Cosmopolita, tolerante, diversa, colorida, vibrante y hermosa. La antigua colonia británica de Hong Kong, situada en un pequeño archipiélago del sur de China, es sin duda una de las más fascinantes ciudades del mundo. En ella convergen muchas culturas distintas y opuestas. Por un lado, la ancestral y orgullosa cultura china, con una visión más espiritual y, por el otro, la moderna y dinámica cultura inglesa, con una visión más material. En medio, toda la herencia cultural que cientos de miles de inmigrantes procedentes de muchas regiones del planeta han dejado en ella. Sus habitantes han sabido mezclar a la perfección todas estas culturas, dando así origen a una de las urbes más increíbles de la Tierra.

Desde sus inicios, Hong Kong demostró su vocación comercial. Si bien comenzó como una simple aldea de pescadores, pronto adquirió notoriedad, cuando algunos de los emperadores de la dinastía Han Oriental (25-220) fueron enterrados ahí.

Años después, en 1276, el niño-emperador Zhao Bing, último de la dinastía Song del sur, perseguido por los mongoles, eligió este archipiélago como refugio de su trágica corte para después suicidarse al lado de sus más fieles seguidores tras la derrota definitiva de sus tropas en la Batalla Naval de Yamen. Una dolorosa historia que aún se recuerda en Hong Kong.

 

 

 

 

 

 

 

La ocupación mongola de China provocó que un gran número de refugiados convergieran en este lugar, convirtiéndolo en poco tiempo en un ajetreado puerto volcado al comercio, principalmente de sal y perlas. Auge que atrajo de inmediato a piratas y bandidos, así como a clanes rivales, obligando a los dirigentes del clan Tang, el más importante de la zona, a fortificar el puerto y los pueblos que lo rodeaban. Gracias a eso, en la actualidad, varios pueblos conservan murallas con más de 500 años de antigüedad; entre los cuales destaca la población de Sheung Cheung Wai con su muro de ladrillo verde, que provoca, en la mirada del profano, la sensación de pequeñas islas de paz en medio del inmenso mar de la modernidad. Este mismo contraste puede apreciarse en otras grandes ciudades chinas que, a imitación de Hong Kong, se han lanzado a una espectacular pero caótica carrera modernizadora que ha rodeado barrios antiguos con los más increíbles rascacielos.

 

 

 

 

 

Expansión europea

 

Poca gente sabe que los primeros europeos en establecerse en Hong Kong fueron los portugueses, quienes fundaron un pequeño puesto comercial en 1514, aunque este emplazamiento no duró demasiado tiempo. Los ingleses llegaron a la zona hasta el siglo XIX, pero lo hicieron de una forma nada digna para tan gran nación, ya que apoderarse de un puerto extranjero para poder vender drogas libremente, no es algo de lo cual sentirse orgulloso. Y es que en efecto eso es lo que sucedió. Los ingleses, en pleno proceso expansionista, estaban interesados en entablar relaciones comerciales con China, pues desde entonces se trataba del país más poblado del mundo y por lo mismo poseía un gran número de clientes potenciales. El problema era que mientras los ingleses deseaban adquirir seda, té y porcelana, sólo podían ofrecer a cambio relojes y algo de plata, por lo que la balanza comercial les era muy desfavorable. Sin miramientos, comenzaron a comerciar ilegalmente con el opio, actividad a la que se opuso el gobierno chino, lo cual dio pie a que los ingleses le declararan la guerra. Este conflicto se conoció como la Primera Guerra del Opio, lo cual nos indica que hubo otras y que, por lo mismo, los ingleses volvieron a insistir con su droga. Pero aquí lo importante es que la Gran Bretaña, al término de la guerra, se apoderó de varios enclaves portuarios chinos incluyendo, desde luego, a Hong Kong en 1842. A partir de ese momento, poco a poco la nueva colonia comenzó a desarrollarse como uno de los más importantes enclaves comerciales de Inglaterra. En 1898 la presión británica se dejó sentir de nuevo sobre China y consiguieron que el emperador les cediera por 99 años las tierras continentales que rodeaban al archipiélago, con lo que Hong Kong prácticamente duplicó su extensión con los llamados “Nuevos Territorios”.

