Suma de grandes culturas
El arte, como expresión distintiva de cada cultura, es un testimonio de la historia, una huella que reseña la evolución, el camino hacia una nueva cosmovisión, una sociedad diferente y sus valores. Intrigado por el mundo islámico, he buscado su arte en la tradición, las leyendas y los vestigios del reino Al Ándalus. En Marruecos, Siria, y en el Oriente Medio hasta en Sicilia, mi exploración me ha permitido conocer y admirar el arte Mudéjar. Ese largo camino que llega hasta México, donde recorrí uno de los caminos más hermosos del país y su valiosa herencia medieval vinculada al mundo del Islam.
Durante la lucha que libró España por reconquistar su territorio ocupado por los musulmanes, en las regiones recuperadas iba quedando indeleble la huella del Islam. Esta fusión de culturas dio origen en el siglo XIII al término Mudéjar, referido a los moros que vivían bajo la dominación católica –aunque se les permitía conservar su religión–. Algunos mudéjares eran artistas tan diestros que incluso los monarcas cristianos les confiaban la arquitectura y el arte decorativo. Con la caída de Granada en 1492 –y la supresión de la libertad religiosa–, los mudéjares debían elegir entre convertirse al catolicismo o irse. Nace entonces el término Morisco, para designar los Moros convertidos al cristianismo por obligación.
Por arte mudéjar se entendía el arte musulmán creado entre la Edad Media y el Renacimiento, entre los siglos XIII y XV, en territorio cristiano; el término fue aceptado por la Academia Real Española hace un siglo, como relativo a cualquier manifestación de arte con influencia islámica, que fuera creada en comarcas cristianas. Tales piezas estaban hechas por mudéjares y también por creadores cristianos casi todos anónimos, influidos por el estilo islámico. Hoy aplicamos “Arte Mudéjar” a los trabajos arquitectónicos o decorativos influenciados por el arte islámico, creados en España o en América.
Granada y Sevilla son las dos ciudades españolas que mayor y mejor colección de ejemplos tienen de la arquitectura mudéjar. Sevilla se considera una de las ciudades más bellas del país, por su armónica combinación de lo ancestral y lo contemporáneo. Si bien Córdoba fue durante tres siglos el centro político para los árabes, Sevilla lo fue para los almohades (dinastía marroquí que dominó el sur de la península ibérica de 1147 a 1269) desde la mitad del siglo XII. Fernando III entró a Sevilla, capital de Al-Ándalus, en 1248.
La belleza arquitectónica que habían construido los invasores en Sevilla, muestra deslumbrante de la cultura que les distinguía, no pasó desapercibida para los españoles. Sin embargo, como en otros casos similares, los vencedores al principio se negaban a asimilar este arte. Por entendible orgullo, preferían preservar la propia arquitectura, la europea y cristiana, que consistía sólo en líneas sobrias y dimensiones monumentales. Pero poco a poco se relaja tal rigidez y los españoles terminan por rendirse ante la belleza de los edificios erigidos por los musulmanes.
Además de que las mezquitas eran convertidas en catedrales, los nuevos templos con el tiempo comenzaron a incorporar elementos de la arquitectura del Islam, tanto en los techos como en vanos y en la decoración de los muros. La tendencia alcanzó a la realeza, que se construye palacios de excelsa belleza siguiendo la misma línea.
ARTE MUDÉJAR EN SEVILLA
La arquitectura mudéjar que se ve en Sevilla va incorporando el lenguaje artístico almohade, el cisterciense, gótico y renacentista cristiano. Tras su entrada en Sevilla, Fernando III consagra y utiliza templos islámicos como cristianos para asegurar el servicio a los fieles cristianos. No fue sino hasta décadas después, bajo el reinado de Alfonso X, que inició la construcción de templos que mostraban la influencia arquitectónica extranjera. Dos ejemplos destacables son las iglesias de Santa Catalina y de Santa Ana.
Aunque comparte elementos, en la arquitectura alfonsí sevillana se percibe una mayor evolución que la cordobesa: más mudéjar, cisterciense y gótica, combinación distintiva del estilo que se desarrolló bajo el reinado del rey sabio. La iglesias de Santa Ana y San Gil se tienen por ser las de mayor antigüedad; se localizan en el el barrio de Triana.
La de Santa Catalina de Alejandría, construida en el siglo XIV en el que luego sería el barrio el Aldarejo, conserva huellas mudéjares en el ábside lateral y en la torre del campanario, un ejemplo claro de la arquitectura mudéjar sevillana. El templo ocupa el lugar donde antes se asentara una mezquita, cerca de las puertas de la ciudad. El edificio original estuvo en uso hasta 1356, cuando un terremoto afectó no sólo a éste sino a múltiples mezquitas convertidas en templos cristianos. Hace pocas décadas tuvo su más reciente restauración.
Este templo, además de sus detalles arquitectónicos, guarda imágenes devocionales que por sí solas valen la visita al interior: San Cayetano, Santa Ana, el Cristo de la Exaltación, la Virgen de las Lágrimas, la del Rosario, la del Carmen y Santa Lucía. Su admirable puerta gótica, que también data del siglo XVI, antes estuvo en la iglesia de Santa Lucía.
La torre de la iglesia de San Marcos, otro excelente destino a visitar, se tiene por el mejor campanario mudéjar de Sevilla. Tan marcada similitud tiene con la Giralda almohade, que varios expertos sospechan que es un alminar traído de algún otro sitio. No es generalizada esta creencia, sino la de que se construyó en la primera mitad del siglo XIV.
El Real Alcázar de Sevilla responde fielmente a ese deseo que tuvo la monarquía de la época por construirse palacios de gran lujo que acentuaran su posición y su poder, especialmente. Es un conjunto (para ser exactos: Reales Alcázares de Sevilla) construido durante el reinado de tres monarcas: Alfonso X, Alfonso XI y Pedro I. Estos dos últimos se entregaron al mencionado propósito de ostentación, como se deriva de las construcciones que algunos estudiosos atribuyen a ellos.
El Alcázar de Sevilla nuestra la participación de artistas granadinos, toledanos y sevillanos, ejemplo de la fusión de tendencias musulmanas interpretadas por mudéjares de varias procedencias. Esta suma cultural seguiría dándose incluso en México, como muestra la arquitectura del siglo XVI que se conserva en los valles de México y de Puebla.
Texto: AMURA ± Foto: Javier Hidalgo / Saulo Alvarado