo penetró a México”.
Decenas de exposiciones en México y el mundo han permitido a un amplio público conocer su vasta obra que a lo largo de su trayectoria siempre osciló entre la pintura, los murales y la escultura.
Creó murales en los cines de los cincuentas y sesentas con salas que albergaban más de mil espectadores como el Diana.
Y obras públicas como la fuente del Caballito, el camellón de Taxqueña y la portentosa reja tzompantli del Museo de Antropología donde décadas atrás había diseñado la celosía del patio cubierto por el paraguas. También realizó escenografías para cine y teatro sobre todo con Alejandro Jodorowsky.
Su obra monumental está en Ciudad Universitaria, el Instituto Politécnico, Ciudad Juárez, Querétaro, Zacatecas, Monterrey y Bogotá.
Por si fuera poco, también tuvo una sólida carrera académica en Cornell, Harvard y en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
Su generosidad contribuyó a crear en su natal Zacatecas el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez. En un edificio que fue seminario y luego cárcel abrió el nuevo museo dedicado al arte abstracto mexicano en 1998.
El debate que inició la generación de la ruptura no ha terminado. Hoy, en la confusión que se vive, en México y en el mundo a veces no se sabe si lo que representa a México son las calaveras, los ajolotes y el cempasúchil ó la estética ramplona que ha hecho retroceder la pintura, la arquitectura, la escultura y hasta el diseño gráfico.
Esta discusión de la modernidad versus la tradición está en muchos ámbitos de la vida del país. Hablando de arte, la obra de Manuel Felguérez clara y rotundamente traza una amplia avenida hacia esta reflexión.