Quedar petrificado ante una pintura podría ser sólo una metáfora más, que a través de la retórica, pretendiera dar una explicación clara del cúmulo de emociones experimentado a través de la observación de una obra; sin embargo, en el caso de la obra de Ricardo Amezcua Cuspinera, ese fenómeno bien podría ser un riesgo inherente al contemplar su obra.
Y es que los trazos en sus cuadros, no sólo develan una perfecta técnica emanada de su talento innato, sino que a su vez los mezcla con elementos fantásticos que llevan al espectador a un trance que comienza al escudriñar los ojos de sus modelos.
Tal es el caso de “Meduso”, obra en la que la inusitada brillantez en la mirada del personaje, transporta al espectador a la fábula épica en la que Perseo tendría que luchar en contra de este ser mitológico, capaz de convertir en piedra a todo aquel que osara a sostenerle la mirada.
Amezcua Cuspinera comentó en entrevista con Amura Yachts & Lifestyle, que en buena medida ha adoptado el gusto por las técnicas de la pintura realista, gracias a la admiración que tiene por Rembrandt, esteta de origen holandés, que fue el más insigne de los representantes de la plástica de aquella nación en las postrimerías del siglo XVII, y de quien desde luego, viene su más fuerte influencia.
Como parte de esa herencia artística e histórica que le transmitió Rembrandt, Ricardo Amezcua Cuspinera se ha especializado de alguna manera en retratar más que la figura de las personas, la ventana del alma, la mirada. “Los ojos me dicen mucho, creo que esa parte es la que más admiro de una persona”.
“Definitivamente esta parte es muy importante para mí, lograr que mi obra cobre vida, poder plasmar algo que es físico y pasarlo a una segunda y tercera dimensión. Este proceso es algo que me ha maravillado de la pintura”. Y es por ello, que de alguna manera ha realizado trabajos muy sofisticados comenzando con el cuerpo humano completo y medios torsos, hasta llegar a pintar caras y miradas que han dado impacto a propios y extraños. “Hoy estoy en una etapa de tratar de expresar esa alma a través de los ojos”.
“Todo este descubrimiento personal lo hago en el momento en que me doy cuenta que estaba más conectado con la parte espiritual, la parte del alma, que en la parte terrenal. En ese momento empecé a experimentar una sensación interna y una revolución en el momento de estar pintando una mirada o un rostro con expresión especial, en ese momento sentía algo dentro de mi cuerpo, como esa emoción que te hace sentir al estar enamorado”, comentó Amezcua Cuspinera.
“Cuando empezaba a tener ese sentimiento y me alejaba de una pintura que estaba haciendo y veía el resultado, yo mismo no sabía cómo lo había logrado, era como magia”. Y basta ver su obra para comprobarlo, la mirada de sus obras, siempre expresivas, siempre vivas, transmitiendo sentimientos o sensaciones, un riesgo que no sólo nos acerca a la imagen de cada personaje retratado, sino que nos lleva a conocer lo que deambula por sus entrañas.
“Normalmente quiero plasmar lo que veo y lo que pienso, pero que se vea real”, por ello el esmero en cada pincelada, dijo el entrevistado.
Es importante comentar que en el afán de la búsqueda constante, de la no complacencia y la trascendencia también ha llevado a cabo la realización de pinturas que combinan el realismo con elementos que imprimen cierta abstracción en el producto final, como lo es (“africanos”) piezas en las que rostros de hombres y mujeres de raza negra, se entremezclan en textos que no llegan a transmitir un mensaje inteligible por su orden o secuencia, sin embargo, añaden una carácter diferente a la obra que va de lo espiritual, a lo místico.
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Texto: Michael Negrete Cruz ± Foto: Cortesía de Ricardo Amezcua Cuspinera.