Y entonces lo inimaginable se manifestó con gran intensidad: Éramos alrededor de 120 personas;  nos hallábamos en el piso 51 del mayor rascacielos de la Ciudad de México -en medio de una atmósfera delirante-, mientras la naturalidad no se desbordaba ni siquiera por el hecho de estar rodeados de jirafas, hipopótamos, tigres de bengala, peces, elefantes y hasta tiburones.

El onirismo no había sido suficiente para justificar tal tertulia, se tuvieron que agregar algunos ingredientes fantásticos para que todo funcionara. Todo transcurrió con tranquilidad, nadie se mostró desequilibrado por tener un paquidermo o algún escualo al costado, pues estos seres maravillosos se encontraban en un grado supranatural con respecto al resto de los asistentes.

Su artífice se encontraba al fondo del salón. Vestía en color negro y detrás de sus anteojos, miraba con detenimiento lo que transcurría frente a sí, el instante en que toda esa “animalia”, se reunía y encaraba de forma tan pretensiosa la una con la otra.

 

 

Era Juan Carlos Mendoza, el día de la presentación de su muestra “Nero come l’ inferno, dolce come l’ morte e forte come l’ amore”. En ésta mostraba mediante dibujos zoomorfos, algunos de los más negros vicios del ser humano; el mismo que había extraído el ulterior reducto de vida y muerte de esos seres, y los enmarcaba en una atmósfera de sueños deconstruidos; el mismo que otorgaba “herramientas de poder” a sus vástagos para materializar su preponderancia moral y ética frente a sus observadores. Aquel que mediante su trabajo, hacía una crítica al sometimiento de la naturaleza mediante la mano del hombre.

 

 

 

 

Mendoza comentó que la detonación de su conciencia creativa surgió durante un viaje a Egipto, llevado a cabo en su infancia. Entonces, la contraposición del mundo del ser y el deber ser lo catapultó a un instante de catarsis, el cual ahora lo coloca en un punto importante en su carrera como artista.

Abogado de profesión pero creador por naturaleza, abandonó las ortodoxas cláusulas de la regulación del comportamiento humano y la forma de dirimirlo, para tomar la postura de crítico ante ese mismo fenómeno.

El carácter único de su creación, se encuentra en la semilla material de cada obra: Para ello emplea papelería antigua de extraordinarios sitios públicos como hoteles o lugares históricos, que por alguna razón han desaparecido, aunque de igual manera sus obras pueden ser plasmadas en sobres postales o cajas de vino, sin que esto sea un elemento aleatorio, pues forma parte del discurso de cada pieza pictórica.

 

 

En su trabajo Hiparco, el observador de estrellas, presenta a un majestuoso paquidermo con mirada de sabiduría profunda, engalanado con un tapete de símbolos astrológicos y un gorro con la cruz egipcia, es decir, la Cruz de la Vida como símbolo de la eternidad.

Les rendez-vous du diable es una obra en la que un pez se posa sobre una receta de un libro de cocina de primera edición de los años cincuenta. En la parte superior, un cintillo dicta Les Redevous du Diable, la premisa sobre la cual el autor fantasea acerca de la construcción de un ambiente y el pez, a costa de todo, luchará para no terminar su existencia saciando el paladar de un desconocido.

 

Antítesis 09/11

Quizá el último trabajo en el que se centra Juan Carlos Mendoza, no sea el primer intento de aliviar del ideario colectivo los trágicos acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York; sin embargo, sí es posible que sea el primero que intente exorcizar las memorias de todos aquellos que lo vivimos, no hablando en absoluto de ello.

 

 

 

Este ejercicio que podría presentarse en septiembre próximo en la Gran Manzana, incluirá 11 pinturas originales con características zoomorfas, elaboradas con papelería antigua relacionada con los extintos rascacielos. El homenaje estará dirigido a la gente y esos paralelismos que trazan similitudes con seres de otros reinos, con un tratamiento muy respetuoso de los sucesos y que en nada se relacionará con las consecuencias económicas o geopolíticas que atomizaron al mundo después de esa funesta fecha.

Así, la mirada y el pulso de Juan Carlos Mendoza nos internarán de nueva cuenta en su mundo fantástico, un mundo que se rige mediante parámetros oníricos, para descontextualizar la realidad y desmitificar lo establecido.

 

 

Texto: Michael Negrete Cruz ± Foto: Axel Carranza/Rodrigo Hernández.