Mientras los conflictos asolaban Europa a finales del siglo XVIII y principios del XIX, la obra de Goya no solo fue una crónica de su época, sino que también experimentó una revolución extraordinaria, consagrándolo como el último de los Viejos Maestros y el padre del arte moderno.
Para el especialista Tim Schmelcher, de Christie’s, Francisco José de Goya y Lucientes (1746-1828), mejor conocido como Goya, fue maestro de la ironía y la elegancia y lo considera uno de los artistas españoles más importantes. A los 40 años era pintor de la corte real española, donde se hizo famoso como retratista.
Después de 1793 se percibe una cierta oscuridad en la obra de Goya. Se le atribuye al hecho de que padecía una enfermedad que lo dejó prácticamente sordo, pero esta visión más pesimista también puede atribuirse a la agitación política y social que presenció durante la Guerra de la Independencia, librada por Napoleón contra España.
Estos acontecimientos le inspiraron a crear una serie de grabados titulada Los desastres de la guerra y quizás su pintura más conocida, Fusilamiento de los defensores de Madrid, 3 de mayo de 1808 [foto inicial].
Desconfiado tanto de la religión como de la superstición, produjo una serie de grabados satíricos sobre estos temas, especialmente con la serie Los Caprichos, que incluye la obra El sueño de la razón produce monstruos.
Aunque no circularon durante mucho tiempo (Goya los retiró del mercado por miedo a convertirse en objetivo de la Inquisición), los Caprichos se convirtieron en su obra más conocida e influyente. Hoy en día, la colección completa (que comprende 80 grabados) puede alcanzar más de un millón de libras en subasta.
Los Caprichos de Goya marcan un punto de inflexión en la historia del grabado. Fue el primer artista importante que trabajó con la relativamente nueva técnica del aguatinta, que implicaba grabar una placa de cobre con ácido nítrico y usar resina y barniz para producir áreas de sombreado tonal para crear un efecto similar al de la acuarela. La placa se desgastaba después de varias impresiones, lo que hacía que se perdieran detalles y profundidad, lo que significa que las ediciones anteriores son más valiosas.
Hasta 1790, la mayoría de las pinturas de desnudos eran referencias a la mitología o a la alegoría. Se considera que Goya fue el primer gran artista que pintó a una mujer completamente desnuda, en un estilo realista, lo que representa una ruptura importante con la tradición.
La maja desnuda (1795-1800) fue pintada para el noble Manuel de Godoy y se dice que es una composición de la amante de Godoy, Pepita Tudó, y la duquesa de Alba, con quien se rumoreaba que Goya mantenía un romance. La modelo aparece vestida en otra versión, La maja vestida (1800-1807). En 1813 ambas obras fueron confiscadas por la Inquisición. Hoy cuelgan juntas en el Prado.
Las Pinturas negras de Goya, realizadas entre 1819 y 1823 y dominadas por una paleta de negro, blanco, ocre y gris, y con una gama de temas sombríos, son quizás las que mejor describen su desagrado por la sociedad contemporánea. La obra más famosa de esta serie, Saturno, muestra al dios mítico (padre de Júpiter) en el acto de devorar a su hijo.
Originalmente pintadas como murales, estas escenas fueron arrancadas de las paredes de la villa de Goya –llamada la Casa del Sordo– en 1874 y luego donadas al Museo del Prado en Madrid.
En la misma época (1815 y 1823), Goya realizó su última gran serie de grabados: Los Proverbios, también conocidos como Los Disparates. Esta carpeta de 18 composiciones oníricas (a las que se añadirían otras cuatro más posteriormente) presenta escenas relacionadas con una variedad de temas, desde la política hasta el carnaval español, lo que da lugar a numerosas interpretaciones.
Desde Manet, quien hizo un guiño a la Maja de Goya con su propia Olimpia desnuda (1863), hasta Picasso, que admiró la serie de grabados del artista sobre las corridas de toros, la importancia de Goya para los pintores modernos es innegable. Su influencia continuó a lo largo del siglo XX y todavía prevalece hoy en día: Francis Bacon pintó sus propios horrores de la guerra, mientras que los enfants terribles del movimiento YBA (Your Bizarre Adventure), Jake y Dinos Chapman, reelaboraron los grabados de Goya.
Aunque gozó de un gran éxito como pintor de corte, Goya se retiró de la vida pública en sus últimos años, acosado por su creciente sordera y el miedo a la vejez y la locura, como sugieren las numerosas imágenes de lunáticos y asnos que aparecen en sus grabados. Cuando el clima político en España se volvió demasiado inestable, se exilió a Burdeos, donde murió.