 

 

 

 

El despertar del tigre

 

La caída del gobierno imperial en China supuso también un cambio en las relaciones entre ambos países, pues los chinos se negaban a reconocer los tratados firmados por sus antiguos emperadores bajo la amenaza de los países europeos. Sin embargo, la guerra civil que siguió a la revolución china evitó que los nuevos gobiernos republicanos pudieran hacer efectivas sus reclamaciones. Pero en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. Japón, uno de los contendientes, deseaba crear un gran imperio en el Océano Pacífico. Aprovechando la debilidad inglesa causada por la guerra en Europa, los japoneses ocuparon Hong Kong y otros territorios bajo dominio europeo a finales de 1941. La ocupación nipona fue un duro golpe para la economía local debido al racionamiento y a la imposición de una moneda japonesa sumamente devaluada. Por otro lado, la violencia se volvió algo rutinario: violaciones, fusilamientos y deportaciones se sucedían diariamente sin que parecieran tener fin. Al empezar la guerra, Hong Kong tenía 1.6 millones de habitantes y al finalizar tan solo quedaban 600,000. Sin embargo, cuatro años después sobrepasó los dos millones gracias al flujo de inmigrantes que huían de una nueva guerra civil en China.

En 1949, con la llegada al poder del Partido Comunista Chino, las exigencias de devolución del territorio se intensificaron. Sin embargo, a pesar de la debilidad inglesa, el decisivo apoyo de los Estados Unidos impidió que China se apoderara de él. Era el inicio de la Guerra Fría.

 

 

 

Pero Hong Kong era un hueso demasiado duro de roer. La tenacidad de sus habitantes chinos, unida al carácter emprendedor de sus amos ingleses, permitió que la colonia resurgiera de sus cenizas y se elevara hasta alcanzar un poderío económico sin precedentes. Llegó la época de auge de los llamados “Tigres Asiáticos”: Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Hong Kong. El embargo económico que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) impuso a China en la década de 1950 y el aislamiento al que se sometió el país, permitieron que estos cuatro lugares se catapultaran como el eje del desarrollo económico de la región. Quien creció en la década de 1970, recordará aquellos productos con etiquetas: Made in Hong Kong, los cuales prácticamente inundaban el mercado mexicano; de la misma forma en que ahora lo hacen los productos fabricados Made in China.

Al final, la Gran Bretaña no tuvo más camino que claudicar. En 1984, se firmó la Declaración Conjunta Chino-Británica sobre la cuestión de Hong Kong, en donde el Reino Unido se comprometió a devolver el enclave en 1997, con la condición de que China respetara, durante 50 años, su sistema económico de libre mercado y su entramado político y legal. La propaganda china lo definió como “un país, dos sistemas”. Para esos momentos Hong Kong era ya un codiciado destino turístico.

Desde que regresó a China, Hong Kong ha luchado para mantener su condición multicultural, defendiendo su autonomía y mostrando su orgullo cosmopolita. Y aunque en lo político ha tenido que enfrentar grandes desafíos, su influencia cultural se ha dejado sentir en otras grandes ciudades de China, que al abrirse a la economía de mercado han visto en Hong Kong el ejemplo a seguir: la modernización sostenida por unas milenarias raíces.

La filosofía china y el orgullo inglés. Lo mejor de Oriente y Occidente fundidos en una sola cultura. Eso es Hong Kong en la actualidad.

 

 

Texto: Rodrigo Borja Torres ± Foto: Yipsf / 23S / UCHINA / spa / PECK / LIFE INTHERING / LTR / HIBOOKS / CRBZ / TIBET OFFICE / CULTURA PROLETARIA / SHENG TAO / JSL / IDIGITAL / QIAO