La “Nao de China” que unió a Acapulco con el Oriente
Sin duda alguna, uno de los episodios más conocidos de la historia novohispana es el referente al Galeón de Manila, también conocido como la “Nao de China”. Se trataba de un bajel que, una vez al año, unía los puertos de Manila y Acapulco, llevando en sus bodegas seda, porcelana, especias, maderas finas, laca, alfombras, biombos y jarrones de Asia o el oro y la plata de América, así como diversas mercaderías provenientes de Europa.
Los galeones eran barcos enormes que surgieron a mediados del siglo XVI y que combinaban la capacidad de carga de las naos con la maniobrabilidad y algo de la velocidad de las carabelas. En su momento fueron los más poderosos navíos del mundo, y es por ello que España los seleccionó para realizar este comercio. Aunque en un principio el rey Felipe II decidió que estos galeones comerciales no podrían superar las 300 toneladas ni transportar mercancía con valor superior a 250,000 pesos, en el siglo XVIII el Santísima Trinidad llegó a tener una capacidad de casi 2,000 toneladas y algunos de su cargamentos alcanzaron valores superiores a los dos millones y medio de pesos de plata.
Una auténtica fortuna. Claro, hay que tomar en cuenta que, a pesar de las estrictas medidas de seguridad tomadas por los reyes españoles, la corrupción de algunos funcionarios y el ingenio de los comerciantes permitieron un enorme flujo de mercancías introducidas de contrabando, tanto en México como en Filipinas. Como vemos, la fayuca ya existía.
Aunque nosotros lo conocemos como el Galeón de Manila, para los habitantes de la ciudad filipina este barco recibía el nombre de Galeón de Acapulco. Simple cuestión de enfoques.
Entre 1565 y 1821 los viajes se sucedieron casi sin interrupción, y fue tal la importancia que este navío comercial llegó a adquirir, que en la práctica se convirtió en el principal sustento de Manila. En todo ese tiempo, se estima que llegaron a Manila más de 400 millones de pesos de plata para adquirir las mercancías asiáticas. Tan rico comercio la convirtió en una ciudad cosmopolita. Las escasas ocasiones en que los piratas consiguieron apoderarse de él provocaron graves penurias en la ciudad, pues su economía giraba en torno al comercio proveniente de esta nave.
Eso se podía observar fácilmente en las grandiosas construcciones levantadas por los mercaderes y las autoridades civiles y religiosas españolas en el casco viejo de la ciudad, llamado Intramuros, que por desgracia fue completamente destruido en la Segunda Guerra Mundial, pues Manila fue la ciudad más castigada de la guerra, tan sólo por detrás de Varsovia.
La ruta seguida era difícil y peligrosa, por lo que España tenía varias flotas de guerra destinadas a la protección del Galeón. El viaje duraba entre cuatro y cinco meses, pero en sentido contrario el tiempo se reducía a tan sólo tres. De Manila partía a finales de junio para evitar la temporada de los monzones, mientras que de Acapulco salía entre febrero y marzo.
Sin embargo, la capital de Filipinas en realidad no era más que el puerto de embarque, pues la mayoría de las mercancías provenían de China, Japón, la India, Tailandia y Siam. Pero no se piense que esto le restaba importancia, pues en términos prácticos, la ciudad se convirtió en el enlace más importante entre Oriente y Occidente durante muchos años. Las monedas mexicanas de plata que llegaban a ella eran rápidamente distribuidas por todo el sureste asiático, lo que provocó que el peso mexicano -al menos en aquella época-, fuera una divisa aceptada en prácticamente todo el mundo.
Por otro lado, el Galeón propició un intercambio cultural sin precedentes entre México y Filipinas. La talavera poblana o los rebozos multicolores de nuestros trajes típicos provienen de allá, mientras que la lengua filipina, el tagalo, contiene más de 5,000 palabras en español mexicano, incluyendo varias en náhuatl.
El último Galeón salió de Manila en 1821 para jamás volver. Al llegar a la Nueva España fue incautado por Iturbide, quien en esos momentos estaba por obtener la independencia de México. Moría así una época gloriosa del comercio mundial.
Texto: Rodrigo Borja ± Foto: Photobuckket / Samuel_ Scott / El Galeón de Manila / FILIPINASSITE / Pt / NING