Hace unas semanas varios amigos fuimos convocados por Alfredo Chedraui para realizar una expedición de buceo a la isla de Nassau, en las Bahamas, con el objetivo de bucear con los tiburones que habitan en esas aguas, en su mayoría de la especie conocida como Gris de Arrecife.
Así fue como a finales de mayo de 2024, nos encontramos nueve amigos ajustándonos nuestros equipos de buceo para efectuar nuestra primera inmersión en los mares de Bahamas llevada a cabo en un barco hundido, que por su tamaño, me imagino que funcionó como carguero.
En la cubierta estaba todavía su gran guinche y un tanque –me imagino para aceite–; en su interior había una escalera. Del casco colgaban esponjas de tubo y gorgonias. Las gruesas cuerdas que sostiene el ancla nos sirvieron para hacer unas fotografías.
El siguiente buceo lo realizamos en un arrecife muy bonito, donde su mayor atractivo resultó un pequeño tiburón Gata que apenas escuchó las burbujas producidas por nuestra respiración, muy amistoso se acercó a recibir las caricias que Alex le brindó. En este mismo lugar divisamos a nuestros primeros tiburones.
Pasado un día, fuimos llevados a un sitio donde atraen a los tiburones con algo de carnada. Felices, todos nos sumergimos y los escualos asistieron puntuales a la cita. Eran varios y no tenían ningún temor de nosotros; atraídos por la comida, nos pasaban muy cerca y por todos lados. Resultó muy bonita la experiencia.
El siguiente buceo también se realizó en otro naufragio. Este presentaba mayor deterioro, pero lo disfrutamos. Aunque el buceo en barcos hundidos es muy interesante, nosotros queríamos más adrenalina. Yo no sé cómo fue que Alex convenció a los guías de que nos llevaran de noche a bucear con los tiburones.
Con cierto nerviosismo rompimos el espejo del agua y nos sumergimos a una profundidad de 15 metros, solo iluminados por nuestras linternas. En cuanto llegó el guía cubierto por una malla de acero, empezó el espectáculo. Los tiburones aparecían de la nada levantando arena del fondo con su potente cola, haciendo que la visión no fuera tan clara; a pesar de ese detalle, resultó un buceo increíble y de mucho aprendizaje, pues comprobamos que de día o de noche los tiburones no están en los mares para atacarnos como se ha creído durante tantos años.
Después de esta experiencia renuevo mi compromiso de tratar de salvarlos, utilizando todos mis medios posibles.
Ustedes lectores nos pueden ayudar a conservarlos, Donen a la asociación Saving Our Sharks.
Fotos: Alberto Friscione Carrascosa